El camino del hombre recto está por todos lados rodeado por las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres malos.
Esta mañana he escuchado en una emisora de radio a un psicólogo (argentino) al que preguntaban sobre qué debe hacerse ante un sistema copado por los corruptos.
Sostenía que el poder no corrompe, pero que en un sistema donde la corrupción es lo normal, las personas honradas se cuidan mucho de inmiscuirse en la política y el poder. En tales condiciones, es muy difícil que estas lleguen a acceder al mismo, porque no saben ni quieren manejarse en los entresijos del estado corrupto.
Ponía el ejemplo de las “tarjetas opacas de Caja Madrid”. Los que las utilizaron no las crearon, se las encontraron al acceder al consejo y tenían tres opciones:
- Utilizarlas
- Abandonar
- Denunciarlos a todos
Probablemente la mayoría de personas incluso honradas en la mayoría de circunstancias optarían por la 1, las verdaderamente rectas por la 2 y sólo un héroe loco por la 3.
Este estado de cosas conduce a que las personas honradas sencillamente decidan no participar en política ni la gestión de lo público, porque no quieren verse ante tales disyuntivas. El ponente comentaba que esto es justamente lo que ha ido sucediendo en Argentina, con lo que sólo han quedado los corruptos en el poder. Y recomienda justo no hacer eso, sino participar, para no dejar el poder en manos de ellos.
Comenta el psicólogo también que la persona honrada ante la ley, siempre juega en desventaja con el canalla, porque éste está dispuesto a hacer cosas que aquella no haría. Totalmente de acuerdo, luego explicaré que yo he experimentado esto directamente en mis bolsillos.
Y que algo que sí podemos hacer todos es no practicar ni tolerar las pequeñas corrupciones a nuestro alrededor, se empieza por ahí y se construye de abajo a arriba una sociedad honrada. Aunque entiendo que a veces resulta difícil hacerlo, cuando aquellos que gestionan tus impuestos, no son honrados con ellos. Yo he cumplido con esta recomendación desde que recuerdo, jamás he robado “ni una goma de borrar”, nací programado con la idea de que la libertad, la vida y la propiedad son sacrosantas y según me consta, mis padres y abuelos exactamente igual. No sirvo para la picaresca hispánica.
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Durante años he defendido esta postura: Hay que intentar participar y hacer crítica constructiva, proponiendo alternativas, si no te gusta cómo se hacen las cosas, en lugar de quejarse continuamente (en el foro inadecuado) y de la crítica destructiva, que es tan fácil como improductiva.
Estoy afiliado a un partido y sobre todo, en los últimos dos años, he intentado hacer justo eso, participar, para mejorar la sociedad en la que vivo, siempre desde mis ideas. He sido interventor y luego apoderado en elecciones, he debatido con los compañeros de mi sede y en las redes sociales, he aportado escritos con propuestas, sobre todo orientadas a la construcción de “programa” e ideas… Yo he animado a todos mis conocidos a hacer lo mismo, es decir, participar en política y en los asuntos públicos, cada cual desde sus ideas y preferencias, por supuesto. He soportado críticas, incluso insultos, simplemente por el hecho de hacer esto, en el mejor de los casos lástima (“allá tú…”). También alguna (poca) gente me animaba a seguir.
