Por el alumno Pablo Rejano
¿Cómo era tu vida hace seis años? ¿Cómo te imaginabas que iba a ser tu futuro por aquel entonces? ¿Qué se ha cumplido?
Y parece que fue ayer cuando veíamos a los 'mayores de 2º de Bachillerato' como semidioses. Parece que empezaba, y está ya acabando. Estamos en el principio del fin, el tiempo juega en nuestra contra. Hemos atravesado seis duros años para llegar hasta donde hemos llegado (y lo que nos queda).
El camino aún no ha acabado, ni mucho menos. Ahora, dicen, viene lo bueno. Después del llamado 'verano de nuestras vidas', abriremos otra etapa de nuestras vidas, cerraremos el libro cuyo epílogo estamos terminando. Puede que la universidad sea la mejor etapa, pero permíteme que me dé el privilegio de recordar. Recordar uniformes, regañinas, risas, amigos, amores, desamores, suspensos, notas, más notas, deberes, más deberes y un sinfín de dibujitos en el margen de los cuadernos. En el camino hemos creado, forjado y mantenido amistades que seguramente lleguen a durar toda la vida, y también otras, muchas, se han quedado en el camino. Pero los momentos perduran, siguen inertes en nuestras mentes, están cuando te atreves a mirar hacia atrás cuando todos hablan de 'tu futuro'.
Bachillerato no ha sido fácil, ni la ESO en su momento. En el camino, hemos aprendido miles de cosas, nos hemos planteado para qué nos servirán en el futuro, y algunas las hemos llegado a olvidar. Pero no desesperes, lo olvidado será repuesto; tanto los amigos que dejaste como los conocimientos que te estudiaste.
Luego, en el futuro, cuando estés preparando los parciales o, incluso, ordenando tu cuarto para independizarte, encontrarás esa foto de clase y volverás al pasado. Revivirás y recordarás. Pero no todo es revivir ni recordar, ni mucho menos. La virtud del pasado es que siempre estará ahí, intacto, inmortal, pero el futuro es amorfo, efímero, y tenemos que crearlo, modelarlo.
Acabamos de pasar una parada, bachillerato, y la siguiente es selectividad, y la siguiente la universidad, y así una siguiente, y otra, y otra, porque este tren, el de la vida, no tiene frenos. Creíamos que nunca íbamos a llegar, o incluso algunos no querían llegar, pero llegamos y pasamos.