Como cuando te despiertas y recuerdas solo retazos del principio de un sueño que tenía buena pinta. Con esa sensación de algo que parecía que iba a estar bien, pero que se acaba casi antes de empezar. Así se ha quedado España tras su eliminación del Mundial. Tras dos años de una fase de clasificación impoluta, de juego alegre, vistoso y efectivo, las esperanzas con las que llegábamos al Mundial se fueron deshaciendo a una velocidad difícil de digerir para el aficionado medio. No sabemos cómo, una sucesión de desdichas y enredos de vodevil nos ha llevado hasta una cruel tanda de penaltis que nos manda de vuelta desde Rusia sin sabor, sin haberle llegado a coger el gusto a la competición.
Los que nos leéis habitualmente, ya sabréis que me gusta analizar y desgranar los partidos, contar casi cada detalle de lo sucedido. Pero en el caso del encuentro de ayer no tiene demasiado sentido, una vez fuera del Mundial y con un cambio de ciclo pendiente, de poco sirve entrar en detalles muy concretos de lo acontecido ayer. Además, el partido fue tan lineal que no soporta mucho análisis. Esta eliminación precisa de un enfoque más holístico, aunque procuraré ser más frío que catastrofista.
En cuanto a juego, hemos pasado por este Mundial sin dejar prácticamente nada para el recuerdo. En la historia de los Mundiales lo único que se recordará de España en 2018 será que fue la primera selección en despedir a su técnico cuando ya estaban concentrados en el país del torneo y, si acaso, que participamos en el primer partido de un Mundial en el que se realizaron cuatro cambios por equipo. En un resumen de jugadas del campeonato probablemente solo aportaríamos el cante de David de Gea ante Portugal y, como mucho, el golazo de Nacho en ese mismo partido. De ahí para delante, hemos sido transparentes, insulsos, fríos.
Todos sabemos, sin entrar a valorar quien tiene más culpa, que el despido de Lopetegui fue un problema para el equipo. El técnico madridista tenía una clara ascendencia sobre este grupo y eso se rompió en un momento muy inoportuno. La falta de un entrenador que haya trabajado con el grupo, más allá del shock que supuso la noticia, no ha favorecido de ninguna manera. Además, Hierro, que desde su relativamente cómodo trabajo de Director Deportivo tuvo que pasar a asumir el complejo problema de convertirse en seleccionador de la noche a la mañana, ha preferido no ser demasiado atrevido.
Con poca pinta de entrenador vocacional (toda su experiencia se limita a una temporada en el Real Oviedo), Fernando Hierro quiso ser una especie de capitán en momentos tensos que no provocara más problemas. Pocos cambios, escasos aportes tácticos, indecisión. Se encargó de que no hubiera rebelión interna, pero repartió minutos e ideas de manera torpe. Así, tras el primer partido, no quiso asumir el cambio de portero tras el desastre de De Gea para no señalarle, pero inexplicablemente, sentó a Koke tras un buen partido junto a Busquets. Visto el escarnio nacional con el portero, tal vez haberle retirado a tiempo le hubiera dejado menos señalado. En el caso de Koke, tardó dos partidos lamentables en darse cuenta de que el mediocentro de España necesitaba algo más.
Siguiendo con casos concretos, Carvajal llegó lesionado, se decidió que se quedara en la concentración, aun con Lopetegui al mando y se probó (brillantemente) con Odriozola en los amistosos previos como lateral derecho. Para el primer partido se escoge a Nacho porque se entiende que necesitamos a un lateral más defensivo ante Cristiano Ronaldo. Antes de los cinco minutos, el elegido como "antiCristiano" ya le había hecho un penalti. En el segundo y tercer partido se vio a un Carvajal fuera de sitio, falto de ritmo y de partidos. Para los octavos, Hierro decide que deje su puesto ¿a quién? De nuevo a Nacho. Teniendo en cuenta que Rusia juega a defender y largar pelotazos a Dzyuba ¿de verdad necesitábamos un lateral defensivo? No contentos con eso, Hierro le aguantó ayer veinte minutos sobre el campo cuando estaba visiblemente lesionado. En su lugar volvió Carvajal ¿acaso Odriozola no podría sentirse tan señalado con esta forma de ningunearle como se hubiera sentido De Gea en caso de haberle cambiado? Darle solo media hora a Iniesta pero mantener a Silva es otro ejemplo de injusticia en los cambios de alineaciones. O darle la titularidad ayer a Asensio, en un partido donde no iba a encontrar los espacios que necesita para brillar y tras no haber dejado buenas sensaciones en los minutos que tuvo en otros encuentros, dejando a un Aspas en racha fuera o no dando entrada a Rodrigo casi hasta el descanso de la prórroga, cuando el partido pedía a gritos su capacidad para asociarse en la frontal.
