Estracto del reportaje publicado en la revista Tiempo (España)...
POR ANTONIO PAMPLIEGA (Kabul)
Permanece en silencio mientras se pasa la mano por la perilla entrecana. Observa cómo sus hombres se pertrechan con el equipo. Cascos, chalecos y fusiles de asalto. La tensión se puede ver en su rostro. Javier Lumbier, sargento primero del Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo (EADA), recuerda, en silencio, la ruta por la que deben dirigirse los dos vehículos hasta llegar a su destino. En su cabeza tiene memorizadas las calles y las vías por las que deberá moverse el convoy. En su mirada se puede ver la incertidumbre por lo que les espera fuera de los muros del aeropuerto internacional de Kabul (KAIA). Una ciudad plagada de peligros y donde los atentados suicidas son la principal amenaza a la que deben enfrentarse todos aquellos que se atrevan a aventurarse por sus calles.
Lleva casi tres meses destinado en Kabul al frente de la escolta del coronel Rubén García Servet -responsable del aeropuerto de la capital afgana- y en los casi 90 días que lleva destinado en Afganistán no ha sufrido ningún percance. No se desprende de esa rigidez hasta que finaliza la misión con éxito y todos los hombres que forman su equipo vuelven a la base sanos y salvos. Junto a él, un grupo de hombres compuesto por unidades del EADA y el SEADA (Segundo Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo) se dirige a los dos vehículos todoterreno aparcados frente a la lavandería. Llegó el momento. Pero este grupo de profesionales no ha dejado nada al azar. “Siempre que vamos a hacer una salida sabemos con antelación dónde vamos a ir y qué rutas vamos a utilizar. Realizamos un reconocimiento exhaustivo del lugar al que debemos llevar a nuestro escoltado y sabemos de antemano los peligros a los que nos vamos a enfrentar. Contamos con el apoyo del personal de inteligencia que nos facilita información vital sobre los itinerarios que hemos escogido y así sabemos si es seguro o no movernos por Kabul”, afirma Lumbier mientras da las últimas instrucciones a su equipo.
Pero moverse por una ciudad como Kabul no es sencillo y lo saben. Por eso tratan de extremar las precauciones al máximo para salvaguardar la vida del VIP y la suya propia. “El objetivo es llamar la atención lo menos posible. Por eso, si nos tenemos que desplazar por Kabul utilizamos vehículos encubiertos que llaman menos la atención que un vehículo militar. Aquí el peligro son los terroristas suicidas y siempre eligen como objetivo personal militar; por eso al utilizar los vehículos camuflados podemos pasar por personal de una embajada o de una ONG”, revela el sargento primero.
En cambio, cuando se mueven por terreno abierto hacen uso de los Lince, la última adquisición del Ministerio de Defensa. Son vehículos con una protección superior, en cuanto a blindaje, y que cuentan con una torreta artillada desde donde poder abrir fuego en caso de ataque. Pero en Afganistán nunca se puede estar seguro. “En el mes de septiembre un equipo de soldados italianos sufrió un ataque suicida mientras se desplazaban en los Lince. Murieron seis de ellos”, afirma Javier Lumbier mientras hace una pausa. Hablar sobre muertos y ataques hace reflexionar a cualquiera. “Pero bueno, nosotros llevamos aquí tres meses y no hemos tenido ningún tipo de incidente”, añade con una pequeña sonrisa.
“Deben estar orgullosos”.
Este grupo de hombres es una pequeña representación del grueso del contingente español -formado por 70 soldados- que, bajo el mando del coronel Rubén García Servet, tiene la misión de liderar el aeropuerto internacional de Kabul durante seis meses. Tiempo ha tenido la oportunidad de convivir con este destacamento español durante una semana y ha comprobado in situ la excelente labor que están realizando los soldados españoles destinados en Kabul.
“España es responsable del funcionamiento del aeropuerto de Kabul desde el aspecto aeronáutico y logístico (combustible, alojamiento para los soldados que están de tránsito, aparcamiento para las aeronaves, etcétera) hasta el tema de seguridad. En los seis meses que llevamos en Kabul hemos conseguido que el aeropuerto permanezca operativo las 24 horas del día, los siete días de la semana. Es una misión de alta responsabilidad y España y sus soldados han sabido estar a la altura, por lo que podemos decir que la misión ha sido un éxito”, afirma el coronel Rubén García Servet, que ha visto en los últimos meses -gracias en gran medida a la labor del contingente español- cómo ha aumentado el tráfico aéreo hasta ponerse a la altura del aeropuerto de Málaga (el cuarto de España).
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