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Sentado en el andén 7 esperaba que apareciera Cristina. Más de dos horas pasaban y él continuaba allí, haciendo gala de su amor incondicional por aquella que una vez lo aceptó como era, sin tapujos, ni miramientos. Hijo del rechazo, había tropezado más de una vez con la misma piedra, pero no cejaba en el intento. El día que la vio, lo supo:-“Ella será mía y yo seré solo suyo”, pensó entonces.El reloj continúo y en el andén, seguía sin moverse, con la mirada fija en cada autobús que pasaba de largo, ansiando que fuera el de Cristina. La distancia se hacía insoportable y aprovecharía este fin de semana cada segundo, incluso aquellos robados por la demora. Se acerca un autobús, para en el andén 7, se abre la puerta y el mueve su cola como el ser más feliz del mundo. ..................................................................................... Ya debería estar en el vuelo rumbo a Madrid. Las casi 24 horas de estancia en el aeropuerto de Caracas, han hecho mella en mi persona y me pregunto quién me habrá mandado a apostar por una aerolínea venezolana, aunque sea la estatal, aunque sea transatlántica, pero de bajo coste.“Lo barato sale caro” suele decirse continuamente y no me había dado cuenta cuando compraba tantas cosas en los chinos. Conviasa, la aerolínea venezolana, escenificó aquel día ese y otros tantos refranes oídos. La voz de mi madre retumbaba en mi cabeza, la pobre estaría en casa preocupada, mientras yo estaba a la espera de un avión que ya llevaba dos horas de retraso.Al menos tenía Wifi gratis en el aeropuerto. Al menos tenía personas en el mismo vuelo, que nos poníamos a conversar sin tapujos, a quejarnos del mal servicio, a contarnos la vida de cada uno, como si nos conociéramos de antes. Al menos, conservo algunos de ellos en Facebook por donde seguimos hablando y lo más importante, que no es nada menos, me ahorré más de 400 euros en un viaje revitalizador a La Habana, pese a la larga escala.
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