Revista Cultura y Ocio

Esta tarde he vuelto a pensar en Sildavia

Publicado el 15 enero 2014 por Evagp1972
Esta tarde he vuelto a pensar en Sildavia
¿Habéis oído hablar de los kallawayas? Son terapeutas tradicionales de la Paz, en Bolivia. Van vestidos con ponchos multicolores, pantalones de pana negra y sombreros negros de detective. Antes de emprender cada viaje hacia el lugar donde requieren sus cuidados, recolectan plantas medicinales de todo tipo. Entre ellas hay un arbusto espinoso que, al parecer, cura el miedo, y que los kallawayas utilizan, sobre todo, con los mineros. He visto hombres tan asustados que comían tierra, explicaba un kallawaya a su pequeño aprendiz. Y entonces he vuelto a pensar en Sildavia, donde no existe el temor. Allí no necesitan arbustos ni terapeutas ni pastillas de colores ni hierba fina, porque en Sildavia avanzas o te detienes sin prisa y sin preguntarte adónde vas. Simplemente estás ahí, convencida de que no existe un lugar mejor.
Estudié alquimia hará unos catorce años, me fasciné con novelas que me hablaban de muertes y resurrecciones y llegué a pensar que tal vez un día lograría transmutar el plomo en Sildavia dentro de mí. Por aquel entonces, en unas conferencias, me presentaron a un poeta que siempre llevaba un poco de plomo en un bolsillo del pantalón, por si se producía el milagro. Después de tantos años y de algunos intentos fallidos, he logrado habitar a veces en una Sildavia fugaz. Me gustaría que fuera permanente, aunque desconozco si la naturaleza de Sildavia es compatible con la perdurabilidad. He de investigarlo. En todo caso sé que no la encontraré en los manuales al uso, así que he encargado una libreta Moleskine con poemas ilustrados, donde iré tomando nota de mis observaciones. Cualquier día de éstos, mientras planeo vuelos sin caída en el azul eléctrico, mi gato plateado me dirá el nombre que Sildavia reserva para mí.


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