Varios errores por acción u omisión que dejaron a un grupo desnortado por la marcha de Lopetegui sin un liderazgo que necesitaba. Como dijo ayer Koke, se fue el líder y vino Hierro, que hizo lo que pudo. Seguramente menos de lo que pudo, añadiría yo, pero tampoco me pide el cuerpo culpabilizarle cuando tuvo que asumir una situación tan complicada.
Más allá de ello, España tiene problemas estructurales que no termina de resolver. Ya con Del Bosque se vio que en muchas ocasiones el toque y la posesión no eran suficientes, parecía que Lopetegui había encontrado formas de dar más vértigo a la zona de ataque, pero ayer volvimos a ver a una selección plana y haciendo un ejercicio excesivo de paciencia. Rusia formó dos líneas muy cercanas entre sí justo por delante de su área. Entre ellas, Silva y Asensio no encontraron ni el balón ni el aire fresco para dinamitarlas. Detrás de ellas, Diego Costa no supo ofrecerse para combinar en zonas peligrosas. Y desde delante Koke y Busquets mantuvieron la posesión, se las ingenieron para evitar que Rusia saliera de su campo, pero tampoco aportaron pases filtrados ni desequilibrio que helara el corazón a los rusos. El único que pareció moverse fue Isco. Mucho y muy bueno se está hablando de él en este Mundial ¿verdaderamente ha jugado tan bien como se dice? No seré yo quien le culpe de nada, lo ha intentado, pero su juego de malabarista, su fácil regate, su magia en resumen, se desplegó ayer demasiado lejos de donde se parte el bacalao. Exhibió facultades, pero sin productividad real.
Rusia, por delante de esas dos líneas, soltó a Dzyuba. Un tanque hipermotivado que se lanzaba a por cualquier pelotazo como si impulsara su espalda el viento del orgullo de todo su país. Le sirvió para poco, pero chocó una y mil veces con los centrales españoles. Nuestra Roja se dedicó a mover el balón de un lado a otro, algo que al principio dejaba sensación de dominio, incluso buen sabor de boca. Sobre todo cuando una falta botada por Asensio desde la derecha fue rematada contra el fondo de su portería por Ignasevitch cuando solo habían pasado once minutos de partido. El defensor ruso, pendiente de agarrar a Ramos, perdió de vista el balón y acabó marcando nuestro único gol.
El guion del partido no cambió, Rusia salía en largo muy de vez en cuando mientras España sumaba pases, la gran mayoría sin sangre en el colmillo. Así fue hasta que en el minuto 40 Rusia botó un córner que tocó Juan Palomo Dzyuba y fue a parar a un brazo insensato y despistado de Piqué. El árbitro señaló el claro y absurdo penalti, y, como no, Dzyuba, lo anotó.
Poco cambió el partido en la segunda parte. España jugaba al balonmano pasando el balón de lado a lado frente a una poblada y bien plantada defensa rusa. Ni un balón colgado, ni un regate en vertical. Lo más, algún movimiento de Isco con poca eficacia. Lo que al principio parecía un guion esperanzador empezaba a convertirse en monotonía desesperante. Los cambios, muy tardíos, fueron llevando a España a ser algo más vertical, pero sin excesos. Con la llegada de la prórroga los rusos veían los penaltis como un milagro, España erraba las escasas oportunidades y se preparaba para lo peor.
Seamos sinceros, cualquier espectador neutral diría que sí, que España estuvo bastante inoperante, casi inútil a la hora de romper la buena defensa rusa. Pero los organizadores no fueron más (ni menos) que esas dos líneas delante de su área, sobre todo cuando Dzyuba dejó el campo en el minuto 60. Fueron un ejercicio de fe que acabó venciendo a esa amalgama de desgracias que fue La Roja antes y durante este Mundial como suelen darse estas derrotas: en la tanda de penaltis. Para más dolor.
De la misma manera que resulta casi rastrero culpar a Koke y Aspas toda vez que estas tandas son una lotería, poca culpa podemos echarle a De Gea de no detener ningún penalti. Aunque es verdad que tras el nivel general que ha dado en la competición uno, que ha visto muchas películas, espera que el antihéroe mute a héroe y salve a su equipo en el momento justo. Tocó el primer lanzamiento, el tercero le pasó por debajo del cuerpo, pero no se resarció. Da algo de envidia ver al ruso Akinfeev, al danés Schmeichel o al croata Subasic detener más de un lanzamiento.
En fin, que el camino que España inició torcido, nos ha llevado definitivamente de vuelta a casa. Yo, que soy de la generación que creció pensando que jamas pasaríamos de cuartos de un torneo importante, pero luego he podido vivir tres grandes títulos, empiezo a acostumbrarme a caer en octavos o en fase de grupos. Además, nosotros que impusimos un estilo, empezamos a pasar por lo torneos sin dejar huella, como tristes espectros. A la vuelta del verano, sin derrotismos pero con contundencia, toca buscar nuevas soluciones. Será sin Piqué y, ay, sin el gran Iniesta (nunca habrá otro igual), y tal vez debería ser también sin algunas otras verdades absolutas que ya no lo son.
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