Revista España
Subiendo las escarpadas y resbaladizas pendientes del lado allá del río, contemplé Toledo, extendida ante mí, como petrificado ejército de gigantes conducido por el Alcázar.Sin duda he contemplado mil exquisitos amaneceres, pero nunca vi espectáculo más extraordinario que el de esta mañana.Hasta aquel momento sólo el ladrido raro de algún perro o el canto de algún gallo más raro aún, habían roto, haciéndola más intensa, la quietud silenciosa. Pero de pronto, tales sonidos se mezclaron con otros ciento en vasta confusión (…) Y fue como si Toledo despertase de mala gana, porque el bullicio de las gentes trabajadoras en derredor de aquellas murallas enmohecidas parecía extrañamente frívolo e inoportuno. Las campanas de muchas de sus iglesias empezaron a tintinear como voces que protestasen contra la profanación de su descanso; y escuchando yo la peregrina aunque discordante mezcla de sus sones, pensé en aquella hermosa escena de Tosca, cuando la luz madrugadora se alza sobre la Ciudad Eterna y la solemne música profetiza la muerte de Mario.Leonard Williams. Castilla (1904)