Por Ezequiel Tena
A cuentas de la renovación forzada del CPGJ con que Sánchez amenaza a Feijoo ("contigo o sintigo, Alberto"), Ayuso avisa a su propio partido del peligro letal que se cierne sobre el régimen democrático. Puede que me equivoque, pero hay una diferencia sustancial entre Ayuso y Page: mientras Page ejerce de disidencia controlada dentro del PSOE y su función dentro de esta disidencia sería la de inculcar la idea en los votantes socialistas de que, en última instancia, el Partido Socialista sigue teniendo líneas rojas tangenciales a la defensa de la Constitución, líneas que respetará se tense lo que tense la cuerda, Ayuso, muy al contrario, es el trofeo que a toda costa quiere capturar y extinguir Sánchez, la presa contra la que ha lanzado a la totalidad de su jauría mediática.
Como Presidenta de la Comunidad de Madrid, Ayuso detenta el poder en el bastión de la españolidad, que es lo mismo que decir bastión de la libertad y de la soberanía de los españoles.
Mientras Ayuso se lo juega todo, Page no se juega nada. Sánchez sabe que Ayuso es una rareza excepcional, una singularidad: el eslabón perdido en el desencuentro entre el PP y VOX, el camino que, uniendo a un PP que no va y a un VOX que no llega, viene de alguna manera a evocar la idea y la necesidad de que se materialice al fin la España conservadora que se defienda.
Lo que va a dirimirse ante el ánimo lúgubre de tantos españoles acostumbrados a la decepción institucional y el hastío político es, en última instancia, si el ayusismo estorba o no en Génova 13. Amigos míos, correligionarios en la decepción: ¿Albergáis dudas o esperanzas?