LA HABANA, Cuba - Después que el huracán Katrina devastara partes de Louisiana y Mississippi en agosto de 2005, Cuba ofreció un equipo de médicos y suministros para ayudar a tratar a los estadounidenses heridos y desplazados. Cuba es reconocida en todo el mundo por la calidad de sus médicos - pero el gobierno de Estados Unidos rechazó la oferta. Por supuesto, esto no es exactamente sorprendente dadas las décadas de animosidad entre los dos países. La tensión entre Cuba y los EE.UU. se encuentra visiblemente personificada en un embargo comercial aún vigente impuesto por los EE.UU. en 1960, un año después de que Fidel Castro y Ernesto "Che" Guevara encabezaran una revolución.
Teniendo en cuenta las frías relaciones y cómo EE.UU. rechazó la ayuda médica cubana en 2005, se podría suponer razonablemente que la Isla a sólo 90 millas al sur de la Florida es el último lugar en donde un americano iría a una escuela de medicina.
Uno podría estar equivocado. Lillian Burnett, de Oakland, es la prueba - y ella no está sola.
Pero, ¿cómo puede alguien llegar desde California hasta la capital cubana para convertirse en un médico certificado?
Es una historia que involucra a Castro, un edificio inspirador a espaldas de un área de la bahía, un deseo personal de hacer el bien y una misión cubana con visión de futuro y con una perspectiva internacional. Es también una historia que hace resplandecer la luz en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), un programa que capacitación médica y ayuda a pacientes de todo el mundo - incluso en los EE.UU. - a pesar de que pocos estadounidenses son conscientes de su existencia.
Inspiración de Honduras
Burnett se graduó en la Universidad de California en Berkeley en 2005 con la vista puesta en convertirse en doctora. Poco después, Pastores por la Paz, una organización interreligiosa que tiene como objetivo ayudar a las poblaciones marginadas, llegaron al Laney College en Oakland para hacer una presentación sobre la ELAM. Un graduado de la ELAM llamado Luther Castillo habló de su propia experiencia en el programa y de la labor que estaba haciendo en su país, Honduras, sirviendo a su propia comunidad garífuna, una población centroamericana de ascendencia africana.
"Los garífunas son un pueblo en gran medida marginado, oprimido, en sus países y Luther es solo un joven increíble que estaba haciendo un trabajo increíble", recordó Burnett el mes pasado, sentada en su pequeño apartamento de un dormitorio en La Habana.
Castillo habló de cómo él y otros graduados de la ELAM habían adoptado un método de la medicina siguiendo el modelo del sistema cubano y lo aplicaron a su comunidad garífuna en Honduras. Clínicas en los barrios pequeños que sirven y construyen relaciones con el conjunto de familias en determinados vecindarios, donde los médicos funcionaban como líderes de la comunidad y como profesionales de la medicina.
El efecto fue algo más íntimo y holístico que el sistema de salud de Estados Unidos, en el que el tratamiento a menudo puede sentirse precipitado e impersonal.
"Vi eso y estaba como, 'Sí, eso es lo que quiero hacer'", señaló Burnett. "Ese es el tipo de médico que quiero ser. Quiero ser preparada así. Incluso si no puedo necesariamente volver a los Estados Unidos y practicarlo de esa forma, déjenme tener esos valores inculcados en mí mientras estoy aprendiendo esta ciencia."
La ELAM lleva a los estudiantes de todo el mundo a Cuba para un programa de seis años, enseña en español y está cubierta por becas del gobierno cubano. (Para los estadounidenses, esas becas son administradas por los IFCO / Asociación Pastores por la Paz.)
Los estudiantes tienen que hacer sólo una promesa: Después de terminar el programa, van a regresar a sus hogares para trabajar en las comunidades marginadas en sus propios países de origen.
El programa de seis años de la ELAM incluye más de 10 000 estudiantes de más de 120 países, según MEDICC, una organización sin ánimo de lucro que trabaja para facilitar la cooperación en la educación médica entre los EE.UU., Cuba y otros países. A partir de 2014, la ELAM había graduado un total de 23 000 estudiantes de 83 países de África, Asia y las Américas desde su primera clase finalizada en 2005. Los graduados estadounidenses - a partir de 2014, más de 100, junto con cerca de 100 que se encuentran actualmente- son "mayoritariamente jóvenes negros de familias de bajos ingresos, más de la mitad mujeres", según MEDICC.
Gail Reed, Director de Investigación de MEDICC, dice que la ELAM es la escuela de medicina más grande del mundo.
Inspirada tanto en la historia de Castillo y de la ELAM en su conjunto, Burnett pasó algún tiempo en los EE.UU. tomando cursos de pre-medicina y ahorrando dinero, luego se inscribió en el programa y se trasladó a La Habana en 2011.
Su viaje había comenzado.
Compañeros de clase - y conexiones - por todas partes
Burnett dice que uno de sus aspectos favoritos de la ELAM es su énfasis en la responsabilidad del grupo más allá de las fronteras culturales. Un grupo típico, como el de ella misma, incluye estudiantes de Líbano, Pakistán, Mongolia, Ecuador y las Islas Comoras, todos trabajando juntos en español. A los ojos de sus profesores cubanos, el éxito - o el fracaso - se gana en conjunto, no como individuos.
"Dicen que el chico de Pakistán y el chico de las Comoras la tienen fácil, pero el resto de nosotros nos estamos esforzando", dice ella. "Los profesores no van a dejar que ellos saquen 5 y el resto de nosotros saquemos 2 y 3. Dirán: "¿Cómo es que ustedes lo hicieron bien y sus compañeros están teniendo dificultades? Qué vergüenza. Es necesario ayudarlos a salir. Es necesario levantarlos".
Pero los beneficios no son solamente educativos.
"Es una diplomacia política excelente y un movimiento de solidaridad internacional, porque no es fácil hacer enemigos", dice Burnett. "Tienes esa mentalidad de 'No, hombre, fui seis años a la Escuela de Medicina y pasaron algunas cosas en la que estaba involucrado mi amigo de Palestina. ¡Ese es mi colega!"
"Tienes una responsabilidad en eso, también '
Burnett está llegando al final de su cuarto año en el programa. Los dos primeros se emplean principalmente en el aprendizaje de las ciencias duras en el aula, los posteriores cuatro haciendo prácticas en el trabajo clínico. Desde el primer día, sin embargo, los estudiantes son asignados a los barrios donde van de puerta en puerta para tomar las temperaturas de las personas, la presión arterial y preguntar acerca del bienestar general de las personas.
No es una intrusión para los residentes, dice Burnett, ya que están acostumbrados a un modelo de atención basado en la comunidad. Típicamente, una clínica llamada consultorio servirá a un barrio determinado; el médico a menudo vive arriba de la clínica donde practica y conoce bien las familias de la zona. Luego una clínica grande ofrecerá una atención más específica para un conjunto de barrios, con los hospitales como último recurso de primer nivel o en caso de emergencias.
Aspectos de ese sistema conectado socialmente, basado en la comunidad, son los que Burnett y muchos de sus compañeros de estudios de la ELAM esperan llevar de vuelta a sus países de origen después de la graduación.
"Hay una forma de interactuar con la gente y estar presente en la comunidad que no es solo la científica y de la medicina pura y dura", dice ella. "Realmente me gustaría practicar en una comunidad para ayudarla a movilizarse en torno a su propia salud."
Burnett menciona su propia ciudad natal de Oakland.
"Los cubanos dirían que hay un papel que el médico tiene que jugar frente a la violencia armada en la comunidad, en torno a hacer frente a la adicción en la comunidad, frente a la brutalidad policial en la comunidad", continúa. "Esas son cosas por lo que la gente está muriendo, y no hay una píldora para ellos. Es necesario comprender el impacto que todos esos otros factores económicos sociales, políticos estresantes tienen en alguien que ha desarrollado una enfermedad infecciosa o la diabetes o la hipertensión en esa atmósfera.
"Hay medicina en eso también. Tienes la responsabilidad de eso, también."
(Tomado de la revista digital estadounidense Mashable. Traducción de Dariena Guerra/ Cubadebate)