Esta jornada ha sido una especie de reconciliación con el cine nipón, que no hacía más que darme disgustos.
“Smuggler”, el Guy Ritchie japonés.
Smuggler, adaptación del manga de título homónimo, viene a rescatar la quintaesencia de cine “tipo guy ritchie”, es decir, un sucedáneo del cine negro pasado por el filtro hiperbólico de los tiempos que corren, como una película coral, con personajes de bajos fondos que coloquialmente denominaríamos “de cómic”. Todo esto aderezado al carácter nipón, es decir, que donde nosotros ubicamos el extremo, ellos ven la mitad del camino.
Lamentablemente, y como ya viene siendo tónica en algunas películas, hay dos actos excesivamente diferenciados que en este caso solo contribuyen a empañar una vibrante y divertidísima primera parte. A mitad de la película nos encontramos con que el humor se resiente, hace acto de presencia la que debería ser la parte más seria -ningún problema con ello-, pero toda la acción no solo adquiere un tinte excesivamente sádico sino que además aminora la marcha y nos ofrece un final meramente satisfactorio pero que no hace justicia a su excelente arranque.
Con todo, no es una mala película, ni mucho menos, pero tampoco ofrece nada nuevo. Si hubiera algo a destacar sería la dirección de Katsuhito Ishii, que demuestra ser un tipo con muchos recursos visuales, una puesta en escena muy elaborada y un uso de la cámara lenta muy encomiable en ciertas escenas de acción, eso si, sin saturarlas -como hiciera nuestro amigo john woo-. A nivel actoral poco que decir, todos cumplen, nadie destaca, algunos secundarios realmente graciosos pero nada más.
Así que, en conclusión, recomendaría esta película para ver una de esas tardes tontas, donde te apetece pasar un buen rato. Aquí el entretenimiento esta garantizado pero no busquéis nada más, os puedo decir que el poso de esta película es ínfimo, la olvidareis relativamente rápido.
“Scabbard Samurai”, hilarante, arrebatadora, emotiva, inclasificable.
Ésta podría ser la sorpresa del festival, al menos desde cierto punto de vista. De hecho, ni tenia prevista verla, pero todo sea por aprovechar el tiempo.
Scabbard samurai nos habla de la historia de un viejo samurai, sin espada y buscado por la justicia, que es capturado junto con su hija y como penitencia tiene que hacer reír al hijo de un terrateniente en menos de 30 días, o tendrá que practicarse el harakiri. Con una premisa así, es difícil no sentir al menos, cierta curiosidad. Y es que es difícil catalogar la película porque de una forma bastante surrealista -y en cierto modo inverosímil- consigue tocarte la fibra en su último tercio, añadiendo además una canción implementada magistralmente en cierta secuencia final, que para mi sorpresa oí tararear a más de uno por la calle, de forma casi inconsciente.
Esta cinta tiene dos partes tan diferenciadas y tan contrastadas que como primer impulso puede generar un absoluto rechazo, pero de una forma un tanto inexplicable, consigue paulatinamente y en cuestión de minutos, darle sentido y coherencia al conjunto. Su primera parte es un recital de gags al más puro estilo “Humor amarillo” donde el foco del humor consiste en ridiculizar al protagonista hasta el paroxismo (muy en la línea de Kitano), mientras que su segunda parte -por llamarlo de alguna manera, ya que se trata de sus últimos 20 minutos- adquiere un tono inusitadamente adulto. De hecho, yo recomiendo que el que no sienta especial admiración por el -retorcido- humor japonés, ni se acerque a esta película.
Y es que uno de los principales problemas que adolece el nuevo cine japonés es siempre la necesidad gratuita de rizar el rizo con conclusiones imposibles o cambios de tono sin ton ni son. No os engaño, esta película tiene un poco bastante de eso, pero milagrosamente confunde y/o aturde al espectador hasta dejarlo extrañamente satisfecho (me incluyo). Como rasgos positivos, destacar la valentía absoluta por parte de su creador al proponer una historia con semejante giro (que podría fácilmente hacerla añicos); el trabajo de la niña protagonista es simplemente superlativo, una estrella que eclipsa con una sola mirada a todos los demás personajes. Y si algo hay que achacarle en un sentido negativo es probablemente la narrativa de su primera parte, excesivamente reiterativa, que por momentos uno ya se empieza a desesperar con la situación del pobre hombre, eso si, en ningún momento aburre. Pero en fin, hasta hoy, es el único pase al que he asistido en la que al acabar, la sala se ha llenado de un efusivo aplauso (y no hablo de los dos o tres aplausos de rigor). Ni yo me lo creía, es una película que te deja absolutamente desarmado cuando llegas a los créditos finales.
En definitiva, un ejercicio de estilo(s) heterogéneo, que no dejará indiferente a nadie, una fábula sobre el amor entre un padre y su hija, que consigue hacerte reír, ponerte un nudo en la garganta, y que muy posiblemente, se te quede grabada durante horas.
Desde Sitges y con amor,