La pregunta clásica en las elecciones presidenciales para decidir el voto se dirige a los ciudadanos y se les da voz al preguntar: ¿estamos mejor bajo este presidente que antes? Hoy, nos preguntamos ¿estamos mejor bajo el presidente Trump que antes? La respuesta es que sí.
Si miramos las encuestas, incluso aquellas que están sesgadas a favor del candidato demócrata y que son la mayoría, vemos la aprobación del presidente Trump en torno al 53% en el caso de Rasmussen y del 56% en la de Gallup. Son porcentajes muy satisfactorios y que nos llaman a la esperanza de cara a la cita electoral del 3 de noviembre. Todavía más sobresaliente es el hecho de que Trump ha logrado estas cifras mientras se producen encarnizados ataques de los demócratas y de los medios afines a éstos, casi todos, en torno al coronavirus, sus víctimas y sus efectos económicos. Son datos que contrastan con los obtenidos por sus predecesores en sus primeros mandatos.
En octubre de 2004, cuando George W. Bush buscaba la reelección, un 47% de los votantes registrados dijeron que estaban mejor que antes de asumir el cargo. En 2012, cuando Barack Obama buscaba un segundo mandato, el 45% dijo que estaba mejor que cuatro años antes. O sea, que Trump los aventaja de forma considerable. Aun así, los medios sesgan la información y no lo resaltan como deberían. Es un intento de socavar la reelección. Al igual que en 2016, la verdadera colusión e interferencia en las elecciones se produce entre el Partido Demócrata y los medios de comunicación y la prensa de Fake News.
Tanto Bush como Obama ganaron la reelección con esos datos. De modo que Trump está batiendo ya a Biden entre los ciudadanos que votan y en inmejorables condiciones para ganar. Otro dato que avala el optimismo de los trumpers es que el presidente aventaja a Biden en todos los estados decisivos, como Ohio, Pennsylvania, North Carolina, Minnesota, Arizona, Michigan, Iowa...
En cuanto al estándar de satisfacción de los ciudadanos, fue Ronald Reagan quien introdujo la pregunta clave al preguntar a los 80 millones de telespectadores en su declaración final en el debate con Jimmy Carter si estaban mejor que cuatro años antes.
Reagan lo expuso así: "El próximo martes, todos ustedes irán a las urnas, se pararán en el lugar de votación y tomarán una decisión. Creo que cuando tome esa decisión, sería bueno que se preguntara: ¿Está mejor que hace cuatro años? ¿Es más fácil para ti ir a comprar cosas a las tiendas que hace cuatro años? ¿Hay más o menos desempleo en el país que hace cuatro años? ¿Es Estados Unidos tan respetado en todo el mundo como antes? ¿Sientes que nuestra seguridad es tan segura, que somos tan fuertes como hace cuatro años?".
Y son preguntas totalmente vigentes hoy en día. Las respuestas favorecen a Donald Trump, que ha hecho una gran gestión presidencial desde 2016 hasta 2020. Son preguntas que ponen el foco donde realmente importa y no en la desinformación de la prensa: en los éxitos de estos cuatro años con Trump en la Casa Blanca.
Una semana después de esas preguntas, en 1980, Reagan ganó 44 estados y 489 votos electorales contra los seis estados de Carter y 49 votos electorales. Una victoria landslide que Trump podría obtener también, aunque sea con otras cifras electorales.
Desde entonces, la pregunta de "una mejor situación" ha sido un criterio y un estándar válido para medir el probable destino de un titular de la presidencia.
De forma ignorante, Obama hizo la pregunta antes de las elecciones midterm de 2014, poco después de que una encuesta revelara que el 59% de los encuestados dijo que efectivamente estaban en peor situación. Demostraron que lo decían en serio el día de las elecciones, cuando el Partido Republicano ganó su mayoría en la Cámara y obtuvo nueve escaños más en el Senado para tomar el control total.
Que Trump esté aprobando claramente en este criterio, es muy significativo y que los medios le estén hurtando el mérito indica bien la manipulación absoluta que se pretende para perjudicarlo. La campaña de Trump se está enfocando a destacar los logros del presidente, que son muchos y variados, para contrastarlos con los catastróficos desastres de Biden en sus 47 años de vida pública llena de corruptelas e incompetencias. Esto es importante porque la narrativa informativa se convierte en positiva para el presidente Trump desde la perspectiva de sus políticas de éxito.
Por ello, el esfuerzo en esta recta final de la campaña electoral se centrará en destacar los logros del presidente en estos cuatro años. Trump está realizando un esfuerzo impresionante para comunicar todo ello mediante mítines y entrevistas en los medios que más llegan a los ciudadanos: por TV, radio e internet. De forma paralela, Trump pone el foco de atención sobre cómo sería un triunfo demócrata y cómo afectaría de forma negativa a la vida de las personas y al propio país.
