Revista Jurídico

España, país de chorizos

Por Barrinto
Ocurrió hace días, pero no había tenido tiempo de comentarlo. Al pagar un taxi me dejé la billetera encima del asiento con 40 euros y todas mis tarjetas de crédito y carnets profesionales. También varias tarjetas de visita donde figura mi nombre, mi número de teléfono móvil y mi dirección de correo electrónico. He preguntado a familiares y amigos qué harían si se encontraran una billetera (no la mía) con tal contenido, y todos dicen que harían lo mismo que yo, intentar localizar al propietario y devolvérsela.
"Aparecerá todo menos el dinero", me advirtieron varios. Y así fue. Localicé al taxista, quien la había dejado en la oficina de objetos perdidos, y faltaba el dinero y dos tarjetas de crédito (el granuja se dejó el bonobús y el bonometro, lo que me hace sospechar del taxista, quien asegura que la cartera se la dio una clienta dos horas después de bajarme yo, pero ¿acaso importa quién fuera?).
Lo escandaloso, para mí, es que todo el mundo considere normal y hasta lógico que la gente se apropie de un dinero cuyo dueño está perfectamente identificado con nombre, apellidos y número de teléfono. Conozco otro caso de una mujer a la que pillaron con un móvil ajeno en su bolso, que alegó que el teléfono estaba en una mesa (en la sala de espera de un hospital) y "como no era de nadie", lo había cogido.
La pobreza moral de los españoles es tan palmaria, que no es extraño que los chorizos lleguen a las más altas cotas de poder y que la mayoría considere normal que roben o enchufen a familiares. Y los votan, porque ellos harían lo mismo.

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