Revista Cultura y Ocio

Estabas y estás.

Publicado el 01 noviembre 2013 por Molinos @molinos1282

ESTABAS Y ESTÁS.Estabas en la entrada de casa, con traje y corbata, la mano en la puerta y gritando “Yo me voy” mientras esperabas a que saliéramos con las mochilas, los abrigos y todo lo del colegio. Estabas en la mesa de la cocina de Madrid. Antes de la obra en el extremo de la mesa más cerca de la puerta,  conmigo a tu derecha. Después de la obra en la cabecera que queda con la pared amarilla a la espalda. Estabas en la mesa de la cocina de Los Molinos, en la esquina del banco que queda debajo de la ventana que da al jardín. Ya no me acuerdo dónde te sentabas en el sofá. No sé cual era tu sitio pero sé que tenías uno.  No me acuerdo. Recuerdo, sin embargo,  como te sentabas. Con las piernas cruzadas y el brazo en el respaldo. El cojín de esa zona siempre estaba más hundido. Estabas en el coche, conduciendo, con el codo apoyado en la ventana y el brazo puesto en el respaldo del copiloto al ir marcha atrás. Igual que hago yo ahora. Estabas de copiloto, mirando por la ventanilla. Tan tranquilo siempre, condujera quien condujera. Dormías en el lado derecho de la cama. Yo duermo en el izquierdo. Estabas en el jardín de Los Molinos paseando con los brazos a la espalda o las manos metidas en los bolsillos del pantalón o sujetando un cigarro hasta que dejaste de fumar. Estabas sentado en tu silla con ruedas, en el despacho. Rodando entre la mesa y el mueble con el ordenador. Quitándote y poniéndote las gafas de ver de cerca. Ahora estas al final de un camino de tierra que sale de una carretera asfaltada sin mucho tránsito. Una carretera que sólo se llena en agosto y en noviembre. Una carretera donde van padres en bicis, gente a caballo y gente corriendo. Cuando acaba el asfalto, a la izquierda, sale un camino y al final, hay una tapia blanca y una puerta pequeña enrejada que no es la principal. Sólo un día entramos por la principal. La puerta pequeña siempre está abierta, aunque sea de noche o madrugada. Lo sé.  
Me paro donde el camino termina. Aparco y me bajo del coche. Siempre me pongo nerviosa, tan nerviosa que siempre me equivoco de pasillo cuando me decido a entrar. 
A veces no entro. A veces sólo me quedo allí y  miro La Peñota, Montón de Trigo y Siete Picos. Es lo que ves tú desde que estás ahí. Pronto iré a verte, tengo que hablar contigo, pero hoy no.
Mi padre, Mi padre (III) , 1 de noviembre de 1997, Mi padre y yo

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