Revista Cultura y Ocio
Este jueves Inma, del blog MOLÍ DEL CANYER, nos propone que hablemos de amores de la infancia. Podéis pinchar en el enlace para ver todos los relatos. Allá va el mío:
Pensé que nunca lloraría tanto en mi vida como el día en que mis padres me dijeron que nos íbamos a vivir a otra ciudad. Es verdad que mi vida había sido corta, pues tan solo tenía trece años y medio, pero estaba convencidísima de que no podría sobrevivir sin mis amigas, a las que conocía desde la guardería. En las dos cosas me equivoqué. Recuerdo el primer día en el nuevo colegio. Quería morirme de la vergüenza, incapaz de mirar y mucho menos hablar con alguien. Cuando salimos al recreo, cogí mi sándwich y me fui a comérmelo a la esquina más alejada del patio. Una chica se acercó a mí y se presentó como Lidia. Desde ese momento nos convertimos en amigas inseparables. No solo era la chica más guapa que había visto en mi vida, con su largo pelo rubio y sus preciosos ojos azules, sino que consiguió en unos cuantos días que me olvidara de mis antiguas amigas sin las que pensaba que no podría vivir. Nos lo contábamos todo, o eso pensaba yo, nos cambiábamos la ropa, nos prestábamos los discos, los libros, estudiábamos juntas… Jamás olvidaré la primera noche que fui a dormir a su casa unos meses después de conocernos. ―Esta noche te contaré algo especial, ―me dijo aquella mañana durante la clase de mates. Por mucho que insistí, no conseguí que me adelantara nada. No se me ocurría que podría ser, pero me daba igual, porque para mí, todo era especial con Lidia. Una maravillosa sensación de vacío se había instalado en mi estómago desde que me había invitado a su casa y me sorprendía a mí misma imaginándome como sería aquella noche, anticipándome a una intimidad que hacía tiempo deseaba tener con ella, recreándome con la idea de que ella podría tener hacia mí los mismos sentimientos que, indudablemente, yo tenía por ella y que estaba dispuesta a declararle.
A duras penas conseguí contener el llanto aquella noche, y disimular una alegría que no sentía, después de que Lidia me confesara que estaba enamorada de mi hermano y que habían empezado a salir juntos, pero fueron muchas las noches que lloré después, por esta y por otras Lidias que se cruzaron en mi camino.