“No es que Kublai Kan crea en todo lo que dice Marco Polo cuando le describe las ciudades que ha visitado en sus embajadas, pero es cierto que el emperador de los tártaros sigue escuchando al joven veneciano con más curiosidad y atención que a ningún otro de sus mensajeros o exploradores.”
Marco Polo: Gran Kan, magnánimo emperador de los tártaros, hay una ciudad al sur comparable en misterio y leyendas a la gaseosa ciudad mueble, la insondable Atlántida o la malograda Babilonia.
Piense ahora en todas las cosas que hay en una ciudad cualquiera. Piense en las calles que la componen y en las farolas de esas calles, las personas que las recorren y en sus animales domésticos, piense en su basura y en la luz eléctrica, piense en la publicidad y los objetos que se acumulan en cajones que no se abrirán en años, las tuberías que llevan el agua y las que desalojan nuestras deposiciones y así piense en el comercio y los servicios que necesita para funcionar, sus infraestructuras tubulares pobladas también por bacterias, hongos, insectos y roedores, y la comida y la colada sujeta por pinzas y los pájaros y continúe hasta poder enumerarlos todos como si fuéramos una especie de Perec, todos los elementos que componen la urbe, en definitiva todos sus seres urbanos que a su manera y cada uno con su propia misión, la habitan. Vierta mentalmente hasta rebosar todos esos elementos en proporción descuidada en un recipiente de base 2 hectáreas y media por 50 metros de altura, y déjelo reposar como el experimento de ciencias de un niño, y así descubrimos como él, cómo todos estos elementos se han ordenado por densidades gracias a la gravedad y al tiempo, pero además en nuestra probeta urbana inevitablemente se habrán aplicado también las lógicas de la convivencia, el sentido común, la emergencia y como catalizadores, una altísima densidad y la ausencia total de leyes escritas. Con el tiempo observaremos como ha ido apareciendo la ciudad decantada en estratos habitados de convivencia y conflicto, donde la protección de la biodiversidad social es la base de la supervivencia común, ya que todo ecosistema vivo y libre tiende a buscar un equilibrio, por su propio bien.
Una vez que se desmolda nos queda efectivamente Kowloon, como un flan denso, una tortilla de patatas bien cuajada o el pudín de pescado con trocitos de aceituna y huevo duro que hace mi tía en estas fechas.
Y ahora, si pudiéramos hacer una cata de esta ciudad pudin, podríamos describir sus historias como si fuera una granja de hormigas o la mítica página cómica con las peripecias que ocurrían en la Rue del Percebe.
Escuche 7 cuentos que hablan de emergencia en un recorrido ascendente a lo largo de esta ciudad densa y estratificada en un momento histórico de auge vivencial.
Prólogo o Epílogo
九龙区 o ‘Nueve dragones’ o Kowloon es una anomalía en Matrix, un déjà vu más en la historia de la civilización occidental. Su historia tiene 1000 años cuando fue un destacamento militar que gestionaba el comercio de sal en la zona durante una de las dinastías chinas. En 1898 el recinto quedó aislado dentro del Imperio británico, sus murallas y lo que contenían quedaron, por dicha del descuido, fuera del acuerdo político por el cual Hong Kong pertenecería a la corona británica durante los siguientes 99 años. Poco a poco los 700 militares chinos que ocupaban los barracones fueron abandonando aquel fortín y un trozo (minúsculo) de China quedó a la deriva dentro de aquel imperio europeo. Lo demás es historia, los emergentes, desdichados, refugiados, perseguidos, ilegales, descapitalizados, olvidados, ahuyentados y ‘misfits’ de todo género comenzaron una ciudad de cero, ocupando sin un plan, sin acuerdos, por no encajar en las leyes de los hombres construyeron sin querer una civilización. Aquella ciudad tuvo dos únicas premisas (que no leyes) la de no salir del perímetro original que describía la fortaleza para no entrar en el territorio gobernado por el imperio y la de no crecer más allá de las 14 plantas para no entrar en zona de choque con las rutas de aterrizaje del cercano aeropuerto Kai Tak. En 1991, 50.000 personas vivían dentro de un pudin urbano tan denso como 1.920.000 habitantes por kilómetro cuadrado (siempre que hablo de densidades poblacionales me acuerdo de los 9,2 de Soria). En 1998 cuando Hong Kong fue legalmente descolonizada, la ciudad amurallada de Kowloon era ya un manierista y aburrido parque.
1. Siempre llueve en Kowloon
Es una ciudad dentro de otra que la contiene. Cuando la contenedora hierve y cuece bajo el sol tropical y la nube que evapora el mar satura su ambiente hasta el máximo que permite la presión atmosférica, la ciudad contenida sigue a oscuras, y en sus calles de ancho cuatro cuartas está lloviendo. Solo unos pocos habitantes salen de la ciudad contenida a la ciudad contenedora y cuando lo hacen cargan todo el día con un paraguas porque saben que al volver a casa seguro seguirá lloviendo y tendrán que deslizarse por sus calles entre otros vecinos que también portan paraguas, iluminados tenuemente por fluorescentes y aplastados por el continuo rumor de las máquinas de aire acondicionados y el olor de la ropa tendida que nunca termina de secarse.
2. Ciudad hecha a mano,
Pasas una puerta flanqueada por hombres que salían en películas de Jackie Chan. Subes un tramo de escalera para adentrarte en un pasillo de tumultos negros. Esas escaleras hechas a mano crecen como una raíz invertida, conectando miles de dependencias que también se hicieron a mano, sobre planos no dibujados que construyen una ciudad hiperestática hecha a mano a lo largo del tiempo según las necesidades vecinales que surgieran y sus acuerdos tácitos y tácticos. Un arquitecto sería un vecino más al que le podrías pedir consejo técnico y colaboración para construir una pieza más de estos casi 500 edificios.
3. El amurallado invisible
Al principio del pasillo hay un burdel que lleva funcionando desde los años 40, entonces ya lo visitaban los soldados japoneses mientras ampliaban el aeropuerto de Kai Tak con los muros de la fortaleza original. Esos muros de piedra ya no están y las mujeres de entonces, ahora mayores para la profesión, trabajan en talleres con maquinas ruidosas y luces incisivas en los que elaboran trajes de alta costura y gran calidad para conocidas marcas a precios irrisorios pero lejos del control y reglamento gubernamental de Hong Kong. La prostitución, las drogas y el juego están gestionadas por la mafia china, las triadas, aquellos miembros que son residentes oficiales de Kowloon son ‘intocables’ para la policía, están fuera de su jurisdicción por tanto son libres de vender droga y artículos de contrabando a visitantes del exterior. Sus muros invisibles parecen contener la ciudad de que se vierta fuera. También contienen la entrada a legislación del mundo normalizado. Kowloon vivió 100 años en la grieta legal de un descuido imperial.
4. Instalaciones dendríticas
Sigo ascendiendo y en un momento a la izquierda salgo a un estrecho patinillo, muy alto, muy largo, la luz natural que llega es tan leve que parece pintada en la pared, al final y varios pisos más arriba alguien silva y deja caer una bolsa de basura que aterriza sobre otro montón de todo que se acumula sobre el suelo del patinillo. Una comisión vecinal pasará hoy o pasado a retirarla. De la misma in-forma se ha acordado que todos el cableado eléctrico quede visto y bien accesible como un precioso embrollo neuronal que recorre toda la ciudad, así un más que posible cortocircuito o sobrecalentamiento que derive en fuego podrá extinguirse por el vecino más próximo, todos los vecinos son pues bomberos. Por cortesía de la ciudad de Hong Kong se instalaron fuentes de agua potable, 7 en el perímetro y una en el interior, además de este suministro ordinario de agua los habitantes de la ‘Ciudad de la Oscuridad’ habían logrado excavar hasta 77 pozos, algunos de 90 metros de profundidad, para encontrar bajo sus cimientos agua que impulsaban hasta grandes depósitos en las azoteas desde donde cada vecino podía pinchar una fina cañería por donde discurriría el agua por gravedad hasta su casa. Toda esta logística de servicios era observable desde aquel patinillo junto con la ropa colgada, las plantas de interior y la insondable cacharrería que se agolpaba en esas jaulas de rejas construidas como prolongaciones protuberantes de la vivienda exigua en las fachadas.
5. Ensoñación construida
Al hablar con él comprendí que había construido esa ciudad con su mente, ese fumadero de opio diremos que está en algún punto cerca de lo que sería el higado o una entraña similar del ser Kowloon. Prácticamente vivía allí, pocas veces el sol le había visto la cara en los últimos 20 años. Soñaba que las paredes se habían construido con los calendarios y las fotos de familia del pueblo que año tras años se habían ido acumulando junto con la grasa y el hollín. Los suelos habían sido curados con la sangre de los cerdos y los perros de los mataderos clandestinos que surtían los comercios que conformaban el perímetro de la ciudad. Los techos se iban aguantando con los suspiros de la clientela de los burdeles y las clínicas dentales que rodeaban el fumadero de Mr. Chuang en las tres direcciones del espacio. De repente toda la ciudad vibraba y después se asentaba un poco más cuando otra ballena azul sobrevolaba los tejados.
6. Sociedad muy común
A pesar de su aspecto intimidatorio, escuálido y de saberse sin ley, o quizás gracias a ello, muchas de las personas que lo habitan hablan de “la Ciudad de la Oscuridad” con cariño. En mi ascenso iba comprendiendo por qué miles de personas comunes lo llamaban hogar. Forman una comunidad cohesionada y con un profundo y alegre sentimiento vecinal. Las dificultades espaciales, económicas y con las leyes externas, han promovido la solidaridad entre la gente común que habita aquí. Un vecino dice vivir con 20 personas en una vivienda de 78m2, su cama es de 4 personas. Más o menos 3,9m2 por persona. Obviamente las relaciones familiares y personales con sus conflictos y sus acuerdos también se han densificado.
Más allá de las actividades puramente delictivas, en Kowloon hay más de 700 locales industriales repartidos en los 5 primeros niveles, la mayoría de ellos dedicados a la fabricación de pequeñas piezas de metal, el perímetro de la ciudad está plagado de bulliciosos comercios con productos frescos y consumibles de todo tipo, cafés y restaurantes donde es habitual el consumo de perro y albóndigas de pescado con todo lo malo y lo bueno que tiene estar fuera de todo impuesto o regulación gubernamental. Son tremendamente habituales las consultas de dentistas sin licencia, aquí ejercen su profesión lejos de las estrictas normas del primer mundo a precios más asequibles e incluso intercambiando la extracción de una muela picada del hijo del carnicero por un kilo de magro cerdo. Los espacios en los estratos superiores estaban dedicados básicamente a viviendas donde la renta media es de 3,5 euros mensuales. Allí las madres y las abuelas se turnan para cuidar a sus hijos y los de los demás y para el intercambio de tareas domésticas. Espontáneamente surgían guarderías, escuelas, espacios de reunión, ocio y centros de culto. En un lugar tan complejo convivían hasta 5 confesiones religiosas distintas.
7. Lujo informal
Cuando finalmente emerges a la luz natural, arriba del todo, rozando ya la barriga de los aviones, te encuentras con el espacio o estrato más lujoso en este particular pudin urbano. Un auténtico paraíso informal, una gran terraza aterrazada en exclusiva para los habitantes de Kowloon. Este lugar es una suma de pequeñas azoteas en distintos niveles todos comunicados por escaleras de mano, plagados de tendederos de ropa, antenas de televisión y cables entrecruzados por improvisadas zonas ajardinadas en macetas. Debido a la ausencia de servicios municipales muchas de estas azoteas están pobladas de muebles viejos, colchones, televisores y otros objetos voluminosos a la espera de que alguien pueda darles un uso, son pues almacenes comunitarios, una infraestructura urbana que da servicio a toda una comunidad. Otras azoteas se usan como solariums o para el relax y el ejercicio de personas mayores, a lo lejos se recorta la silueta de una gran jaula primorosamente construida con materiales reusados, se está preparando un carrera de palomas, una importante afición en esta zona de Asia. Los niños encuentran aquí su infinito campo de juegos donde incluso montan en bicicleta y se divierten sin que nadie les prive de su derecho a hacerse daño.