Trump está aprovechando la postura absurda de Biden de rechazar responder a preguntas en temas claves. Por ejemplo, un reportero de Las Vegas le preguntó a Biden si los votantes "merecen saber" si está a favor de sentar candidatos socialistas en el Tribunal Supremo y respondió: "No, no lo merecen". Igualmente, tanto Biden como Harris han dado respuestas contradictorias o poco claras sobre si apoyan la prohibición del fracking y el Green New Deal y su plan para aumentar los impuestos a las corporaciones y las personas. La falta de claridad es intencional, lo que demuestra que no quieren que los votantes sepan lo que haría una administración Biden-Harris. Trump ya está sacando ventaja de estas brechas para establecer contrastes convincentes con sus políticas, las cuales produjeron esa amplia satisfacción que encontró Gallup o Rasmussen, y que las tonterías de extrema izquierda que están vendiendo Biden y Harris son muy impopulares entre los ciudadanos y a nadie les importa realmente.
De esta manera, Trump ha logrado vencer a todos sus enemigos y se ha dado a sí mismo la mejor oportunidad para ganar. Esta estrategia de puro sentido común entronca con las mejores campañas políticas ganadoras de la historia americana. Una campaña salpicada de dificultades, incluido superar el coronavirus, para ganar a lo grande.
Esta semana pasada fue épica con entrevistas que han marcado el regreso de Trump a la campaña electoral de manera impresionante. Entrevista con Rush Limbaugh en la radio con la que llegó, sin filtros, a 50 millones de oyentes y probables votantes. Trump estuvo apoteósico, enérgico y brillante. Entrevista con el doctor Snerdley, el analista médico de la Fox News, con una audiencia de entre 20 y 30 millones. Entrevista con Tucker Carlson en Fox News, uno de los escasos periodistas con prestigio que quedan, con otra audiencia millonaria. Y entrevistas con Mark Levin en la radio, y con Sean Hannity y Maria Bartiromo en Fox News y Fox Business.
Esta semana el impulso vendrá de nuevas entrevistas para sectores estratégicos y de rallies electorales en Florida, Pennsylvania y North Carolina.
Además, los nuevos anuncios de la campaña de Trump promocionan el liderazgo del presidente durante la pandemia y destacan la amenaza de los desastrosos planes de Joe Biden. Hay mucha información que va a salir de aquí a noviembre sobre noticias falsas de los demócratas, instituciones corruptas y sesgadas a favor de Biden como la Comisión de Debates, la actuación de piratas informáticos, informes falsos del FBI, encubrimiento de los medios de la corrupción demócrata...
Para atajar el fraude habitual con el que los demócratas se rodean, la campaña de Trump ha establecido un ejército de más de 50.000 observadores voluntarios en una variedad de estados decisivos como North Carolina y Pennsylvania, donde las votaciones anticipadas ya están en marcha.
Las cosas van bien en muchos estados en disputa. Por ello, la campaña recorta drásticamente el gasto publicitario en Minnesota y en el Medio Oeste, incluidos algunos de los estados que ayudaron a ganar a Trump en 2016, y se traslada parte de ese dinero a estados del sur. Así, la campaña ha recortado aproximadamente 2 millones de dólares en reservas de anuncios en Michigan y Wisconsin desde septiembre, además de Iowa y Ohio.
Durante el último mes, la campaña de Trump sacó 22 millones de dólares de Michigan, Wisconsin, Minnesota, Iowa y Ohio, y se agregó 19,8 millones para los estados indecisos de Florida, Georgia, Arizona y North Carolina. La campaña ha cancelado los anuncios de televisión esta semana por un valor de 2,5 millones de dólares en Ohio y de y 820.000 dólares en Iowa debido a las altas posibilidades de victoria en ambos estados con el presidente en torno al 48% o 50% de apoyo. Después de gastar más que la campaña de Biden por un margen significativo de mayo a septiembre, el presidente ha reducido la inversión publicitaria en Ohio y Iowa. La reorientación del esfuerzo de campaña seguirá cambiante de aquí a noviembre.
Trump no escatima esfuerzos ni energía para conseguir la victoria y la reelección. La campaña electoral entra en su fase crítica con el presidente totalmente implicado y decidido a ganar y a hacer historia.
Los datos arrojan una probable victoria en torno a 330 o 359 votos electorales. Esto puede variar de aquí a noviembre y ampliarse o reducirse algo, pero cada día que pasa es más evidente que Trump va encaminado a un segundo mandato presidencial.