- ¿De verdad me crees tan idiota? Sé muy bien que una vez subido en mi espalda me clavarás tu aguijón matándome.
- No seas tonta -replicó el escorpión- ¿cómo podría hacerte eso? ¿Acaso no sabes que nosotros no sabemos nadar y que si yo te matase moriría contigo?
La rana, reasegurada por este razonamiento lógico pensó: " Es verdad. Si me matara, él también se moriría... y no creo que esa idea le guste...
- De acuerdo, sube. Te llevaré -dijo el batracio.
El escorpión se acomodó en la espalda de la rana y ésta empezó a cruzar el río. Una vez llegados a la mitad del torrente, en el punto más profundo, el escorpión levantó su pincho y, de un rápido golpe, lo clavó en la cabeza de la rana. Ésta, agonizando atónita, gritó:
- ¿Qué has hecho, imbécil? ¡Ahora te vas a morir tú también, cretino!
- Lo sé -contesto el alacrán- pero soy un escorpión y ésta es mi naturaleza.
(De la fábula de Esopo)
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El abrazo vergonzoso
“El abrazo de la vergüenzaLa carrera de Sánchez es un monumento al cinismo que ha culminado en la podemización del Gobierno de España
Cuando se analiza la trayectoria política de Pedro Sánchez se tiene la sensación de una permanente huida hacia adelante. Cada vez que se ha topado con las reglas aceptadas hasta el momento en la tradición constitucionalista de su partido, en lugar de respetarlas ha decidido romperlas con tal de granjearse su supervivencia personal, el único proyecto en el que cree. Sus promesas caducan en horas, sus afirmaciones carecen de valor, todo en su discurso es reversible en función exclusiva de la voluntad de poder.
No ha pasado ni una semana desde que el candidato socialista plantease una campaña moderada -hoy sabemos que mentirosa- para crecer hacia el centro, impostando mano dura en Cataluña a través de la Fiscalía y anunciando la vicepresidencia de Nadia Calviño como garantía de ortodoxia económica. Una vez abiertas las urnas y constatada la pérdida de 750.000 votos, Sánchez hace de la necesidad falsa virtud, vira radicalmente y cierra en tiempo récord un preacuerdo con su otrora antagonista, aquel cuya presencia en un Consejo de Ministros le provocaba insomnio, aceptándolo ahora como vicepresidente. La maniobra relámpago ha cuajado tan rápido porque ambos líderes querían cortar cualquier reproche externo o incluso interno a sus respectivos retrocesos electorales; y en el caso de Sánchez, para blindarse ante
Fausto y Sánchez
cualquier presión que amenazase su puesto. Con su abrazo -todo un símbolo de la podemización definitiva del PSOE de Sánchez-, el presidente en funciones abraza el extremismo, con un Comité Federal sometido y unas baronías escandalosamente mudas. Tampoco Podemos ha pasado por la reglamentaria consulta a las bases: cuando se trata de asaltar los cielos no hay tiempo para formalidades.Lo que ayer era inaceptable para Sánchez hoy sigue siéndolo... pero ya no para Sánchez. Su carrera es un monumento al cinismo. Tomó un atajo tramposo para doctorarse; otro para acceder a la secretaría general; otro para regresar a ella cuando fue expulsado por pretender hacer lo que ayer anunciaba; y ha tomado el más fraudulento de todos para acercar su siempre postergada investidura, aunque el Gobierno de España haya de quedar en manos de ERC y Bildu, cuyas abstenciones son necesarias. Que un condenado por sedición como Junqueras y otro por terrorismo como Otegi vayan a tener la llave de la gobernabilidad dibuja un panorama de pesadilla. Más enfrentamiento, más degradación institucional, más caos.
Pese a perder siete escaños, Iglesias se alza como vencedor absoluto de la repetición electoral. De materializarse este acuerdo en el Congreso, el próximo vicepresidente del Gobierno de España será un ferviente partidario del derecho de autodeterminación, de la nacionalización de la banca y sectores estratégicos como la energía y de la insumisión fiscal a Bruselas. Por mucho que prometa lealtad a Sánchez, Iglesias tendrá mucho poder en el Gabinete, podrá repartir cargos y colocar afines y será inevitable que desarrolle redes clientelares dentro de la Administración. No extraña que el Ibex reaccionara a la noticia desplomándose.
El trío destructor
Sánchez forzó el 10-N para eliminar a Iglesias y a Rivera, pero solo logró esto último, sometiendo a España a una polarización extrema que ha pulverizado el centro y disparado a la derecha radical. Con Vox como coartada trata ahora de legitimar su acuerdo frankensteiniano, camuflando con el eufemismo de progresista lo que no es más que una operación de radicalismo político inédita en un Ejecutivo desde la II República. Ya es irónico que "la banda" que había profetizado Rivera en lo que entonces sonaba a mero histrionismo parlamentario lleve ahora camino de consumarse, justo un día después de la dimisión del líder naranja. Pero quienes padecerán semejante engendro gubernamental, capitaneado por el político con menos escrúpulos de la reciente historia democrática, serán todos los españoles”(Editorial en “El Mundo del siglo XXI”, 13/11/2019)
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Pues sí.
Al final aconteció que el escorpión Iglesias aguijoneó a la rana Sánchez.
Y ya se puede presumir cómo terminará la aventura entre el artrópodo arácnido y el batracio: Ellos se destruirán y contaminarán todo lo que les rodea.
Si no fuera porque a estas alturas de democracia ya no sirven asombros ni rasgado de vestiduras, habría que escandalizarse por lo ocurrido, que no es otra cosa que la plasmación de un personaje ambicioso de poder sin el menor escrúpulo y de un marxista disfrazado de cordero demócrata.
No voy a abundar en lo que otras plumas más autorizadas han escrito sobre el despropósito de este noviazgo político que amenaza convertirse en matrimonio de divorcio asegurado; voces más cualificadas ya lo han comentado.
Rebuznar
Pero sí me acojo al derecho de todo ciudadano a expresar lo que piensa y siente para lamentarme de que ese sinvergüenza de Pedrito “Falconetti” ha vendido su presidencia del gobierno español por el “plato de lentejas”, no ya del apoyo del podemita pro-Maduro y Evo Morales, y pro independentista de Cataluña, sino del apoyo de –seguro—los propios independentistas catalanes de ERC.La suerte que tiene este escorpión y esa abominable rana es que los españoles somos todo lo sensatos que ellos no son, y por eso no montamos una rebelión como la que los bolivianos le han organizado al sátrapa de Evo Morales, aunque estemos soportando con estoicismo senequiano que unos miles de Antisistemas
Salvajismo
anarquistas inspirados desde el Govern de Cataluña estén cercenando la libertad de los españoles y extranjeros, cortando de manera salvaje y abrupta la comunicación, las carreteras, las autopistas.No sé si en estos tiempos habría que recordar una vez más aquellas opiniones del ilustre Pedro Laín Entralgo, quien al analizar a “España como problema” enfatizaba sobre la necesidad del diálogo y el entendimiento desde lo común y no desde lo discordante.
Bien lo expuso hace unos días el filósofo Dr. Roger Garzón en su conferencia en el Ateneo Mercantil de Valencia.
Y ahora, pues a esperar que el escorpión aguijonee a la rana. Y si ambos se ahogan y destruyen, tal vez amanezca alguna solución para esta España nuestra.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA