Revista Viajes

Estella (lizarra)

Por Orlando Tunnermann

ESTELLA (LIZARRA)
Digo adiós a la nieve pirenaica con una suerte de “llanto interno” que acaba bajo el manto blanco que cubre Roncesvalles. Estella, Lizarra en vasco, está bruscamente escindida por un río Ega que transporta verdosas aguas soliviantadas (furiosas). El caudal ha ascendido como si una furia interna conturbase sus sueños. Este lugar está especialmente destinado a tomar buenas fotografías panorámicas con romántico marco de puente de piedra. 
Mi primera parada será en la iglesia del Santo Sepulcro (S.XII). Aunque tal nombre resuena en mi mente con tambores lejanos de tierras exóticas de la ciudad vieja de Jerusalén, aquí en Lizarra se aprecia claramente la piel vernácula de una villa típicamente vasca que obtuviera su fuero en el año 1090 de la mano del rey Sancho Ramírez. Me planto ante la preciosa evangélica y apostólica portada gótica del siglo XIV. La estructura del templo parece basta y sucia, ennegrecida, como huérfana alma a la intemperie. Aún así, pese al desdoro que mancilla la portada, siguen siendo magníficos esos ángeles en piedra que rodean a Cristo en diferentes etapas de su vida. Arquivoltas, apóstoles, un racimo de figuras pétreas que son como un libro con las páginas abiertas para asomarse a momentos cruciales de la vida de Jesús, como la Resurrección o la Última Cena.
ESTELLA (LIZARRA)
ESTELLA (LIZARRA)
ESTELLA (LIZARRA)
De nuevo mi mirada clavada en el puente de la cárcel (1973) que divide en dos la villa de Lizarra. Es bastante nuevo en realidad, ya que el anterior no sobrevivió a las calamidades asoladoras de la tercera Guerra Carlista en 1873. Atravieso la calle Curtidores con mis pasos como comparsa solitaria.
ESTELLA (LIZARRA)
ESTELLA (LIZARRA)
La cosa mejora en tumultuosa compañía una vez que las calles empedradas visitan la plaza de San Martín. Me planto ante la iglesia De San Pedro de la Rua, siglo XII. Como retándome a un duelo de fatiga y tenacidad, asciende hasta el templo una escalinata nada desdeñable. Nada que mis pies, avezados en tales menesteres, no hayan visto antes. Una fachada alba, como una despejada mañana sin cuitas ni desdoro sucumbe al influjo del precioso pórtico de estilo románico tardío.
ESTELLA (LIZARRA)
En esta iglesia, que ante mis ojos se me muestra mundana y “desprestigiada”, se juraron los fueros en tiempos de los reyes de Navarra Juan III y Catalina de Albret. Repertorio mayúsculo de arcos apuntados góticos y románicos en un festival decorativo.
ESTELLA (LIZARRA)
ESTELLA (LIZARRA)
ESTELLA (LIZARRA)
Desafortunadamente su faz está afeada como una dama triste y amargada por la vejez. El interior es simple, retocado, remozado de presente, blanco como una alegre bienvenida. En este conjunto algo monótono destacan las vidrieras y la capilla de San Andrés, de esplendoroso barroco. Una puerta lateral me lleva al claustro, jalonado con columnas de ornamentales capiteles. Me llama la atención un enorme pinsapo, un árbol gaditano que parece aquí extraviado como un visitante foráneo.
ESTELLA (LIZARRA)
 Pero este viaje mío, que tiene hambre de sagradas escrituras, no tarda en hallar nuevos alborozos en la iglesia de San Miguel, una mole colosal con grandes arcos y un pórtico pletórico en relieves y tallas.
ESTELLA (LIZARRA)
ESTELLA (LIZARRA)
 En su interior, para no menoscabar el influjo inicial, me atrapa y atenaza la belleza de un retablo de Santa Elena y otro de San Miguel que da sentido a la definición misma y por antonomasia del barroco flamenco.ESTELLA (LIZARRA)
ESTELLA (LIZARRA) CLAUSTRO
ESTELLA (LIZARRA)
ESTELLA (LIZARRA)ESTELLA (LIZARRA)


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