La dualidad es una de las temáticas esenciales de la ciencia ficción, no sólo como manifestación argumental sino como sindrome de una época o momento, idea que han replicado tanto escritores como directores de este tipo de ficción, que se adentra en los pasillos más oscuros de la mente como en la fragilidad de la carne; elementos que aparecen de manera constante en la corta pero elocuente cinematografía de Brandon Cronenberg, director que se ha labrado su propio camino, donde la violencia, lo sexual, la falta de identidad y el desecanto con una sociedad consumida por la tecnologia, hacen eco de lo que vivimos actualmente. También su reconocimiento está mediado por su apellido y estilo, que sí bien lo enlazan con David Cronenberg,- su padre-, es decir los temas controversiales, sangrientos, y ese concepto de la nueva carne; este también se ha alimentado de nuevas fuentes, mucho más cercanas a su época, a los cambios sociales, y porque no, a la propia decadencia de la última década, en la que, las redes sociales como el turismo salvaje, nos pueden llevar a nuestro propio infiero.
A continuación analizaremos la obra de Cronenberg, que ha pasado de un "minimalismo" viral de ser "otra persona" con su ópera prima al infierno del turismo con Infinity Pool, hasta ahora su última película.
Antiviral (2012)
Cronenberg escribe y dirige una obra con tintes distópicos, en un futuro cercano donde la gente se puede infectar con las enfermedades de los famosos desde un laboratorio, idea que va a primar en el cine del canadiense, la de una sociedad carcomida por sus idealizaciones y módelos a seguir, porque lo que genera este laboratorio, y sus empleados, son replicas de las enfermedades de famosos, que acerquen al infectado con el que admira profundamente; sí bien la película peca en ritmo y contenido, el trabajo con el espacio en blanco, así como la premisa, y la presencia de Caleb Landry Jones, reflejo de la enfermedad o mejor, de lo enfermizo; hacen de este debut, algo interesante, y un cineasta prometedor, con cierto estilo, que no teme a equivocarse.
Minicrítica
Sí bien es cierto que no era la "opera prima" que esperaba, esa idea entre la críticia social, y el body horror, como fiel heredero de su padre, me pareció que tenía un potencial fácil de trasladar a ideas más potentes, como lo va a hacer en Possesor y con Infinity Pool, para mí la más accesible pero certera de sus obras.
Possesor (2020)
Aunque se podría resumir con facilidad el guión de Possesor, una asesina que toma el control de otras personas, a través de un implante para llevar a cabo sus planes, también es cierto, que es una obra repleta de capas, de entramados y subterfugios narrativos, que más que confundir, nos adentran, en ese gusto por la dualidad y las preocupaciones contemporáneas de Cronenberg, llevadas a cuotas de violencia y salvajismo, expresando su preocupación por la mezquindad del ser humano, la familia y esa desconexión con la realidad, que se logra traducir no sólo en el papel de la asesina, sino de una corpración, en la que, la premisa de el fin justifica lo medios, parece poco.
No sólo Cronenberg nos adentra en ese "juego" de la dualidad, propia del cine de espias o del mismo thriller, sino que nos confronta con una violencia tan deshumanizada, como lo que vivimos en el día a día en esta sociedad - tanto digital como virtual-, ya no sólo desde el asesinato por encargo, sino a nuestra propia naturaleza destructora, como en la secuencia en la que Vos, la asesina, una magnífica Andrea Riseborrough, ya no siente ninguna culpa, ni siquiera por perder su identidad, y podríamos pensar, en este caso, la humana.
Minicrítica
Además de haber ganador en Sitges como mejor película y director, Possesor es una obra, que rompe con los moldes de esta época, tanto por su violencia, metafísica y cuestionamiento filosófico sobre una sociedad que está más cerca del desapego humano como Vos y su empresa asesina, que del resto de personajes. Igualmente, tanto visual como estéticamente, la obra de Cronenberg, progresó, y ha madurado en su forma, para la grotesco como para lo sublime.
Para destacar los papeles de Jennifer Jason Leigh, que recuerda a la evolución de algún personaje cronenbergiano -padre- (Existenz), al siempre destructivo Sean Bean, y como anotabamos más arriba, la cambiante Andrea Riseborrough. Al igual que el uso de protesis y efectos prácticos, todo muy "old school", que se amolda perfectamente al tipo de película, que entre el canuxplotation, el ci fi y terror psicológico, y la huella de identidad de los Croneneberg, donde carne, sangre y lo grotesco, tienen un eco filosófico.
Los saltos en el tiempo o espaciales - mentales o locativos-, siempre serán retos reivindicativos para el montaje y el trabajo fotográfico, tanto en su forma más estilizada como en la hiperbólica, como sucede en este caso con la fotografia de Karim Hussain (director de fotografía y director canadiense), mano derecha de Cronenberg y el también director Mathew Hannam, quien edita esta obra, quienes entre la forma y el color nos adentran en la mente de Vos, sus pensamientos y ruptura mental.
Infinity Pool (2023)
Una premisa tan abierta, como el infierno de los centros turísticos, da forma a la última película del canadiense, en la que, un prometedor novelista y su millonaria esposa pasan un tiempo de descanso en un alejado centro vacacional, la tranquilidad de éstos se verá afectada por la presencia de Gabi, admirador de la única novela del escritor, y una mujer tan extraña como su compañero; en una salida, fuera del complejo vacacional, los oscuros secretos de la isla, la corrupción y la naturaleza más decadente de la sociedad, harán de la pareja y de las vacaciones, todo un infierno.
Cronenberg, no se aleja de la ciencia ficción y la distopía reciente, porque en la isla, la clonación existe, y estos clones serán explotados de todas las formas posibles, pero donde reside el eco perturbador, está no sólo en la naturaleza humana sino en la naturalización de la violencia, el exotismo y en cierto sentido, esa colonización vacacional, en la que, todo está permitido, en ese breve instante de pausa social.
Es con esta obra que Cronenberg dispone de sus obsesiones y temáticas recurrentes, la dualidad, la falta de identidad y crítica a la sociedad, eso sí, todo más accesible, con mucho efectismo visual, sin perder su estilo descarnado y cierta experimentación, sobre todo en las secuencias donde las drogas, el sexo y el ambiente más sordido, toma forma.
Minicrítica
Aunque la película puede pecar en la sobreactuación de Mia Goth - el objeto de deseo del escritor-, es su superlativo papel, el que hace más potente el desarrollo de la historia; así mismo, sin ser la mejor actuación, el trabajo de Skargard funciona; mezclándose con ese gran trabajo fotográfico de Karim Hussain, que acá desplega todas sus cartas y artilugios técnicos.
Una de esas interesantes obras, con buen pulso narrativo, cierta originalidad, y que logra reflexionar sobre el mundo actual a través de la violencia, lo grotesco, y que no deja indiferente, para bien o para mal su obra, repleta de guiños a su propio apellido, gustos literarios, obsesiones, y en cierto modo, a su propia figura, eso sí, llevadas a cuotas extremas.
Conclusión (es)
Un cine de gente solitaria, como lo vemos en los tres fotogramas seleccionados, que parten de premisas no sólo básica sino actuales, que están enmarcadas en una sociedad alienada e igualmente desencatada, que ve en el otro, ya no sólo un peligro sino otro decorado más de la decadencia, más que un cine pesimista o nihilista, como el de su padre, el de Brandon Croneneberg, es desasosegante, no es pesimista, porque no hay nada que cambiar, ya estamos perdidos, nos muestran los últimos fotogramas de sus obras. Eso si, aunque hay que reconocerle sus dotes y buen pulso narrativo, aún lleva a extremos pocos necesarios, no tanto en la violencia sino en sus reflexiones literarias, que no siempre cuadran del todo. Aún así, una nueva carne cinematográfica que vale la pena seguir viendo en su evolución.