No sé en qué momento supimos que la saga de Harry Potter constaría de siete volúmenes, aunque es probable que nos lo viésemos venir ya que son esos son los años que los alumnos cursan en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Siete volúmenes, los dos últimos hasta el momento con un considerable aumento de páginas con respecto a los tres primeros, parecen tener mucho que contar, pero no siempre es así. Acabábamos “El cáliz de fuego” sabiendo que Voldemort había regresado, que Harry tendría que hacer frente a una serie de peligros mayores hasta los que se ha enfrentado hasta el momento y que había mucho en juego. Además, ni siquiera el Ministro de Magia, Fudge, parece creerle, por lo que el cuarto volumen terminaba de nuevo con un aire pesimista.
Así que, como lectores y espectadores, estábamos deseando que Harry Potter yla Ordendel Fénix saliese a la luz, para devorar sus casi novecientas páginas en una sola noche. Creo que este fue uno de los libros más esperados, no sólo por todo lo que he descrito antes, sino también porque el poder globalizador del cine había hecho aún si cabe más famoso al niño mago, y de una serie muy vendida, pasamos a casi a una cuestión de estado. A día de hoy, los libros y películas se han convertido en grandes fuentes de ingresos que requieren todo tipo de protección: guardaespaldas, aviones que distribuyen los libros por ciudades de todo el mundo, colas kilométricas frente a los centros comerciales esperando a que den las doce de la noche para poder entrar a comprarlos… Esto, sumándolo al Hype generado por la editorial y con mensajes de la autora, que creó el misterio anunciando que un nuevo personaje fallecería en este libro (y todos los rumores apuntaban a Hagrid) y con la enorme longitud del relato, parecía anunciar un nuevo salto en calidad para la saga que, desgraciadamente, no fue así.
Pero no sólo en el libro, su adaptación al cine supuso un revés y un paso atrás del que jamás se recuperaría. Por última vez, hubo un cambio de director, y David Yates, que hasta entonces sólo había dirigido telefilmes, sería el encargado de llevar a la pantalla cuatro películas más, las más importantes desde un punto de vista argumental y las que requerían mayor pericia tras la cámara. Y a día de hoy, vista la saga en su conjunto (y teniendo en cuenta que esto es mi opinión personal y no tenéis por qué estar de acuerdo con ella) Yates recuperaría el espíritu de Chris Columbus al hacer cine Fast-Food que lo único que buscara era la explotación de una franquicia en un tiempo récord.
Pero vayamos por partes.
Otro detalle que la autora dejó caer antes de la salida del libro fue que un personaje inesperado demostraría conocimientos mágicos. Que vale, sí, es una chorrada, pero es un buen punto de partida, porque puestos ya en situación, con el regreso de Voldemort y el asesinato de Cedric Diggory, acaecidos hace un par de meses (aunque en la película dicen que fue hace un año, lo que es un error grandísimo) entendemos la frustración de Harry, que vive encerrado en casa de sus tíos sin recibir ninguna noticia del mundo mágico. Ni Ron, ni Hermione, ni tan siquiera Sirius, le cuentan qué está pasando, ni tampoco hay noticias de su enemigo, que parece haber desaparecido del mapa. En estas circunstancias, Harry, más agresivo que de costumbre, intenta molestar a su primo Dudley, pero entonces ocurre algo inesperado: Dos dementores aparecen en el barrio y los atacan, obligando a nuestro protagonista a hacer magia, lo que le ocasionará una bandada de lechuzas que le anuncian que ha violado la ley y por tanto ha de presentarse en el ministerio para una vista disciplinar que decidirá o no su expulsión del colegio.
Los tíos de Harry no creen esa historia, sino que piensan que su sobrino ha estado atacando a su hijo. Sin embargo, tía Petunia se derrumba y confiesa que sabe lo que son los dementores, ya que escuchó a alguien (guiño, guiño) decirlo hace muchos años. De pronto, parece que la hasta ahora invisible pero sólida barrera que separa el mundo mágico del Muggle ha empezado a derrumbarse.
Harry es rescatado por varios personajes ya conocidos, y algunos que vemos por primera vez. Están Moody y Lupin, pero también Tonks y Kingsley, además de Mundungus Fletcher, que aseguran venir a llevarlo al cuartel general deLa Ordendel Fénix, una organización secreta fundada por Dumbledore que lucha contra Lord Voldemort. Su cuartel general es el número 12 de Grimmauld Place (Grimm Old Place), la antigua casa señorial de los Black, donde Sirius vive oculto. El reencuentro entre Harry y su padrino es un bastante más frío de lo que esperaba, ya que todo el mundo parece querer ocultarle lo que está pasando. Harry estalla, y será la primera de una serie de arrebatos que hacen que nos planteemos la salud mental del muchacho.
Poco después se nos explica lo que ocurre: Voldemort no ha dado señales de vida porque está intentando reconstruir su ejército, y también se encuentra en la búsqueda de algo que no poseía la última vez y que podría ser su nariz un arma.
Sin embargo, ahora mismo hay otras preocupaciones más inmediatas: como la de enfrentarse al juicio en el Ministerio de Magia por hacer magia frente a un Muggle. Esto, que no es algo nuevo para Harry, es una muestra más de la nueva política de Fudge, que intenta desacreditar tanto a Harry como a Dumbledore por asegurar el regreso del Señor Oscuro. Fudge niega esto porque en el fondo no quiere admitir que se avecinan malos tiempos, de modo que es más fácil negarlo todo y hacer parecer a sus únicos testigos como unos chalados mentales a los que hay que hacer callar. En la versión al cine no hay ninguna explicación de qué ocurrió con el hijo de Barty Crouch, pero bueno, pasemos por alto esa parte.
El Ministerio es un sitio pequeño, la verdad. Se trata de un decorado bastante simple, un pasillo rodeado de chimeneas a través de las cuales van llegando los trabajadores. A estas alturas es probable que ya nos hayamos dado cuenta de que la película es más barata que las anteriores, una de las razones por las que Yates siguió dirigiendo en entregas posteriores. La espectacularidad de los mundiales de Quidditch de la cuarta película, con la sensación de realidad de Cuarón, parecen haber desaparecido aquí. En ‘El prisionero de Azkaban’, aquí y allá había guiños que te mantenían despierto. Cuadros que se movían (con una aparición estelar de Sir Cadogan), alumnos haciendo magia en los pasillos… pero aquí, parecen haber eliminado todo eso para centrarse en lo grueso. Se han eliminado tramas secundarias (gracias a Dios) y se ha optado por seguir un guión mucho más simple.
La película también pasa por alto una estatua que hay en el centro del Ministerio, donde un mago sostiene una varita y un grupo de criaturas mágicas entre las que se encuentran centauros, duendes y elfos domésticos, le observan con los ojos llenos de admiración. Este es un elemento secundario pero interesante que simboliza uno de los grandes peligros de ambos bandos, tanto buenos como mortífagos, y que acabará acarreando grandes pérdidas para todos. Pero vamos, que tenemos un metraje limitado. Pasemos rápidamente al juicio, donde un tribunal en pleno parece atosigar a Harry con preguntas y está más que dispuesto a condenarle. Nadie cree que los dementores los atacasen aquella noche, y una bruja con cara de sapo llamada Dolores Umbrigde parece estar interesadísima en la historia. Entonces aparece Albus Percival Wufric Brian Dumbledore (Toma ya), quien sin mirar a Harry ni dirigirse a él soluciona la situación en un par de minutos y logra la retirada de todos los cargos.
Una vez solucionado todo esto, ha llegado el momento de partir hacia Hogwarts, donde descubrimos que ha habido grandes cambios. Por una parte, Hagrid no viene a recibirlos, y Harry tiene el presentimiento de estar volviéndose loco ya que nadie más parece poder ver unos grandes caballos voladores que tiran de los carruajes. Por otro lado, tenemos a Luna Lovegood, una chica que parece fan de Iker Jiménez y a la que todos catalogan de Lunática. Y también tenemos a un nuevo profesor de Defensa contra las Artes Oscuras y que no es otra que Dolores, ataviada de rosa y con todas las papeletas para convertirse en el personaje más repulsivo y odioso que pasará jamás por la saga y que cuenta con una excelente decisión de reparto.
