Debido a la composición estratificada de la Tierra, a menudo se compara la disposición básica de su interior con la de una cebolla. La piel es la corteza delgada de los continentes y los lechos oceánicos; debajo está el grueso manto de roca semisólida y caliente; luego viene el núcleo externo (la parte más externa del núcleo), de metal fundido; y por último tenemos el núcleo interno (la parte más interna del núcleo), de hierro sólido.
Pero, a diferencia de una cebolla, no es posible ir quitando capas a la Tierra para explorar mejor su dinámica planetaria, así que el avance en el conocimiento del interior profundo de la Tierra se consigue en buena parte mediante observaciones hechas en la superficie o cerca de ella, incluyendo la detección de ondas sísmicas, una información a partir de la cual es posible hacer suposiciones sobre lo que ocurre debajo.
Sin embargo, un conjunto de nuevas técnicas informáticas de visualización podrían ayudar a sacar a la luz los secretos subterráneos de la Tierra.
Usando técnicas avanzadas de modelado y simulación, datos sísmicos generados por terremotos, y una de las supercomputadoras más potentes del mundo, el equipo de Jeroen Tromp, de la Universidad de Princeton en Estados Unidos, está creando una imagen tridimensional detallada del interior de la Tierra. Actualmente, él y sus colaboradores están centrados en cartografiar de manera aproximada todo el globo desde la superficie hasta la frontera entre el núcleo y el manto, a una profundidad de unos 3.000 km.
Estas recreaciones digitales serán de ayuda para llegar a conclusiones definitivas en los debates abiertos en torno a la historia geológica y a la dinámica de la Tierra, y ofrecerán una visión de conjunto y más ordenada de rasgos destacados como las placas tectónicas, los penachos de magma y los puntos calientes volcánicos (puntos que sin estar necesariamente cerca de fronteras entre placas continentales tienen mayor actividad volcánica que sus alrededores).
La génesis del proyecto se remonta a una teoría de visualización sísmica propuesta por vez primera en la década de 1980. El problema que ha venido sufriendo esta teoría es que para verificarla se necesita una extraordinaria potencia computacional, fuera del alcance de la humanidad durante muchos años.
En 2012, la situación cambió, con la instalación de una supercomputadora lo bastante potente en el Laboratorio Nacional estadounidense de Oak Ridge (ORNL) en Tennessee. Se trata de la supercomputadora Titán, en su día la más potente del mundo, y aún hoy una de las más potentes.
El equipo de Tromp pudo acceder a esta máquina en 2013, y comenzar a trabajar, por etapas, en la cuestión. Lo conseguido hasta el momento se ha presentado públicamente ahora, y estos científicos continúan llevando hasta el límite la sismología computacional, esperando alcanzar profundidades cada vez mayores.