Fermoselle
Nos dirigimos desde Corporario (pedanía de Aldeadávila) hacia Fermoselle, por carreteras locales en apreciable estado de conservación, aunque bastante quebradas, y tras pasar el río Tormes (importante afluente del Duero) y que permite en las proximidades un gran pantano, alcanzamos la fronteriza e histórica Fermoselle, con un interesante casco antiguo y unas pintorescas bodegas en cuevas.En la carretera comarcal CL-527, que llega desde Zamora y culmina en la próxima frontera portuguesa, hallamos una venta o mesón en el cruce de Gename, en el que comimos un menú bastante razonable, con entrantes normales y buenas carnes; y seguimos hasta Zamora, para cruzarla y tomar lacarretera N-630 en dirección norte, pasar sobre el pantano de Ribacayo (río Esla) y desviar por la N-631 ya en dirección N-625, enlace en Mombuey. Desechamos las autovías paralelas a nuestro recorrido para gozar mejor del paisaje, especialmente del cercano a la sierra de la Culebra, comprobando al mismo tiempo que la plataforma para el AVE a Galicia, por Zamora, está acabada, pero sin tendido de vías ni catenarias. Puebla de Sanabria
Al llegar a Puebla de Sanabria nos adentramos en el casco antiguo pero desistimos de una visita más detenida porque la zona era absolutamente peatonal y el calor de la media tarde no aconsejaba grandes esfuerzos,Desde Puebla de Sanabria decidimos continuar con la N-525 y evitar la autovía, por aquello de circular con más sosiego, y de esta manera circulamos por el túnel del Padornelo y más tarde por el puerto y túnel de La Canda, accediendo así a Galicia. A los pocos kilómetros comenzó a aparecer algo más de verde, aunque no demasiado, porque la sequedad del estío se notaba bastante.En pocos kilómetros la N-525 nos dejó en A Gudiña, un pueblo de la comarca de Viana do Bolo del que parte la carretera autonómica OU-533 en dirección a A Rua, en el norte, comarca de Valdeorras. Y seguimos por esa ruta hasta que nos apareció un indicador de “Manzaneda”, que elegimos con satisfacción, imaginando la proximidad de nuestro destino en este día. Pero nuestro gozo se hundió en el pozo de una via (ni siquiera carretera) local llena de baches, con más curvas que un ocho, y que por la falda de una montaña descendía hasta el río Bibei, al fondo, alcanzando la presa de Vao para volver a ser un tormento el ascenso de otra ladera montañosa hasta situarnos en Placín y finamente por Seoane entrar en la villa de Manzaneda. Sin problemas llegamos a la zona o parroquia de Rozavales, en la que el Pazo da Pena nos esperaba para albergarnos durante una semana. El Pazo nos impresionó desde el primer momento por sus dimensiones y calidades (aunque ello será objeto de otra crónica) y en cuanto llegamos los buenos oficios de Isabel, la recepcionista y encargada, nos permitieron llegar a nuestra habituación, en la zona este, llamada “A Vendimia” (cada una de las quince habitaciones tiene una denominación referida a la agricultura), en la que dejamos nuestro poco equipaje y acudimos al amplio patio posterior al aire libre, en el que se nos obsequió con una sabrosa copa del vino de la variedad ”godello” que se elabora en la amplia propiedad del Pazo,Pazo da Pena
Y al fresco del ocaso, respirando aromas mil de árboles centenarios y plantas del entorno, mantuvimos una agradable charla con varias personas que hallamos en la terraza posterior (coincidencia que varias eran propietarias del Pazo), con quienes conversamos amigablemente sobre Galicia, Portugal y varios temas más, hasta que cerca de la medianoche partieron hacia su residencia en Santiago de Compostela. Momento propicio para que por nuestra parte partiéramos también, pero hacia nuestra magnífica habitación, en la que una suave lencería de lino nos acogió en el descanso. Ya estábamos en las tierras de Trives y esperábamos conocerlas y encontrarnos felices en ellas. SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA