Revista Opinión
Rafael Poch, La Vanguardia
El Directorio europeo tiene miedo. La democracia y la protesta son su pesadilla.
El Directorio siente que el suelo tiembla bajo sus pies. Con Francia temporalmente fuera de juego por elecciones, su eje ya no es Merkozy, sino Berlín y la Comisión Europea. No les gusta lo que asoma en España, la gente vota equivocado y hace huelga, así que le aprietan la soga. Merkel no quiere intervenir a España, pero hay un antes y un después con Madrid y su nuevo gobierno conservador. En marzo ha pasado de niño bonito obediente, a ser visto con desconfianza y prevención.
Este Directorio germano-europeo no sólo exige austeridad, sino que no tolera chulerías. La chulería podría ser preludio de indisciplina y hay que atarla corto. Se trata de la declaración del 2 de marzo de Mariano Rajoy, quien, invocando la “soberanía nacional”, anunció unilateralmente una reducción del objetivo de déficit.
“Intolerable”, dicen en Francfort fuentes del lobby bancario europeo en condiciones de anonimato. “Un país no puede siquiera apuntar que se salta algo, o que lo hace invocando la soberanía nacional”. “Es la forma lo que asusta”, dicen. “Tenemos un pacto fiscal y lo menos que podía esperarse es que se lo hubiera comunicado primero a la Comisión Europea y que fuera ésta quien lo dijera”, observan.
Con su modus operandi, Rajoy, “colocó a la Comisión en una esquina”. “Nadie duda de que España acabará consiguiendo reducir su déficit, pero las cosas no se hacen así”, dicen. “Es la apariencia de rebelión lo que cuenta”. “Los mercados castigan eso inmediatamente”, advierten. Y así está ocurriendo.
Pocos días después, y pese al billón en “eurobonos para la banca” emitido en créditos a bajo interés por el BCE desde diciembre, las bolsas volvían a tambalearse, con subidas alarmantes de la prima de riesgo española e italiana. Los reproches llegaron desde Italia: la “gran preocupación” española de Mario Monti: “el gobierno de Madrid descuida las cuentas públicas”.
“La ingerencia en los asuntos españoles muestra el nerviosismo que hay: Monti, que aún no ha hecho en su país la reforma laboral que va a provocar una rebelión sindical en Italia, debe mantener la tensión”, señala la prensa económica alemana. Pero no es una cuestión italiana. Merkel da su brazo a torcer en materia de cortafuegos europeo citando la “fragilidad” de la situación española e italiana. Y exige que el grueso del ajuste español de dos años se haga en 2012. Juncker pone el gesto con su premonitorio estrangulamiento a Guindos.
“El legado de Zapatero pesaba mucho sobre España”, donde ahora hay, “un socio serio y digno de confianza que se toma en serio el ajuste estructural”, se felicitaba a principios de mes en su editorial el Frankfurter Allgemeine Zeitung. El establishment alemán no disimuló sus simpatías, pero en treinta días Rajoy pasó de niño bonito a ser tachado de “desertor” por el Financial Times Deutschland que califica su breve desafío verbal de “estrepitosa jugada individual”. Lo que ha cambiado es la sensación general de peligro: el Directorio tiene miedo.
Ya ha habido una carta de doce jefes de gobierno europeos pidiendo a los fanáticos-incompetentes de la austeridad de Berlín y Bruselas, más atención al crecimiento y al desempleo y exigiendo reducir la burocracia de la Unión Europea. La carta abre un escenario general de “desafío del Sur al Norte”, señalaba el editorial de un gran diario alemán. Pero el fantasma concreto es Francia.
Si el pacto fiscal se hunde, será en Francia. En el escenario de un asalto ciudadano a la Bastilla neoliberal, en la pesadilla de una Convención ciudadana que ponga en cuestión el actual edificio europeo, puede que España, Portugal e Italia aporten la infantería –Grecia lleva tiempo en ese papel en solitario-, pero la caballería institucional será francesa. Una burocracia no electa y el errático nacionalismo económico alemán, cuyo único programa es que Merkel logre mantenerse en el poder tras las generales de otoño de 2013, tiemblan sólo de pensarlo.
Dos son los enemigos de esa coalición de incompetentes: la soberanía nacional y la democracia. La soberanía nacional de España amagada por Rajoy es calderilla. La soberanía de la “Grande Nation” es otro asunto. Respecto a la democracia, la lista de todo lo que asusta al Directorio, la ofrece el sorprendente economista jefe del Financial Times Deutschland, Thomas Fricke, uno entre la decena escasa de periodistas de medios relevantes alemanes que lanzan mensajes coherentes.
Asustó el referéndum griego que no fue, dice Fricke, las elecciones helenas que están por venir, y las presidenciales francesas, porque las puede ganar un socialista escéptico con el pacto fiscal. Al contrario, los triunfos de ese prepotente conglomerado son completamente antidemocráticos: colocar a banqueros como jefes de gobierno no electos en Roma y Atenas, imponer contrareformas sociolaborales “extremadamente agresivas” por doquier, dictar intervencionismos. “El mensaje es claro: la democracia es algo estúpido”, dice Fricke.
Sin embargo a nadie se le escapa ya la estupidez de la política de ese Directorio de inútiles al servicio del sector financiero y sus intereses (“los mercados”). Cuando recetaron austeridad a ultranza en 2010 se levantó un coro de economistas que advirtieron que llevaría a más deuda y la recesión. Lo ignoraron. En Grecia ocurre precisamente eso: entonces la deuda era del 120% del PIB, ahora es el 170%. Y la vida de la gente cae en barrena.
Ante esa evidencia y ante las voces que reclaman que por lo menos se combine la austeridad con políticas orientadas al crecimiento y al empleo, esos inútiles aceptaron en 2011 hacer algo por el “crecimiento”, pero lo único que entienden por ello son medidas como facilitar el despido o flexibilizar la contratación. Ningún estudio económico, de esos institutos tan poco independientes, ha confirmado nunca que la flexibilidad laboral contribuya al empleo. En sus raros momentos de sinceridad, algunos políticos han llegado a admitir lo obvio: a corto plazo la facilidad del despido incrementa el desempleo.
Resumiendo: combatieron una quiebra del sistema financiero inyectando dinero público, cuando la inyección creó deuda pública declararon que ésta –no la quiebra que la provocó- era el problema. Los bancos de Alemania y otros países del Norte que contribuyeron a la deuda privada del Sur europeo invirtiendo decenas de miles de millones de su superavit comercial en nuestras criminales fantasías inmobiliarias, redujeron un asunto claramente interrelacionado a un problema de “virtuosos y manirrotos”. Lo inaudito no ha sido el patoso y descarado nacionalismo alemán en todo esto, sino el servilismo y vasallaje de los políticos del Sur ante ese discurso. A continuación, para atajar todo ese embrollo de deuda aplicaron recorte social a los de abajo con la misma filosofía que condujo a la quiebra original. Ahora, ante la evidencia que el remedio es peor que la enfermedad, hablan de políticas de crecimiento pero por ello sólo entienden “reforma laboral”. En dos años, el atraco perfecto se ha convertido en evidente farsa. Mientras tanto la gente ha ido aprendiendo economía, en su propia carne y asoma la rebelión.
En los ministerios de Exteriores y de Finanzas de Berlín, se declaraban satisfechos con lo que el nuevo gobierno español apuntaba. Merkel estaba contenta, sobre todo con la firmeza de Rajoy ante las autonomías, señalaban las fuentes. Pero las cosas se tuercen. Primero la anecdótica chulería de Rajoy, que introduce el escenario de que algún día algún dirigente europeo se levante y le diga al Directorio que está desnudo. Luego los andaluces se equivocaron al votar. A eso se le añade el ambiguo y desvergonzado independentismo convergente, en Catalunya. Y encima una huelga general que ha dado ánimos a la calle y que será inicio de una serie. Quien sabe si, ante la evidencia de que el problema está en el Directorio, el mundo sindical no llegará a la necesaria Huelga General Europea.
España ha llegado a la situación de Grecia en 2010. A partir de ahora una rápida bajada. Con su perspectiva griega de degeneración social para la mayoría, sus millones de parados, su juventud sin futuro, sus mayores más amenazados que nunca, en pensiones y puestos de trabajo de libre despido, reúne condiciones para que tome fuerza su 15-M cívico-laboral. Por eso está en el punto de mira. El Directorio ya habla de intervención.
“Europa está molesta porque Rajoy retrasó los presupuestos por motivo electoral”, señala la editorial de otro gran diario alemán. “Los conservadores fracasan en Andalucía, preocupación por el déficit”, titula el Financial Times Deutschland. “Surgen dudas en los mercados ante el rumbo del ahorro del nuevo gobierno de Madrid”, señala el Handelsblatt.
“Grecia solo era el principio, Portugal ya está en quiebra, pero lo que amenaza de verdad a Europa es España, incomparable con los otros dos”, dice Die Welt.
Es la soberanía y la democracia lo que molesta a “los mercados”. Pero, aunque cada vez más hundida en su condición de protectorado, en España todavía hay elecciones, huelgas y ciudadanía. La hora de la verdad se acerca para Europa, y España podría ser el eslabón débil de la cadena. Por eso está en el punto de mira.Una mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización
El Directorio europeo tiene miedo. La democracia y la protesta son su pesadilla.
El Directorio siente que el suelo tiembla bajo sus pies. Con Francia temporalmente fuera de juego por elecciones, su eje ya no es Merkozy, sino Berlín y la Comisión Europea. No les gusta lo que asoma en España, la gente vota equivocado y hace huelga, así que le aprietan la soga. Merkel no quiere intervenir a España, pero hay un antes y un después con Madrid y su nuevo gobierno conservador. En marzo ha pasado de niño bonito obediente, a ser visto con desconfianza y prevención.
Este Directorio germano-europeo no sólo exige austeridad, sino que no tolera chulerías. La chulería podría ser preludio de indisciplina y hay que atarla corto. Se trata de la declaración del 2 de marzo de Mariano Rajoy, quien, invocando la “soberanía nacional”, anunció unilateralmente una reducción del objetivo de déficit.
“Intolerable”, dicen en Francfort fuentes del lobby bancario europeo en condiciones de anonimato. “Un país no puede siquiera apuntar que se salta algo, o que lo hace invocando la soberanía nacional”. “Es la forma lo que asusta”, dicen. “Tenemos un pacto fiscal y lo menos que podía esperarse es que se lo hubiera comunicado primero a la Comisión Europea y que fuera ésta quien lo dijera”, observan.
Con su modus operandi, Rajoy, “colocó a la Comisión en una esquina”. “Nadie duda de que España acabará consiguiendo reducir su déficit, pero las cosas no se hacen así”, dicen. “Es la apariencia de rebelión lo que cuenta”. “Los mercados castigan eso inmediatamente”, advierten. Y así está ocurriendo.
Pocos días después, y pese al billón en “eurobonos para la banca” emitido en créditos a bajo interés por el BCE desde diciembre, las bolsas volvían a tambalearse, con subidas alarmantes de la prima de riesgo española e italiana. Los reproches llegaron desde Italia: la “gran preocupación” española de Mario Monti: “el gobierno de Madrid descuida las cuentas públicas”.
“La ingerencia en los asuntos españoles muestra el nerviosismo que hay: Monti, que aún no ha hecho en su país la reforma laboral que va a provocar una rebelión sindical en Italia, debe mantener la tensión”, señala la prensa económica alemana. Pero no es una cuestión italiana. Merkel da su brazo a torcer en materia de cortafuegos europeo citando la “fragilidad” de la situación española e italiana. Y exige que el grueso del ajuste español de dos años se haga en 2012. Juncker pone el gesto con su premonitorio estrangulamiento a Guindos.
“El legado de Zapatero pesaba mucho sobre España”, donde ahora hay, “un socio serio y digno de confianza que se toma en serio el ajuste estructural”, se felicitaba a principios de mes en su editorial el Frankfurter Allgemeine Zeitung. El establishment alemán no disimuló sus simpatías, pero en treinta días Rajoy pasó de niño bonito a ser tachado de “desertor” por el Financial Times Deutschland que califica su breve desafío verbal de “estrepitosa jugada individual”. Lo que ha cambiado es la sensación general de peligro: el Directorio tiene miedo.
Ya ha habido una carta de doce jefes de gobierno europeos pidiendo a los fanáticos-incompetentes de la austeridad de Berlín y Bruselas, más atención al crecimiento y al desempleo y exigiendo reducir la burocracia de la Unión Europea. La carta abre un escenario general de “desafío del Sur al Norte”, señalaba el editorial de un gran diario alemán. Pero el fantasma concreto es Francia.
Si el pacto fiscal se hunde, será en Francia. En el escenario de un asalto ciudadano a la Bastilla neoliberal, en la pesadilla de una Convención ciudadana que ponga en cuestión el actual edificio europeo, puede que España, Portugal e Italia aporten la infantería –Grecia lleva tiempo en ese papel en solitario-, pero la caballería institucional será francesa. Una burocracia no electa y el errático nacionalismo económico alemán, cuyo único programa es que Merkel logre mantenerse en el poder tras las generales de otoño de 2013, tiemblan sólo de pensarlo.
Dos son los enemigos de esa coalición de incompetentes: la soberanía nacional y la democracia. La soberanía nacional de España amagada por Rajoy es calderilla. La soberanía de la “Grande Nation” es otro asunto. Respecto a la democracia, la lista de todo lo que asusta al Directorio, la ofrece el sorprendente economista jefe del Financial Times Deutschland, Thomas Fricke, uno entre la decena escasa de periodistas de medios relevantes alemanes que lanzan mensajes coherentes.
Asustó el referéndum griego que no fue, dice Fricke, las elecciones helenas que están por venir, y las presidenciales francesas, porque las puede ganar un socialista escéptico con el pacto fiscal. Al contrario, los triunfos de ese prepotente conglomerado son completamente antidemocráticos: colocar a banqueros como jefes de gobierno no electos en Roma y Atenas, imponer contrareformas sociolaborales “extremadamente agresivas” por doquier, dictar intervencionismos. “El mensaje es claro: la democracia es algo estúpido”, dice Fricke.
Sin embargo a nadie se le escapa ya la estupidez de la política de ese Directorio de inútiles al servicio del sector financiero y sus intereses (“los mercados”). Cuando recetaron austeridad a ultranza en 2010 se levantó un coro de economistas que advirtieron que llevaría a más deuda y la recesión. Lo ignoraron. En Grecia ocurre precisamente eso: entonces la deuda era del 120% del PIB, ahora es el 170%. Y la vida de la gente cae en barrena.
Ante esa evidencia y ante las voces que reclaman que por lo menos se combine la austeridad con políticas orientadas al crecimiento y al empleo, esos inútiles aceptaron en 2011 hacer algo por el “crecimiento”, pero lo único que entienden por ello son medidas como facilitar el despido o flexibilizar la contratación. Ningún estudio económico, de esos institutos tan poco independientes, ha confirmado nunca que la flexibilidad laboral contribuya al empleo. En sus raros momentos de sinceridad, algunos políticos han llegado a admitir lo obvio: a corto plazo la facilidad del despido incrementa el desempleo.
Resumiendo: combatieron una quiebra del sistema financiero inyectando dinero público, cuando la inyección creó deuda pública declararon que ésta –no la quiebra que la provocó- era el problema. Los bancos de Alemania y otros países del Norte que contribuyeron a la deuda privada del Sur europeo invirtiendo decenas de miles de millones de su superavit comercial en nuestras criminales fantasías inmobiliarias, redujeron un asunto claramente interrelacionado a un problema de “virtuosos y manirrotos”. Lo inaudito no ha sido el patoso y descarado nacionalismo alemán en todo esto, sino el servilismo y vasallaje de los políticos del Sur ante ese discurso. A continuación, para atajar todo ese embrollo de deuda aplicaron recorte social a los de abajo con la misma filosofía que condujo a la quiebra original. Ahora, ante la evidencia que el remedio es peor que la enfermedad, hablan de políticas de crecimiento pero por ello sólo entienden “reforma laboral”. En dos años, el atraco perfecto se ha convertido en evidente farsa. Mientras tanto la gente ha ido aprendiendo economía, en su propia carne y asoma la rebelión.
En los ministerios de Exteriores y de Finanzas de Berlín, se declaraban satisfechos con lo que el nuevo gobierno español apuntaba. Merkel estaba contenta, sobre todo con la firmeza de Rajoy ante las autonomías, señalaban las fuentes. Pero las cosas se tuercen. Primero la anecdótica chulería de Rajoy, que introduce el escenario de que algún día algún dirigente europeo se levante y le diga al Directorio que está desnudo. Luego los andaluces se equivocaron al votar. A eso se le añade el ambiguo y desvergonzado independentismo convergente, en Catalunya. Y encima una huelga general que ha dado ánimos a la calle y que será inicio de una serie. Quien sabe si, ante la evidencia de que el problema está en el Directorio, el mundo sindical no llegará a la necesaria Huelga General Europea.
España ha llegado a la situación de Grecia en 2010. A partir de ahora una rápida bajada. Con su perspectiva griega de degeneración social para la mayoría, sus millones de parados, su juventud sin futuro, sus mayores más amenazados que nunca, en pensiones y puestos de trabajo de libre despido, reúne condiciones para que tome fuerza su 15-M cívico-laboral. Por eso está en el punto de mira. El Directorio ya habla de intervención.
“Europa está molesta porque Rajoy retrasó los presupuestos por motivo electoral”, señala la editorial de otro gran diario alemán. “Los conservadores fracasan en Andalucía, preocupación por el déficit”, titula el Financial Times Deutschland. “Surgen dudas en los mercados ante el rumbo del ahorro del nuevo gobierno de Madrid”, señala el Handelsblatt.
“Grecia solo era el principio, Portugal ya está en quiebra, pero lo que amenaza de verdad a Europa es España, incomparable con los otros dos”, dice Die Welt.
Es la soberanía y la democracia lo que molesta a “los mercados”. Pero, aunque cada vez más hundida en su condición de protectorado, en España todavía hay elecciones, huelgas y ciudadanía. La hora de la verdad se acerca para Europa, y España podría ser el eslabón débil de la cadena. Por eso está en el punto de mira.Una mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización