La política parece entrar en una dinámica extraña, en la que el "fuego amigo" resulta más dañino que los ataques del adversario. Las peleas que existen al interior de las principales fuerzas pesan más que la competencia entre ellos. En Provincia de Buenos Aires, los agravios entre la UCR y el PRO no cesan y el código de ética se convirtió en apenas una tenue promesa de bajar el tono de la interna. En tanto, en Santa Fe, la contienda se recalentó luego de la renuncia de Agustín Rossi y el apoyo explicitó que Cristina Kirchner le dio a la fórmula Marcelo Lewandoski - María de los Ángeles Sacnun con la foto que se sacaron esta semana en el Instituto Patria.
Sin embargo, para el oficialismo, "el fuego amigo" no solo implica dificultades de tinte electoral como la presentada por Agustín Rossi en Santa Fe, sino también desafíos políticos y sociales más amplios, especialmente en una de las dimensiones que más le duele al peronismo porque la considera propia: el control de la calle. Ayer, mientras el gobierno aguardaba con cautela la marcha de las organizaciones sociales que se desarrollará hoy por San Cayetano, Juan Grabois, uno de los dirigentes sociales aliados al Frente de Todos, apareció con munición gruesa para sumar mayor preocupación.
El dirigente de la CTEP publicó una columna titulada "La paz social está en peligro", en donde advirtió que "la relativa estabilidad que se mantuvo durante el tiempo de la pandemia, lograda por algunas medidas del gobierno y la formidable red de cohesión comunitaria que por décadas tejimos movimientos sociales e iglesias, no podrá evitar por mucho más tiempo el estallido del pueblo pobre que quiere algo más que el plato de comida que nuestras ollas populares ofrecen cotidianamente".
El malestar es fundado: hace tiempo ya que el Estado argentino tan solo puede garantizar para amplios sectores de la sociedad apenas un ingreso de subsistencia (y a veces ni siquiera eso). Lo hace a través de una red vetusta de asistencialismo con planes que, en un régimen de alta inflación, se licuan rápidamente y caen en la trama de la nominalidad de la economía argentina.
De hecho, la tarjeta Alimentar, el programa estrella del oficialismo para atender a los sectores más vulnerables, recibió el último aumento en diciembre, cuando pasó de 4 mil a 6 mil pesos para las familias con un hijo de hasta catorce años. Mientras tanto, de enero a junio (último dato del INDEC) la inflación acumulada en alimentos fue del 26,4%.
La tarjeta Alimentar nació en el marco de la "Mesa del Hambre", que cuando se anunció con bombos y platillos en enero de 2020 reunía a un gran número de actores de la sociedad civil, incluyendo distintas celebridades. Hoy se redujo a un pequeño grupo técnico de trabajo, incluso los dos funcionarios principales que coordinaban el trabajo de esta iniciativa ya no ocupan sus cargos: Daniel Arroyo y Victoria Tolosa Paz.
¿Hay posibilidades como dice Juan Grabois de un "estallido social"? Llamarlo "estallido" puede sonar desmedido, pero los datos demuestran que la conflictividad social está en ascenso, dándole la razón a Grabois. La consultora Diagnostico Político realiza desde 2009 un monitoreo mensual de la cantidad de piquetes.
Dicho estudio muestra que los piquetes experimentaron un fuerte salto en julio, alcanzando con holgura el récord para lo que va del año. Hubo 586, lo que representó una suba de 17% respecto al mes anterior. A su vez, respecto a julio de 2020 (cuando aún regía el aislamiento obligatorio) el dato es aún más preocupante: los piquetes subieron un 151%. Los 586 piquetes de agosto se acercan al registro máximo durante el gobierno del Frente de Todos de 613 alcanzada en diciembre, un mes históricamente muy conflictivo para la Argentina.
Estadística sobre protestas callejeras.
Las tres provincias con mayor cantidad de piquetes en julio fueron Buenos Aires (102), Santa Fe (50) y Ciudad Autónoma de Buenos Aires (45). Neuquén aparece en cuarto lugar (43), muy cerca de CABA a pesar de contar con una población mucho menor. Se trata de una provincia históricamente conflictiva: muchas identifican a Cutral Có como la cuna del piquete, por los cortes de rutas durante la década del 90. Chubut (40) y Rio Negro (36) aparecen en quinto y sexto lugar, confirmando que la Patagonia en general es una zona que guarda gran conflictividad. A pesar de los enormes bolsones de pobreza que existen en el norte del país allí la cantidad de piquetes es menor.
Estadística protestas en todo el país.
En cuanto a los actores que lideraron los piquetes de julio, las organizaciones sociales (131) obtuvieron el primer puesto al igual que el mes anterior, secundadas por los grupos de desocupados (112). En el tercer lugar aparecen los grupos de vecinos autoconvocados (100), seguidos por los trabajadores privados (79). Más atrás se ubicaron las fuerzas político-partidarias (74), de notable crecimiento intermensual. Cerraron la tabla los trabajadores estatales (55) y otros actores (35).
En su informe, Diagnostico Político advierte que el clima preelectoral comenzó a percibirse con claridad en la dinámica de las protestas, muchas de ellas fuertemente politizadas. De hecho, hubo muchos piquetes que exhibieron gran nivel de coordinación en simultáneo, llevados a cabo de manera conjunta por organizaciones sociales y fuerzas de izquierda, no necesariamente aliados para las próximas elecciones.
Durante la pandemia fue cuando la situación social estuvo más contenida por las restricciones a la circulación, el miedo al contagio y la asistencia social amplificada (IFE, Tarjeta Alimentar y otros programas adicionales, como el reparto de bolsones de comidas en los barrios populares donde las escuelas funcionaban como comedores).
Paradójicamente, con las restricciones que comienzan a levantarse y el país encaminado hacia la recuperación económica, según las palabras de ayer del presidente Fernández, es cuando la protesta social empieza a ganar más fuerza. En 2020 la marcha por San Cayetano no se realizó en el contexto de la pandemia. Hoy la concentración de los movimientos sociales en Plaza de Mayo podría ser masiva y mostrarle al gobierno una fotografía que preferiría no ver, sobre todo de cara al proceso electoral.