Facebook, redes y otras pantallas.
La pantalla de las narices ha sustituido a la pared de las cuevas, a las cúpulas de las iglesias, a los altares y demás lugares de comunión públicos.
Contemplar la evolución de sus colorines equivale a la magia de la bola de cristal. Ya decían que las nuevas tecnologías iban a crear una hiperrealidad y , en efecto, tienen ya más importancia los eventos descritos por el texto electrónico que lo que suceda en nuestra vida cotidiana. Puede parecer una mera afirmación efectista, pero es algo más real que los picores.
La vida cotidiana esa dichosa, es el lugar donde habita nuestro cuerpo y donde se alimenta, donde trabaja para obtener recursos con los que poder pagar la banda ancha y la electricidad que alimenta al monstruito cuadrado y de cristal.
También es donde se copula (cuando se puede) se suda y se gastan las calorías. Pero nuestro cuerpo acaba siendo una rémora, siempre acaba por serlo cuando su función a ido derivando de portador de genes a anfitrión de un cerebro voraz y procesador de símbolos. Ya hace tiempo, pues, que nació un ente neural inesperado, como nunca había parido la evolución biológica.
Antaño, en nuestra pasada historia, así como hoy día en algunos países del tercer mundo en guerra, los eventos físicos eran lo más destacado. También lo siguen siendo en las comarcas rurales sin conexión, je, je. Pero a partir de cierto nivel cultural y económico la supervivencia se ha simplificado. No hay que matar, no se huye de ningún dientes de sable, no hay que secuestrar a quien después será tu futura pareja, no tienes que defender tu comida de otro...
Ahora se vive en la esfera de los símbolos, de las líneas de texto. A las mentes ya les va resultando lento y aburrido pasear por el barrio. Necesitamos poseer una inteligencia social, pej, capaz de representarse a todas las personas conocidas sin necesidad de verlas ni oirlas.
En los dominios digitales nos construimos un nicho - una página- y colocamos imágenes nuestras, para que sirvan de ancla con la parte carnal, para que hagan de recordatorio. Para saber que todavía no nos ha ocurrido como a los personajes de Greg Egan, en su colosal y acojonante Ciudad Permutación, donde muchos migraban al ciberespacio, una vez muertos y grabados sus recuerdos, activados estos posteriormente por un software simulador de la personalidad.
En estos nuevos reinos, el despliegue que hacemos y la "vida" que llevamos siguen las reglas invisibles de los programas y aplicaciones, que son como el equivalente de las leyes naturales que rigen en la casa donde estamos ahora mismito. Pero las aplicaciones que nos comunican, que nos simulan esos "muros", donde de pronto aparecen los avatares de personas con cuerpo real pero con ubicación lejana, son aplicaciones muertas.
Afirmar esto es como ponerle velas a San Perogrullo, pero es que hay que recordarlo, porque existen sectas, como el Partido Friki Tecnogeek Adorador de los Programas que las reverencia como seres vivos, no hay más que pasarse por algunos foros de Linux, je, je...
Pero los programas y servidores son ciegos y inertes. Somos nosotros, los internautas salerosos, los que provocamos las apariciones en los "muros" dichosos, en esos fondos blancos indefinidos de la mensajería donde, de pronto, aparece un saludo, un iconito de alguien, como un espíritu. Somos nosotros, los espíritus en la máquina, viviendo algunos en la mentira, otros en la verdad y otros en la Tierra del Medio.
Un saludito, avatares queridos.