Texto parcialmente revisado de la charla de Nicola Mariani en la presentación oficial de la segunda edición de Arte Open Views, que tuvo lugar el día viernes 16 de mayo de 2014 en Lanau Espacio Creativo de Madrid.
Musei Vaticani. Cortesía: Leonardo.it.
Todos somos conscientes de que el sistema del arte hoy en día está evolucionando muy rápidamente, encontrándose en el pleno de un proceso de reconfiguración profunda. Existe una dificultad objetiva para definir exactamente cuáles son los ámbitos específicos de acción de los diferentes sujetos que forman parte del sistema del arte; cuáles son sus roles y sus funciones y cuáles son los espacios más adecuados para la creación, la exhibición, la fruición y la comercialización del arte. Nos cuesta cada vez más establecer con certeza dónde se encuentran los límites de los campos de acción del artista, del comisario, del crítico, del galerista, del coleccionista, del marchante, del director de museo… hasta del mismo espectador.
Si quisiéramos resumir con una frase muy sintética el estado actual del sistema del arte, podríamos utilizar las palabras del filósofo italiano Remo Bodei, quién afirmó que en la época contemporánea «las musas se han democratizado» (La forma de lo bello, 1995).
Esta clave nos ayuda a interpretar la realidad actual, marcadamente caracterizada por una conmixtión y una contaminación inéditas entre roles y funciones, con un intercambio constante y cada vez más fluido entre tareas y know-how. Los roles ya no son tan rígidamente definidos y claramente reconocibles como antes e incluso las funciones de los espacios expositivos están en fase de redefinición.
Musei Vaticani. Cortesía: Wikipedia.
Si pensamos en lo que ha sido tradicionalmente el museo – el espacio del arte por antonomasia - y lo comparamos con lo que es actualmente, es fácil darse cuenta de cómo haya ido evolucionando a lo largo del tiempo. Hoy en día, de hecho, el museo se ha convertido en un espacio multifuncional.
La clave sociológica de la multifuncionalidad es una herramienta útil para interpretar el fenómeno de transformación de los espacios expositivos del arte al que estamos asistiendo en la actualidad. Se trata de un fenómeno ambivalente que se puede someter a una doble lectura, cómo si de dos caras de la misma moneda se tratara. Por una lado, esto es, vemos que con el tiempo el museo se va desacralizando, se va comercializando, se hace cada vez más abierto y participativo, perdiendo su aura como templo exclusivo y elitista de una religión – la religión del arte – y se hace espacio abierto a la socialización (pareciéndose más a una ágora que a un templo). Por otra parte, vemos que hoy en día al lado de los espacios tradicionales del arte (museo, galería etc.) van surgiendo espacios alternativos en los que el arte se expone, circula y se llega a comercializar. Se trata de unos espacios que o bien nacieron originalmente con una función primaria diferente a la de exponer arte (por ejemplo tiendas, bares, restaurantes, oficinas etc.) y que ahora se van reconvirtiendo, diferenciando su business a través de la inclusión de obras de arte en su oferta de productos y servicios, o bien que nacen ex novo como espacios polimorfos y multifuncionales ya teniendo desde un principio una visión compleja y diferenciada de su negocio.
En este sentido, existe hoy una compenetración profunda entre lo que seguimos llamando el ámbito de la “cultura” y las actividades de marketing y publicidad, que tradicionalmente se solían asociar a otras dimensiones sociales de tipo comercial, como el ocio o el consumo. Mientras que los espacios canónicos de la estética, como por ejemplo el museo, se van comercializando, espacios de naturaleza eminentemente comercial, tradicionalmente ajenos al mundo de la cultura, se van culturalizando.
Moma Design and Book Store. © flickr / Behdad Esfahbod.
Hoy en día el museo desempeña una gran variedad de funciones diferentes. En el museo sigue desarrollándose una función fundamental de conservación y divulgación del patrimonio cultural. Se siguen presentando exposiciones temporales y permanentes. Se organizan conferencias y cursos de formación. Pero, al mismo tiempo, se desempeñan funciones de entretenimiento y consumo. Se puede asistir a conciertos; actuaciones; reading de poesía; dj-set de música electrónica; cocktail party etc. Asimismo, se pueden comprar catálogos, libros, merchandising y reproducciones kitsch de obras de arte. También se puede consumir comida y bebida en los subespacios destinados a restaurantes y cafeterías del museo. Hasta se puede consumir “realidad aumentada” a través de apps para smartphones y tablets u otros tipos de servicios (en ocasiones de pago) pensados para un espectador que cada vez más tiende a ser definido como “visitante” y “consumidor” de cultura o de experiencia.
Como se ha puesto en evidencia desde muchas partes, en algunos casos el museo y la sala expositiva institucional parecen seguir lógicas y mecánicas muy parecidas a las de los parques temáticos de atracción turística. A este respecto sugiero encaradamente la lectura de los siguientes libros: Nobrow. The Culture of Marketing-The Marketing of Culure (2000) de John Seabrook; The McDonalization of Society (1993) y Enchanting a Disenchanted World: Revolutionizing the Means of Consumption (1999) de George Ritzer; Arte, ¿líquido? (2007) y Consuming Life (2007) de Zygmunt Bauman.
En 1969 Pierre Bourdieu publicó su célebre libro El amor al arte, en el que, a partir de un estudio sociológico empírico y teórico muy profundizado, deconstruyó la visión idealista y romántica del arte, según la cual el museo sería el templo de una religión: la religión del arte. Lo que Bourdieu demostró a través de su investigación fue que el museo era un lugar normativo donde los que tenían el monopolio de los bienes culturales establecían de manera vertical los criterios oficiales del gusto: lo que era estéticamente aceptable y lo que no. Según Bourdieu, esto es, la visión del museo como templo reflejaba una visión de la sociedad como algo rígidamente estructurado, jerarquizado, piramidal. La visión del arte como religión, en este sentido, era el fruto de una visión cerrada y elitista de la sociedad. Dentro de este modelo social, la experiencia estética se tendía a representar como una experiencia mística pura de tipo exotérico; reservada para un restringido grupo de sacerdotes de lo bello cuyas actividades se dirigían a un selecto grupo de iniciados considerados como especialmente sensibles.
En su época el sociólogo francés fu atacado muy duramente, porque sus teorías se consideraban escandalosas, amenazantes, desestabilizadoras. Se consideraban, realmente, como una herejía. Se criticaba especialmente el hecho de que Bourdieu aproximara el mundo del arte, tradicionalmente considerado como una esfera pura de las emociones y de la estética, a partir de una metodología de análisis propia de las ciencias sociales (encuestas, cuestionarios, métodos cuantitativos, estadísticas etc.).
Mucho ha cambiado la sociedad desde que Bourdieu publicó su libro. Hoy en día la idea, sociológicamente fundada, de que el museo sea un lugar donde se refleja la estructuración de la sociedad ya no nos parece tan extraña. No es algo que nos haga gritar al escandalo. De hecho, somos todos muy conscientes de que en el sistema del arte se proyecta y se refleja mucha de la complejidad de la realidad social: su organización y articulación; sus determinaciones históricas y geográficas; sus relaciones con otros ámbitos, como la educación, la política o la economía entre otros; las luchas de poder subyacentes y las dinámicas de interés y de posicionamiento que se llevan a cabo activamente y constantemente etc.
Musée du Louvre, Salle des Caryatides, © Musée du Louvre / A. Dequier.
Hoy en día casi todos dan por descontado que los museos se tengan que gestionar con sofisticadas técnicas de marketing y herramientas estadísticas. La mentalidad cuantitativa mecanicista y “medicionista” está plenamente aceptada e integrada en las prácticas de gestión de muchas instituciones públicas y privadas. En este sentido, todos nos damos cuenta de que hoy el museo es un espacio mucho más complejo y funcionalmente diferenciado de lo que era hasta hace relativamente poco tiempo.
