Casualmente esta semana coinciden tres hechos que, vistos sin profundizar demasiado, como mínimo invitan a pensar que vivimos unas cuantas décadas atrás. Me refiero a la celebración del Día de la Hispanidad, con su desfile militar y manifestaciones aledañas; al rechazo en el Congreso de los diputados de una propuesta para tipificar como delito la apología del franquismo (en Catalunya el PP evitó tener que votar una moción similar huyendo del hemiciclo, y casi simultáneamente en el Parlamento Europeo los populares se opusieron amargamente a la aprobación de una resolución de condena del franquismo); y a la macrobeatificación de más de 500 mártires católicos de la Guerra Civil que la Iglesia llevará a cabo mañana en Tarragona. Sólo faltaría que el Congreso declarara la tauromaquia patrimonio cultural… Ah, que ya…
Para que nada chirríe en esta España en blanco y negro reloaded es lógico que hasta a los enfermos de cáncer les hagan pagar parte del tratamiento, que sólo las familias pudientes tengan garantizado el poder completar los estudios, que la escuela adoctrine a buenos cristianos católicos, que los sueldos “crezcan moderadamente” hasta niveles de los 90, que haya más parados que nunca, o que abortar sea sinónimo de arder en el infierno por toda la eternidad.
La manifestación ha llenado la plaza Catalunya
Foto: Jordi Cotrina – http://www.elperiodico.cat
A ver, que cada uno puede celebrar lo que le dé la gana, faltaría más. En Barcelona este mediodía de sábado “la mayoría silenciosa” ha salido a la calle a declarar su amor a España y a una Cataluña española. Eran muchos, pero lamento decirle a la señora Sánchez Camacho (líder del PP catalán) que si esa es la mayoría silenciosa que defiende la unidad del Estado en Catalunya lo llevan claro. Comparar esta manifestación con la cadena humana de la Diada resulta casi cómico, y lo dice un no independentista (que no anti). La guerra de las cifras la tienen más que perdida, así que harían bien los defensores de la España unida en empezar a aportar argumentos sólidos para que la verdadera mayoría de catalanes vea algún beneficio en seguir formando parte del Estado. Negar sistemáticamente el referéndum no es, desde luego, la postura más inteligente.
En mi opinión, el hecho de que Catalunya se independice o siga siendo española no va a cambiar en casi nada la situación de la mayor parte de la población. Los independentistas que duermen con el pijama cuatribarrado y le rezan cada noche a Guifrè el Pilòs y a Rafael de Casanova podrán morirse tranquilos, habiendo visto hacerse realidad su sueño, pero los otros, a los que lo que fuera Catalunya hace tropecientos años nos importa más bien poco, las vamos a seguir pasando igual de putas.
A mí lo que realmente me llama la atención, lo que me provoca que la llama de la esperanza se avive un poquitín, es ver cómo la comunidad educativa de Baleares se ha plantado en bloque ante la determinación del actual gobierno autonómico (en línea con el estatal) de cargarse el modelo educativo. Tres semanas de huelga indefinida sin fisuras, con el apoyo de los padres, para plantarse ante el abuso (uno más) del poder.
Multitudinaria manifestación en Palma de Mallorca Foto: eldiario.es
El gobierno del presidente Bauzà pretende introducir el trilingüismo en la escuela, con la loable intención de que el alumnado acabe dominando el inglés igual que el catalán y el castellano. Nada que objetar, ¿no? No, claro, si la intención fuera verdaderamente esa; si se dotara a los docentes de los recursos adecuados para impartir materias como las matemáticas en inglés; si el modelo se hubiera consensuado con la comunidad educativa… La realidad es que la supuesta potenciación del inglés esconde la voluntad de reducir la presencia del catalán en las aulas. Y el gobierno, probablemente de forma inesperada, se ha encontrado con la oposición en pleno de la sociedad. El conflicto sigue abierto, aunque se hayan iniciado las clases, y ya veremos cómo acaba. Pero la lección que extraigo del episodio es que la sociedad unida tiene capacidad para influir en las decisiones de los gobernantes. En el resto de España deberíamos tomar nota de lo que está pasando en las islas y darnos cuenta que defender nuestro trocito de miseria no nos lleva a ninguna parte. Si realmente queremos cambiar las cosas tenemos que mover el culo, sin miedo, sin dudas. Reaccionar de una vez ante tanta desvergüenza.
En León este mismo sábado ha tenido lugar un acto de justicia, de dignificación de más de 1.500 seres humanos que fueron asesinados y sumidos en el anonimato durante la Guerra Civil. Un homenaje a las víctimas abandonadas en la fosa común del cementerio leonés que llega con casi una década de retraso, pero que, en definitiva, ha llegado, aunque el memorial que el Ayuntamiento aprobó que construiría, el más grande de España, ahora se niegue a completarlo escudándose en la siempre recurrente crisis.
Detalle del monumento de homenaje a las víctimas del franquismo en León
Foto: Peio García – http://www.leonoticias.com
Ha sido un acto sencillo, con presencia de familiares de las víctimas, personalidades del mundo académico y de la cultura y algún político despistado.
En Tarragona, en cambio, en unas horas se rendirá homenaje a otras víctimas de la misma guerra en un contexto mucho menos austero y, por supuesto, con la plana mayor de todas las administraciones posibles. No hay justificación posible a que los actos de dignificación que organiza la sociedad civil se lleven a cabo prácticamente en la clandestinidad mientras que los políticos se pelean por figurar en un homenaje a otras víctimas. Lamentablemente, tantos años después el resultado de la guerra sigue pesando. Los curas asesinados merecen tanto respeto como los represaliados republicanos. Precisamente por eso la atención y el respeto por parte de las instituciones debería ser, como mínimo, la misma.
Aún se espera el día en que la Conferencia Episcopal pida perdón por el apoyo explícito de la Iglesia a la rebelión y su participación en la represión, que no fue anecdótica precisamente. Igual que esperamos que el PP rompa definitivamente con el fascismo (esas risas…). ¿Por qué esa oposición sistemática a condenar el franquismo? ¿Por qué cada vez que se les presenta la “disyuntiva” insisten en meter en el mismo saco a la república o al comunismo? Creo que no hace falta que responda.
Dejaré a modo de ejemplo un par de declaraciones “justificativas” de la postura pepera. El jueves el Parlament catalán debatía una propuesta de condena de los regímenes totalitarios, incluido, por supuesto, el franquismo. Pues bien, el diputado del PP Fernando Sánchez-Costa pidió al resto de grupos que, por el mismo razonamiento, condenaran el “golpe de Estado” del presidente de la Generalitat Lluís Companys, que el 6 de octubre de 1934 declaró el Estado catalán dentro de la República Federal Española, situación que duró apenas unas horas. Quizás el diputado conservador no recuerde que a Companys lo fusilaron tras la guerra. ¿Existe mayor condena que esa?
El mismo jueves el Parlamento Europeo adoptaba un texto, introducido como enmienda por el PSOE, de condena al franquismo y reconocimiento de los derechos de sus víctimas, a pesar de los votos en contra del grupo popular. El eurodiputado Carlos Iturgáiz, sobradamente conocido por sus esperpénticas salidas de tono, señaló que el PP es “un partido moderno” y por eso “le ha vuelto a decir a los socialistas que están enquistados en el pasado” con “su raca-raca del franquismo“, que es algo que pertenece “a los libros de historia”. “Sólo saben hablar del franquismo”. Sobran los comentarios.