Así que hablemos de los actores y sus personajes, ya que creo que hasta ahora no ha habido ningún personaje que haya estado mal elegido. Todos los actores han sabido adaptarse y bordarlo, pero al cabo de algunos años, siguen apareciendo las grietas, en particular en Emma Watson. Llegó a anunciarse que la chica no participaría en esta película, algo que en seguida fue desmentido por la productora (pagando para que así fuera). Aunque no se diga en voz alta, lo cierto es que costó muchísimo tener a la chica atada para toda la saga, ya que cada vez aparecían más problemas (por su parte o por parte de sus padres, que exigían un salario más elevado), y siguió reduciendo su expresividad al mínimo, hasta el extremo de que ya sólo se limitaba a mover las cejas, que fueron quienes determinaron sus actuaciones en esas películas, como ya pudimos ver en la escena del tren de el Cáliz de Fuego (echadle un vistazo, por favor). Además, no ayudó para nada que en España le cambiasen la voz, porque Michelle Jenner había hecho un estupendo trabajo hasta ahora.
Mientras tanto, Umbridge parece estar allí para poner freno a cómo se hacen las cosas en Hogwarts. Sus clases de Defensa contra las Artes Oscuras se caracterizan por no dejarles usar magia, y también por usar libros de texto que parecen sacados de los albores del franquismo. Además, castiga a Harry por seguir insistiendo en que Voldemort ha regresado de una forma bastante cruel. Dolores es una versión burocrática de la tía Marge, y se empeña en hacerse con el control de la situación. Tras una carta de Percy, el hermano de Ron y que sólo podemos apreciar en el libro donde deja claro que es un completo gilipollas, vemos que Dolores ha sido nombrada Suma Inquisidora de Hogwarts, lo que ya suena genial, desde un principio. Así, Dolores tiene una autoridad incuestionable y puede controlar y despedir a otros profesores.
Por si fuera poco, más ejemplos que ponen en duda la estabilidad mental de Harry Potter son sus continuos sueños sobre un pasillo, y una puerta al final. Sueños que se agravan cuando presencia cómo una serpiente ataca al padre de Ron, y está convencido de que no se trata de una pesadilla. Cuando van frente a Dumbledore, éste evita mirarle a los ojos, porque cuando se cruzan sus miradas, hay algo dentro de Harry que intenta saltarle a la yugular. Esto hará que Snape deba enseñarle Oclumancia, una técnica para impedir que otros puedan leerle la mente o, mejor pensado, evitar que Voldemort pueda penetrar en la suya. Pero estas clases serán un fracaso total, ya que Harry no sólo no confía en Snape, sino que cuando tiene oportunidad, echa un vistazo en los recuerdos de su profesor y descubre que fue un pobre muchacho maltratado a quien el padre de Harry le hacía la vida imposible. De modo que seguimos con esa idea de no presentarnos a los buenos como unos santos ni a los malos como unos auténticos seres despreciables. Podemos sentir algo de lástima por Snape, aunque no demasiada.
A la vez que Umbridge aumenta su poder en el colegio (con escenas tan vergonzosas como el despido a la profesora de adivinación o cuando intentan detener a Dumbledore), Harry se ve obligado por sus amigos a impartirles clases de Defensa, ya que cada vez hay más indicios de que las cosas no son como el Ministerio intenta hacerles creer. Tras una fuga en masa de la prisión de Azkaban, incluso Neville se esfuerza y mejora en estas clases que tienen el nombre de “Ejército de Dumbledore”. Neville es un personaje que ha ido ganando importancia poco a poco, quizá un claro ejemplo de lo que puede hacer la simpatía de un autor por su personaje. Ya tuvo un pequeño momento de gloria en “La piedra filosofal”, pero de momento sigue siendo ese chico un poco extraño y tontorrón delegado a un par de apariciones cómicas. Pero incluso eso se vendrá abajo cuando Dolores, protegida por los nuevos miembros dela BrigadaInquisitorial(entre los que está Malfoy, por supuesto), lo arruinen todo.
Entonces, apresados y sin ningún plan, Hermione y Harry conducen a la bruja al bosque Prohibido, donde son “rescatados” por así decirlo, por unos centauros que no se toman nada a bien que les traten como animales. Libres, Harry tendrá una visión aterradora: la de su padrino Sirius apresado en las entrañas del Ministerio y siendo torturado por Voldemort. De modo que acompañado de Ginny, Ron, Hermione, Neville y Luna, y tras comprobar que no está en casa (donde el elfo Kreacher asegura que Sirius jamás volverá del Departamento de Misterios) vuelan hacia Londres, y podemos ver un corte clarísimo en el metraje cuando atraviesan la puerta con la que Harry lleva soñando meses.
Sin embargo, tras una ardua (y pesada) búsqueda que les lleva a un lugar conocido comola Sala de las Profecías, queda bastante claro que Sirius no está allí, y de pronto se ven acorralado por mortífagos, que le instan a entregarles la esfera que contiene una profecía que se refiere a Harry Potter. La razón de haberle hecho ir hasta allí reside en que las profecías sólo pueden cogerlas aquellos a quienes están dirigidas. De modo que, avergonzado por haberse dejado engañar (y entendiendo la importancia de sus clases de Oclumancia) Harry tiene que sacar a sus amigos de allí. Y dedicamos gran espacio de la parte final a una confusa batalla entre los chicos, los mortífagos yla Orden del Fénix, quien se une a la batalla poco después. En el libro van atravesando gran parte del Ministerio, pero por razones de presupuesto y espacio, todo el combate se limita a la misteriosa sala en la que aparece un arco tapado con un velo al que nadie le da una explicación, pero que será importante unos minutos después. Esta quizá sea la única escena en la que notamos algo de movimiento o acción, pero sigue siendo bastante austera comparado con lo que vimos en películas anteriores. Y continuando con la tónica habitual, aquellos no familiarizados con los libros no llegan a entender del todo qué ocurre con Sirius (¡Muy buena, James!) cuando la maldición de su prima Bella no le mata, sino que parece absorbido por el velo y trasladado a otro sitio.
Harry sale corriendo tras Bellatrix (y a pesar de que no me gustaban los cortes que tenía la película, aquí se toleran porque se trata de un montaje claramente emocional) e intenta torturarla, pero no se ve capaz. Entonces aparece Voldemort, muy curioso teniendo en cuenta que minutos antes dijeron que no podía entrar en el Ministerio para evitar ser descubierto, y aparece también Dumbledore, que se ha pasado 300 páginas desaparecido, iniciando un combate que pondrá a prueba a los dos grandes magos del momento. Voldemort (a quien el director llama “Tom”, un detalle que me encanta y que explicaré más adelante) usa el fuego, claramente destructor, mientras que Dumbledore se vale del agua, a quien asociamos con la magia curativa y que tanto dice de sus roles en esta historia. El combate parece acabar en tablas, de modo que Voldemort hace algo nuevo: posee a Harry y el chico siente un dolor insoportable. Pero esta posesión es mucho más explícita en la película, donde vemos cómo tortura al chico y cómo este, a medio camino entre una serpiente y un enfermo mental, hace que nos planteemos una vez más qué será de él, ya que durante muchos años, la sombra de la muerte final del protagonista estuvo sobre nuestras cabezas. Ya sabemos que no es un niño normal, ni un héroe, sino que está sufriendo y, tumbado en el suelo, contemplado por sus amigos, nos damos cuenta de que está separado de los demás por una barrera invisible pero sólida. Los demás tienen opción de luchar o rendirse, él no. Entonces Dumbledore dice una de las frases que más me gustaron de las películas, ya que incluso el propio Harry cree que comparte con su enemigo algo más que una relación de enemistad y teme acabar convirtiéndose en algo parecido. “Harry, no se trata de vuestras semejanzas, sino de vuestras diferencias”. Aquí tenemos otra muestra de ese montaje emocional que busca transmitirnos lo que siente el personaje. Voldemort abandona su cuerpo y asegura a Harry que lo perderá todo, antes de que aparezcan aurores por todas partes y su presencia sea desvelada, entonces desaparece dejando el ministerio convertido en ruinas y a todos los testigos completamente trastornados.
Entramos en el tramo final de la misma forma que siempre, preparándonos para escuchar una explicación. Y la encontramos, aunque no es tan cansina como en el Cáliz de Fuego. Harry sigue furioso, aunque nosotros ya sabemos que es en parte por la pérdida de su padrino y en parte debido a esa conexión mental con Voldemort. Y una sorpresa más es que vemos derrumbarse a Dumbledore, al que se le cae la máscara de omnisapiencia y omnipotencia. Unas páginas antes, dio la sensación de que en cuanto él entró en el ministerio, estaban salvados. Pero ahora se nos presenta como un anciano débil, que trata de explicárselo todo a un Harry furioso e incontrolable. Entendemos que todos los años ha estado protegiendo al muchacho, y ocultándole una verdad terrible. Y es que la razón por la que Voldemort intentó matarle en un principio fue porque escuchó una profecía que anunciaba que el único capaz de derrotarle nacería pronto. Sin embargo, Voldemort no sabía que intentar matar al chico entrañaba un gran peligro para él. Pero durante todos estos años, Dumbledore ha estado protegiéndole, debido a un sentimiento egoísta del que se avergüenza: Harry le importaba demasiado. Prefería su felicidad, a todas las vidas que pudieran perderse, prefería dejar que un montón de criaturas sin rostro para él fallecieran mientras Harry estuviese a salvo en un lugar. Pero ese tiempo ha pasado, la profecía anuncia que ninguno de los dos podrá vivir mientras el otro siga con vida, lo que nos lleva a la conclusión de que hemos leído novecientas páginas para quedarnos igual: ya sabíamos la relación que existe entre Harry y Voldemort, una enemistad que sólo acabará cuando uno de los dos esté muerto, y no necesitábamos una profecía para saberlo.
Las profecías son un recurso muy trillado a estas alturas, usado primordialmente cuando no queremos estrujarnos la cabeza buscando una razón para que las cosas sucedan y tratamos de darle una sensación de inexorabilidad al asunto. Esa es una de las muchas razones que hacen de “La Orden del Fénix” el peor libro de la saga, y nos confirma que la longitud de una novela de fantasía no determina su calidad. Tras el ascenso de los tres primeros volúmenes, un cuarto que permanece al mismo nivel pero que se nota un poco inflado en algunos aspectos, nos llega un paso atrás, un tremendo bajón que, bien pensado, no parece sino cumplir la función de alargar la serie hasta los siete volúmenes. Interesante, sí, necesario no. El libro parece querer recrear con detalle muchos más aspectos del mundo mágico, como lo son el hospital de San Mungo o el Ministerio de Magia, para ampliar un escenario que quizá pueda ser explorado con más interés en los dos libros que quedan.
En cuanto a la película, también significó un derrumbe, porque volvimos a los orígenes: películas pensadas para cubrir un expediente, baratas y directas. Y para ello, el guión se simplificó eliminando muchísimos detalles, como la fugaz relación amorosa entre Harry y Cho Chang, los problemas de Ron con el Quidditch y la importancia de los elfos domésticos, a los que directamente se les ha eliminado del metraje. El elfo Kreacher es un factor determinante en la muerte de Sirius, pues miente a Harry diciéndole que ha salido de casa, cuando en realidad estaba en otra habitación. Traiciona a su amo porque no le tiene ningún tipo de respeto, porque Sirius jamás se preocupó de sus sentimientos. Los magos, (como ya hemos visto en la fuente del Ministerio) no se paran a pensar que no son el centro del universo, y esta actitud dominante les dará más problemas en el futuro inmediato. Al ser un libro que se ocupa de los detalles, y a eliminar estos en su adaptación, la historia se muestra cuan floja es.
Pero de todo eso, y de la ya destapada presencia de Voldemort, nos ocuparemos en los dos últimos volúmenes de la saga, mientras nos mordemos las uñas y esperamos que las películas recuperen el nivel que habían rozado con Newell, o incluso Cuarón. Porque la verdad es que la premisa del siguiente libro promete bastante, donde volveremos a tratar al lector como si fuera inteligente y donde descubriremos mucho acerca del pasado de Tom Ryddle que romperá la imagen de “malo malvado por antonomasia” y nos presentará un aspecto mucho más cercano al de un asesino en serie o un psicópata en un díptico final que comienza con “El Príncipe Mestizo”.