En la actualidad el director del museo, además de ser un gran erudito, tiene que actuar también como brand manager; es decir, con una mentalidad muy parecida a la de un directivo de empresa y estar muy pendiente de una serie de indicadores cuantitativos. No es ningún misterio que en muchas ocasiones el éxito de las exposiciones y de otras actividades que se desarrollan dentro del espacio expositivo institucional se midan en función de su audience, es decir del número de visitantes, consumidores o de seguidores en las redes sociales. Algo que se ha convertido en una auténtica obsesión y que se tiende a considerar cada vez más como un indicador “objetivo” del prestigio del propio museo y del valor de sus actividades (independientemente de su contenido). En este sentido, la visión comercial propia del marketing, de la publicidad, del entretenimiento y de la audiencia de los mass media y de los social media es algo cada vez menos prescindible a la hora de programar y organizar determinadas actividades “culturales”.
Por otro lado, van surgiendo iniciativas complementarias, o paralelas, como Arte Open Views, Open Studio y otras que se podrían mencionar, que proponen maneras diferentes y más directas de acercarse al arte y de promocionar concretos proyectos artísticos. En este sentido, experiencias como Arte Open Views o Open Studio se pueden considerar como ejemplos paradigmáticos de una tendencia de reconfiguración del sistema del arte, en un sentido multifuncional, de los espacios expositivos tanto privados como públicos; tanto institucionales como emergentes. De hecho lo que tiene en común la evolución en un sentido comercial y “cuantitativo” del museo (y de otras instituciones tradicionales) con el surgimiento de estos nuevos fenómenos expositivos es la multifuncionalidad de los espacios y de los contextos en los que el arte se presenta. Es decir: los espacios expositivos del sistema del arte actual, tanto emergentes como tradicionales, hoy en día tienden a ser cada vez más espacios multifuncionales. Son como dos caras de la misma moneda.
Globos (2014), obras de Yolanda Domínguez expuestas en Espectácula, proyecto comisariado por Nicola Mariani y José Luis Calderón dentro del programa de Arte Open Views 2014.
Si dentro de unos años miraremos retrospectivamente a experiencias como Arte Open Views o Open Studio que se acaban de mencionar (y a otras que se podrían citar) tal vez entenderemos perfectamente su lógica y su dinámica. Y aquello que nos suena hoy como algo innovador, llamativo y hasta sorprendente, es muy probable que en el futuro será algo que consideraremos como absolutamente normal.
Iniciativas como éstas, que insisten en el concepto de “apertura”, circulación”, “socialización” de la experiencia artística; en la idea de intercambio y confusión entre roles, funciones y lugares resultan hoy interesantes en primer lugar porque nos presentan señales de posibles escenarios futuros de la reconfiguración del sistema del arte que estamos viviendo actualmente.
Esquila (2013) ), video de María Sánchez expuesta en Espectácula, proyecto comisariado por Nicola Mariani y José Luis Calderón dentro del programa de Arte Open Views 2014.
Como nos enseñó Bourdieu, el sistema del arte no es un ámbito desvinculado del resto de la sociedad. La gran lección de Bourdieu, al fin y al cabo, es que la idea romántica e idealista del arte como algo para animas bellas y sensibles, con una especial predisposición para la belleza y la estética, es un paradigma “ideológico” históricamente y socialmente determinado. Se trata, dicho de otra manera, de una representación social moldeada a partir de una concreta visión de la realidad, que mucho tiene que ver con la educación; con las condiciones materiales y culturales concretas y con las reales oportunidades de acceso al conocimiento artístico y cultural de cada segmento social y de cada uno de los sujetos que forman parte de él.
El conjunto de relaciones institucionales y privadas; de posiciones de poder; de jerarquías y juegos de intereses que se instauran en torno a la práctica humana de la creación artística, y que llamamos sistema del arte, siempre se ha adaptado y se ha ido reconfigurando a lo largo de la historia en función de la evolución de la sociedad. Pero, al mismo tiempo, ha ido aportando de manera autónoma a la sociedad misma una serie de condicionantes simbólicos y representativos, de metáforas y de paradigmas estéticos según una relación de tipo circular de influencia reciproca e interactiva. La multifuncionalidad que vemos caracterizar cada vez más los espacios expositivos actuales es un reflejo de esta relación circular entre la sociedad y el sistema del arte.
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