Mi buen amigo, el ilustre filósofo y prolífico escritor, Dr. Francisco Roger Garzón (una autoridad en lo referente a la vida y obra del ilustre erudito, médico y académico, Pedro Laín Entralgo) mantiene y cultiva un interesante blog titulado “La persona en vilo”, en el que despliega sus estudios, sus comentarios y su meticulosidad en el análisis de la problemática vital de las personas, con el especial ángulo de observación de la obra de Laín Entralgo.
No solamente sigo el blog, sino que valoro muy positivamente el esfuerzo que el Dr. Roger realiza regularmente para ofrecer sus cábalas y análisis sobre diversos aspectos de la conducta humana.
Por eso, me permito apropiarme (transitoriamente, y a los solos fines de esta entrada) de la noción de “persona en vilo”, para comentar, ahora que el encierro general nos permite una mayor disponibilidad de tiempo, lo que nos tiene “en vilo”; ahora, que, sumado a las inquietudes habituales, ha convertido nuestra vida diaria en lo opuesto a lo deseable, en casi un “sin vivir”. La expresión “en vilo” viene a significar “sin el apoyo físico necesario o sin estabilidad” o “con indecisión, inquietud y zozobra”, y desde luego no puede ser más atinada para referirnos a los momentos que estamos viviendo en esta España nuestra. En lo principal, esa maldita pandemia denominada Covid-19, que se supone de donde proviene, pero que apenas si se conoce en qué consiste ni hacia qué futuro evolucionará; esa pandemia, repito, ha volteado de manera absoluta nuestras vidas, porque ha forzado a las autoridades responsables (si es que puede calificarse como “responsable” a esa troupede titiriteros políticos que dicen regir la vida de nuestra nación) a adoptar muy a ciegas, con criterios populistas pero no científicos y sin adecuada diligencia, una serie de medidas que, no por necesarias, han estado bien graduadas. Comenzaron por no dar importancia al anuncio de pandemia, tal vez para saciar las ansias de una manada de histéricas defensoras del feminismo mal entendido y permitir que un montón de mujeres vocingleras se adueñasen de la calle para proclamar sus consabidas consignas en pro de la preponderancia del sexo femenino, y que menos cacareadas y más analizadas y ejercitadas conducirían a una mayor eficacia. Tamaño desatino fue la manifestación pro-mujeres del pasado 8 de marzo, en pleno proceso (advertido previamente) de contagio del virus, que poco después, como queriendo demostrar que todo había caído de repente, el ínclito Pedro I “el Sánchez”, declaró el estado de alarma, con una serie de medidas durísimas, que no eran inadecuadas pero se aprovechaban maliciosamente para cercenar libertades y especialmente para divulgar mediante discursos “a lo Fidel Castro” lo mucho que se estaba haciendo y se iba a realizar, porque el gobierno era bueno…buenísimo y eficaz…eficacísimo…Tan bueno y tan eficaz como que ni contaba con medios adecuados para proteger de los contagios, ni sabía cómo conseguirlos, porque hasta tres semanas más tarde no se comenzó a disponer de mascarillas, guantes, respiradores y vestuarios de protección. Tan bueno y tan eficaz como que mediante la legislación de alarma, se asumió con plenos poderes la dirección de la nación con exclusión de los poderes autonómicos, aunque después se tuvo que hacer marcha atrás y de una manera confusa e inexplicada devolver informalmente las competencias en sanidad (las conflictivas) a las comunidades autónomas.Tan bueno y tan eficaz fue y ha sido eso que dice ser gobierno, que instauró una serie de medidas económicas aparentes, que parecían proteger a los ciudadanos en su economía con subsidios que aún están por llegar, al mes de decidirse, con aplazamientos que sehan cambiado varias veces, pero, eso sí, sin reducir ni un céntimo la carga impositiva. O sea, los impuestos normales hay que pagarlos íntegros.Y podría seguirse la enunciación, porque ha sido, sigue siendo y probablemente continuará la labor de gobierno un auténtico muestrario de descoordinación, mal entendimientos entre ministerios y excusas improvisadas. Eso sí, el aparato informativo y propagandístico se ha apoderado de la vida diaria, destacando la gran labor de control y asistencia, censurando a escondidas las expresiones críticas al poder, y,
especialmente, tratando de propiciar un pacto entre todos que ni siquiera se ha esbozado en qué consistirá.En conclusión, todos estamos “en vilo” por si el “bichito” se nos apodera un día de estos, o por si la semana próxima ya no tenemos ni dinero para comprar, o por si al final el muro de Berlín se reedita en el seno de cada lugar de nuestra ciudad o barrio. Es verdad que ese estar “en vilo”, esa inquietud y zozobra innegables, llevan a las gentes a una especie de histeria colectiva, que induce a algunos a saltarse las restricciones de confinamiento, a otros a perseguir a médicos y sanitarios porque asisten a los
enfermos, a otros a no atreverse ni a salir al balcón por aquello de que el “bichito” podría estar en el ambiente próximo. Y además se esfumaron las fiestas (las Fallas, por ejemplo), las vacaciones de Semana Santa, los viajes, las reuniones familiares…¿Estamos o no en vilo?Yo diría que, aunque lo disimulemos, estamos “acogotados” y que, sin vislumbrar ni de lejos ni tiempos ni soluciones, vamos alcanzando la resignación, la pasividad, el abandono general, que bien desearon, ya allá en los años de la revolución comunista de Rusia, los dirigentes de aquel movimiento revolucionario, que al fin y a la postre sirvió para casi perpetuar en el poder de muchos
países a unos dirigentes que se guiaban por su ambición y su falta de escrúpulos.¿Estamos muy lejos de ello en esta España nuestra?Como probablemente mi espíritu ha desatado iras, fobias, reacciones que son fruto de este encierro social que vengo sufriendo, voy a terminar proclamando que, aunque me siento “en vilo”, no pierdo la esperanza de que los ciudadanos nos percatemos de una vez de que quienes ahora dicen que nos gobiernan son unos incompetentes y podamos sustituirles por otros más eficaces y, desde luego, menos sinvergüenzas en lo político y en lo económico que bastantes de los que les precedieron. ¿O serían “los mismos perros con diferentes collares”?Mientras me mantengo, pues, “en vilo”, espero que el lector ejercite mejor que yo mismo las virtudes de la esperanza y de la prudencia, que son antídoto eficaz ante estos tiempos difíciles. “Enfrentarse, siempre enfrentarse, es el modo de resolver el problema. ¡Enfrentarse a él!” Joseph Conrad (1857-1924) Novelista británico de origen polaco.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA