Fue un 22 de Junio de 2008, en el Ernst Happel de Viena, donde cambió la historia del fútbol español. Se pasaron los cuartos de final, ante Italia y en una tanda de penaltis, un triple paso del Rubicón que abrió la era más brillante de nuestro fútbol. Ayer, también ante Italia, deberíamos dar por cerrado ese ciclo, disfrutarlo en nuestro recuerdo y replantearnos los objetivos.
Más allá de la probable salida de Vicente del Bosque (que seguramente debió producirse tras el Mundial de Brasil), de la retirada de algún jugador (como puede ser Casillas) y de los cambios que se producirán en jugadores que hasta ahora parecían fijos en La Roja si se confirma el cambio de técnico, es necesario volver al punto anterior de 2008 y empezar a reducir las exigencias. El nivel de aquel equipo desapareció, lo que tenemos ahora es un grupo de grandes jugadores que pueden luchar con cualquiera pero no son los grandes favoritos en los próximos torneos.
Y debemos hacer ese cambio sin rencores ni resentimientos. Tal vez se exprimió más de la cuenta a algunos jugadores, se contó con otros por costumbre más que por méritos, pero son errores habituales en todas las selecciones con ciclos victoriosos. Lo más justo es agradecer los servicios prestados, recordar los buenos momentos y engancharse a la nueva época que venga.
Ayer Italia superó a España desde los himnos. Es irremediable que nuestra melodía patria no tenga letra, ese canto a voz en grito de los italianos siempre va a imponer más que nuestro tarareo, pero la actitud intensa de la formación azzurra contrastaba con nuestra languidez, diez tipos con cara de estar pensando si habrán dejado bien apagado el gas en casa y uno, el capitán Ramos, forzando el cuello para imitar la mirada al cielo de Raúl. En el sevillano, más que una forma de sentir las notas del himno parece un miope viendo un cartel de carretera. Ni Manolo el del Bombo, presente en la grada, compensaba la sensación de mayor intensidad en Italia.
Con las alineaciones habituales en ambos equipos, una lluvia torrencial acompañó el arranque del partido en Saint Denis. Chaparrón meteorológico que coincidió con el torrente de presión y despliegue ofensivo trasalpino. Sin salida de balón limpia en España, ya que Italia apretaba a cada medio que recibía de espaldas y se adelantaban a los españoles, los centrales trataban de jugar en largo con un Morata que ni de lejos era capaz de ganar un envite por alto a los centrales italianos Bonucci, Barzagli y Chiellini, compañeros en la Juventus del delantero español.
Cuando antes del torneo se decía que esta Italia no tenía estrellas creo que se olvidaron de este trío de centrales, la particular BBC de Italia y de la Juve, no tan lujosa como la BBC madridista, pero eficaz a más no poder. Pero no solo eso, Italia tiene un medio como De Rossi que sabe cortar, mandar, entregar en corto o en largo, llegar al área y chutar bastante bien de lejos. Tan solo le falta cortar el césped y pintar las líneas. Tiene un enganche como Giaccherini, no de tanta calidad como los que han tenido en épocas recientes, pero eléctrico e incómodo. Arriba, un eficaz dúo de ariete alto y delantero rápido y hábil con Pellé y Éder. Un equipo consciente de sus limitaciones, trabajador y disciplinado que demuestra que el bloque puede ser tan útil como un par de estrellas de relumbrón.
Ayer se desplegaron en ataque, rápidos y sin pelotazos, pasando el balón por la medular sin entretenerse. A los 10 minutos ya habían llegado un par de veces con peligro a nuestro área sin que España pareciera capaz de cerrar agujeros y sin que nuestro centro del campo fuera capaz de robar un balón. Los de ayer fueron los primeros 20 minutos más vulgares de España en mucho tiempo.
A partir de ahí, paró la lluvia en el cielo de París y en el terreno de juego, Morata anticipó un par de balones prolongados a Nolito y, sin peligro ni dominio, pero España igualó ligeramente el encuentro.
Pero como cada balón a Pellé y las segundas jugadas que provocaba con sus descargas eran indescifrables para nuestra defensa, en uno de esos balones Ramos hizo una falta innecesaria que Eder lanzó fuerte a los 32 minutos. De Gea, hasta ese momento impecable en varias actuaciones de mérito, dejó el balón ligeramente muerto en la frontal del área pequeña, Giaccherini la luchó, y Chiellini la empujó ante cierta pasividad de la defensa española. Justísima ventaja italiana, que se mostraban crecidos ante una Roja naufragada.
Aun antes del descanso, con España jugando algo más en campo rival, le tocó a De Gea librar su marco en un par de buenas intervenciones más.
En vista de que tocaba colgar balones, Del Bosque dio entrada a Adúriz desplazando a Morata a la izquierda y retirando a un Nolito timorato. Parecía poco cambio, ya que el centro del campo también necesitaba refuerzo, pero algo era algo. Además, hizo efecto con alguna llegada más. El primer tiempo fue tan malo que cualquier mejora parecía notable.
Se jugaba en campo italiano, con buenas progresiones de Morata e intentos de remate de Adúriz, pero Italia acechaba contraataques, como un mano a mano de Eder que sacó de nuevo De Gea.
Ambos entrenadores hicieron cambios raros, Conte sacando a De Rossi para dar entrada a Motta y Del Bosque quitando a Morata para sacar a un Lucas Vázquez que aportó desborde y tal vez mereció más minutos. Además, la inoportuna lesión de Adúriz nos quitó potencia en el área.
A la desesperada hicimos trabajar a Buffon con tiros lejanos de Iniesta y Piqué en el último cuarto de hora, pero la mejor ocasión llegó al final (minuto 89), con un balón que cayó al central catalán solo ante Buffon que desbarató el portero de la Juve demostrando su categoría a pesar de los años.
Para remate, con los nuestros poco interesados en defender, una contra bien llevada por Insigne acabó convertida por Pellé en el 2-0.
Se acabó el partido y se acabó una era en el fútbol español. Italia fue mucho más intensa e inteligente, a España tal vez le sobró previsibilidad en la creación (quizás se echó de menos a Alcácer y a Saúl) y sobre todo le faltó esa suerte del campeón en los momentos decisivos. En los torneos ganados en los últimos años salía cara en los partidos igualados, esta vez salió cruz.
Por cierto, cuentan que viendo a Italia a Löw se le están multiplicando esos picores tan suyos... Ojo con la Azurra.
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