presenta el Ciclo POP&DANCE (Intromusica)
Viernes 30 de octubre 2015
FERNANDO ALFARO
Presentación nuevo álbum
"SAINT MALO"
Joy Eslava
Venta de entradas en este link
Hace ya más de veinte años, Fernando Alfaro intentaba mantener a flote un barco a la deriva. Y, sin viento al que arrimarse, Surfin' Bichos quedaron varados en 1994 tras "El amigo de las tormentas".
Tiempo después, cuando Alfaro navegaba de nuevo con Chucho y repasábamos en una entrevista la discografía de su primer grupo, el de Albacete excusó cierta falta de aliento del último disco de los Surfin' con un argumento que me dejó atónito: "La culpa no era de las canciones. La culpa fue mía porque entonces no tenía fuerzas para hacerlas sonar como debían".
Rescato aquella manera de defender las últimas canciones de Surfin' Bichos, apelando al estado de ánimo y salud del autor para explicar por qué quedaron algo empapadas de desánimo, para advertir que a las de "Saint-Malo" les pasa justo lo contrario. Están llenas de luz y vitalidad y cada cual suena como quiere: más correosa, más ingrávida, más enamorada, más perruza...
El Alfaro de 2015 navega visiblemente relajado, sin necesidad de retarse a sí mismo y con la mente lo suficientemente despejada como para adentrarse en alta mar con uno de sus cancioneros más espléndidos.
He aquí el Alfaro más desacomplejado ever. Un Alfaro que se marca en "Velero" una medio-rumba sobre su condición de emigrante; emigrante, incluso de sí mismo, siempre subido al tren, siempre buscando un lugar en el que caer vivo. La canta con acento manchego-andaluz y juguetea con las palabras como un niño chinarro que se resiste a ser poeta serio: "Escucha este cante, cante de remeros, sólo es un remedo, no tengo remedio, medio, te lo digo en serio, si me dices medio siempre digo entero", suelta.
Buena parte de este "Saint-Malo" es un parte de las batallas libradas, un balance de desperfectos hecho ya en tierra firme, un 'estoy tan bien que ni me lo creo'. Hay que imaginar al de Albacete paseando por un parque de Laponia y, en medio de una bruma abrumadora (si se acepta el alfarismo), teniendo una epifanía que le llevará a componer "Saariselkä stroll".
Hay que imaginarlo en la mismísima gloria, un sábado por la mañana, mientras el sol se cuela por la ventana de esa habitación en la que transcurre "Pijama de fantasma". Hay que imaginarlo aterradamente feliz en "La eternidad".
"Yo nunca hago canciones totalmente felices porque serían mentira", excusa. De ahí el psicodélico y turbio epílogo a "Eso fue todo" que siembra la duda eterna.
Aun así, "Saint-Malo" refuta dos grandes tópicos: que las grandes obras nacen del sufrimiento y que cuanto más dinero hay, mejores discos salen. Alfaro ha trabajado con el presupuesto más ajustado de su carrera, pero hay que ver lo ligero que avanza este repertorio, arropado por una tripulación capaz de abordar un vals o una nana y de guiñar un ojo a los Jam (en "El ascensor de Herodes") o a Yo La Tengo (en "La luna aplastada", con ayuda del polizón David Rodríguez).
"Mi juventud tarda en llegar", canta Alfaro en "Tempus fugit", rebasados ya los 50 años. Y sí, el disco viene plagado de referencias al paso del tiempo y flashes de otras épocas. Pero no son reflexiones amargas, sino que denotan la mirada propia del que ha encontrado un feliz puerto desde el que avistar la tormenta. Igual que Bob Dylan en "My back pages", Alfaro está más joven ahora que antes. Tan rejuvenecido suena en "Saint-Malo", que gran parte de estas trece canciones se pueden tararear. Sí, sí, ¡tararear!
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