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A la vuelta del verano, no sé muy bien cuál ha sido el desencadenante, alguna tuerca se ha pasado en mi cabeza y me he rendido, he llegado a la conclusión de que realmente, no es posible participar, al menos para mí y que por tanto la democracia española es muy muy mejorable. El cambio de humor al respecto no ha sido paulatino sino bastante repentino, asemejándose a un dique roto por acumulación. Creo recordar que el punto de inflexión temporal fue el caso del ayuntamiento de Santiago de Compostela, pero podría haber sido cualquier otro. Las causas creo que son:
- La corrupción no sólo no se corrige sino que aumenta, en todos los partidos en el poder, más sindicatos y patronal; para mí el único nivel aceptable de la misma es cero
- Lo mismo respecto de los cargos públicos “a dedo”; en mi opinión habrían de erradicarse por completo, los cargos por necesidad y mérito
- La cúpula ni escucha ni responde a los afiliados y simpatizantes, ni existen canales formales para ello, con lo que la participación real es imposible
- Lo mismo respecto de la democracia interna, no existe un cauce para “ir en lista”, salvo el dedo de la cúpula
- Indiferencia hacia el sufrimiento de gente honrada que ha caído en desgracia y del contribuyente en general, que es quien carga con los “recortes” sobre sus espaldas y no los puntos 1 y 2, que si se solucionaran, los recortes tal vez no serían tales
- Constatar que otros afiliados, también de otros partidos en el poder, sienten exactamente lo mismo
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Recientemente también he sufrido el funcionamiento de la Justicia. Resumiendo: Unos señores me estafaron, para conseguir que me pagaran lo que me debían tuve que recurrir a abogados, invirtiendo una suma muy alta para mí, con años de restricciones familiares y preocupación rayando la depresión a veces. Al verse llevados a los tribunales acabaron saldando su deuda conmigo irregularmente. No obstante quedaban daños y perjuicios y otros conceptos por reclamar (incluyendo el falseamiento de datos y el fraude a la administración pública…). Al celebrarse el juicio cuatro años y medio después de comenzar la pesadilla, la sentencia ha resultado en que, puesto que finalmente acabaron pagando, no hay nada más que reclamar y yo tengo que pagar las costas. Qué conclusiones saco yo de ello:
- Para mí (la víctima): Ten mucho cuidado con lo que haces porque la justicia (el estado) no te ampara, sino al defraudador
- Para la parte contraria (defraudadores habituales): Sigue haciendo lo que hacías, que haremos la vista gorda y si alguien se queja además le penalizaremos
Y esto es lo que creo observar que sucede de modo general y a mayor escala.
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Lo que he expuesto respecto de la política y de la justicia me ha hecho entrar en un estado de sensación de “indefensión”, respecto del poder, en que he llegado a percibir el sistema (corrupto) como un enemigo, que me confisca y ampara a los delincuentes y ante el cuál lo mejor que puedo hacer, es tratar de pasar desapercibido.
No soy un antisistema, todo lo contrario, me considero un “patriota” (que no nacionalista), comprometido con la sociedad en la que vivo y su buen funcionamiento para bienestar de todos (los que quieran participar), pero me he rendido tras el experimento de participación.
Sigo afiliado al partido fundamentalmente por la gente de mi sede, que es estupenda, honrada, me han recibido con los brazos abiertos y me han tratado como a un amigo; asimismo, todavía queda alguna figura política en él que sigue respondiendo a mis expectativas y también porque mis ideas mayormente supongo siguen encajando en él, aunque el partido no está nada interesado en la definición de ideas ni programas y mucho menos en que los afiliados participen en ello. Pero es posible que para las próximas elecciones, por primera vez en mi vida, no vaya ni a votar…
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Sospecho que mucha gente se siente como yo (y aún peor). Vislumbro dos medidas fundamentales para que esto se solucionara:
- Que la ley y la justicia fuesen contundentes y ejemplarizantes en la defensa de las víctimas y el castigo del delincuente, blindar la defensa propia…
- La democratización interna total de los partidos (al estilo de USA) y del sistema en general (al estilo de Suiza quizá), por ley, en la Constitución si es preciso
Como veis, he tocado los tres poderes. Dejo esto para otros más valientes e idealistas que yo, tal vez tú que estás leyendo esto. Como he manifestado, me retiro del intento de participación política y me concentro en sacar adelante (y defender) a mi familia, que no es poco.
Gracias por leerme y haber llegado hasta aquí, espero te haya hecho reflexionar.