Para mi investigación Espacios Sensibles – Hibridación físico-digital para la revitalización de los espacios públicos, he entrevistado a muchos profesionales e investigadores. Hoy os quiero dejar con la entreviste que hice al prof. Emilio Martínez Gutiérrez.
Acerca de la definición de la noción de Espacio Público (EP).
La noción de Espacio Público aparece empleada por distintas disciplinas científicas y técnicas, a veces muy alejadas entre sí en sus aspiraciones y objeto de estudio. Esto da lugar a un abanico de significados, distantes entre sí. Por sintetizar las perspectivas analíticas más logradas al respecto tendríamos, de un lado, las aportaciones de la filosofía política; de otro, las consideraciones de la arquitectura y del urbanismo. Entre medias, algunos esfuerzos elaborados por la sociología y la antropología para tratar de compatibilizar los recortes analíticos de las disciplinas citadas sin renunciar a proponer su propia interpretación de los espacios públicos.
En el caso de la filosofía política, desde H. Arendt a J. Habermas, se nos remite al puro concepto político, a la representación ideal de la democracia urbana. Estaríamos en una esfera de acción pública ciudadana, o en la construcción social de la publicidad como ámbito de debate, reciprocidad, compromiso con el interés general. Tanto Arendt como Habermas coincidían en el diagnóstico respecto al problema del EP, la decadencia de la esfera pública de la política en la sociedad de masas, el primado de lo social (sobre lo político), el auge progresivo de la subjetividad individual, la conformación de una esfera pública paralela, predominante con el tiempo, basada en la publicidad comercial (más que política; o quizás hoy, en la publicidad política basada en las técnicas comerciales).
Desde la urbanística, en cambio la noción de EP remite básicamente a su dimensión material, física: las redes de calles, parques, plazas, avenidas, lugares de accesibilidad, tránsito, distribución. Aquí puede prevalecer a veces la lectura de enlace (entre un origen y un destino) –bidimensional- o la de estancia –tridimensional-. En esta lectura el EP posee una marcada caracterización morfológica y funcional. No obstante, al considerarlo también como un escenario, espacio dramático, lugar cualificado, se reconoce en ellos la impronta de las actividades y de los actores que soportan: espacios de interacción, no sólo de tránsito. El puslo de la ciudad se toma en sus EP. De esa manera, la noción de EP trasciende su materialidad y resulta más cercana a los planteamientos sociológicos, dramatúrgicos, sobre el espacio público como espacio de relación. Es una manera de perfilar la convergencia entre los procesos sociales y las formas espaciales: como un juego de reciprocidades basado en la socialidad y en la construcción de vinculaciones (con-espaciales). Lo que no impide, sino todo lo contrario, nutrir el crecimiento del juicio crítico-reflexivo de la esfera de ciudadanía a partir de la presencia de los Otros.
Los espacios públicos son, en consecuencia, escenarios de la socialidad, espacios donde –siguiendo el planteamiento de Simmel o el de Ortega y Gasset (“mi mundo es atopadizo”)- es posible entrar en relación con. Lugares de encuentro, de comunicación, de visibilidad, de alteridad, de tránsito y trance, de aprendizaje, de evasión, de construcción social del yo y del Otro, de movilidad con o sin desplazamiento. La esencia misma de la ciudad como forma social y física de la coexistencia; en ellos es donde la sociedad se renueva constantemente. Como espacio de socialización y ciudadanía proporciona el contrapeso preciso a la socialidad vinculada al hogar (entendido como constelación de valores y normas) pues esta “socialidad externa” hace posible la aparición de las distancias emancipadoras, el pensamiento abstracto, el juicio crítico y los valores universales.
Calificación de los EP. Cualidades y problemas
La idea de ciudad como colectividad, alteridad y publicidad no puede concebirse al margen de sus territorios ni de sus tiempos sociales. Aquí radican las cualidades del EP, pero también sus problemas: el asalto de que son objeto.
Problemas: el principal, la inexistencia de un modelo de ciudad. Salvo que el modelo inconfesable –especialmente para quienes cuidan la retórica populista- sea puramente mercantil. La consideración de la ciudad como mercancía o lugar donde lograrla y realizarla. El planeamiento urbano se ha convertido en un momento de la gestión mercantil del suelo, con las implicaciones que esto ha tenido en la sostenibilidad social y ambiental urbana.
Pero existen más elementos que ponen en riesgo la vitalidad del EP y su contribución a la construcción de la esfera social y política de la ciudadanía. Las transformaciones sociales: la privatización de los estilos de vida, los modelos culturales emulados en la residencia y en el ocio, la creciente exclusión social, la formación de enclaves residenciales que pivotan en torno a centros comerciales, etc. Las modificaciones en la organización familiar, la incorporación de la mujer al trabajo (desarrollando patrones espaciales muy complejos), la desespacialización de las actividades económicas a lo largo y ancho de las periferias urbanas, la aparición de centros de consumo, ocio y deporte integrados, los usos del tiempo, los nuevos valores sociales, el individualismo, etc. han contribuido a modificar y a restar protagonismo a la vida social de los EP.
Los problemas derivan también de la escala territorial con que ha crecido la ciudad, siguiendo modelos difusos y grandes operaciones donde el espacio público de la calle se antoja sociófugo, un vacío completo, sin comercio de proximidad al carecer de un umbral de servicio o rentabilidad… Las políticas urbanas y comerciales pueden hacer mucho por la vitalidad de los EP en sentido negativo o positivo.
Pero siguen poseyendo vitalidad, sus cualidades, su interés. Básicamente, uno podría recurrir a la etimología de algunos términos que remiten a los espacios públicos y evaluar si los significados, realidades o actos a los que remitían son posibles aún. En castellano apenas empleamos ya el término “carrera” o “corredera”, quedan como usos antiguos, pero etimológicamente son muy interesantes. La voz latina “cúrrere” es su origen, que a su vez nos remite a las voces muy significativas de lo que es en realidad la calle: correr, concurrir, ocurrir, recorrer, transcurrir, recurrir, discurrir, etc. Así, incluso en la consideración de “espacios de tránsito” la significación es más rica de lo sugerido inicialmente por la mera circulación y la velocidad: en el espacio público el transeúnte está en suspenso, en tránsito, en transición, o en trance como señalaba Manuel Delgado.
¿Podemos hacer todo ello aún? Si es así, es porque los EP mantienen su vitalidad, sus cualidades. Las cualidades son muchas, especialmente en las sociedades europeas –las muy nostálgicas “café society” -. Los espacios públicos, como he dicho antes, pueden verse como el escenario de ciudadanía, como la expresión más clara de la ciudad como ámbito de coexistencia y encuentro. Convendría, pues, tener presente las funciones que cumplen y permiten: expresiva, social, instrumental, y por supuesto los componentes transfuncionales y lúdicos que le son propios.
Cambiar/Soluciones
Se trataría, sencillamente, de potenciar las cualidades descritas y tratar de anular todos aquellos aspectos que comprometen su viabilidad. De nuevo, de forma general, esto vendría a situarnos en la urgencia de precisar un modelo de ciudad, en lo social y en lo urbanístico, tanto en el caso de las pequeñas como de las medianas y grandes ciudades. Es difícil dar una respuesta urbanística a la dinámica propia de los procesos sociales que se manifiestan y conforman la ciudad, pero lo que no tiene sentido es desconocerlos ni calibrar sus efectos.
La sostenibilidad urbana es en este caso me parece la dirección más apropiada, lo que nos lleva a modelos combinatorios, frente a las políticas de fragmentación y división. Sostenibilidad ambiental, para reducir la escala de las operaciones, la movilidad y el tiempo constreñido que impone, la contaminación, evitar modelos difusos y bajas densidades. Sostenibilidad social, favoreciendo la visibilidad y la combinación, los tiempos densos y diferenciados, la presencia de todo tipo de actividades y actores… Y evidentemente, sostenibilidad política: la implicación de los ciudadanos en el desarrollo y mejora de su ciudad, rompiendo con la desafección actual de la ciudadanía. Eso obligaría a retomar modelos participativos, reales, directos, que acaben con el simulacro actual y la impostura de considerar participación el tener que acudir al contencioso administrativo y demostrar legitimidad para hacerlo: la razón política es también una razón habitante.
Emilio Martínez Gutiérrez es profesor titular de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido anteriormente profesor de Sociología Urbana e investigador del Instituto Multidisciplinar para el Estudio del Medio (IMEM) Ramón Margalef de la Universidad de Alicante.
La imagen es de orphan girl.