*Este artículo está dedicado en parte a nuestro querido Gerardo Recoder.
El viaje a Colima desde Guadalajara lo hicimos en coche, entre salinas de interior y lagunas desecadas con el pasar de los siglos que se convirtieron en majestuosos desiertos planos rodeados de colinas. Ese mismo día fue atrapado “El Chapo” Guzman, y la radio no paraba de hablar de ello, el mayor y más famoso de los “narcos” mexicanos había sido capturado sin disparar ni un tiro, en Mazatlán, en un hotel de la costa del Pacífico. El hecho se comparaba con la muerte de Pablo Escobar en Medellín en 1993, y algo raro se notaba en el ambiente. No había celebración ni fiesta, no había alegría ni descanso, solo cautela y cuidado. El cielo, azul y despejado pesaba esa mañana sobre los hombros de nuestros cautelosos compañeros de viaje.
Fue durante la noche anterior, cenando, después de dar una conferencia en el CCAU de Guadalajara, cuando Alejandro Guerrero dejó escapar casi sin querer un comentario sobre La Petatera. Sin darnos cuenta ya fue demasiado tarde, todo cambió a partir de ese momento. Primero al entender qué era esa maravilla, esa plaza, ese espacio. Después sintiendo la incredulidad de no haberla conocido antes, nos entró la efectiva locura del que arregla todos los peros si hay algún fin que merece la pena. Terminamos de organizar todos los preparativos tan solo cinco minutos después, La Petatera una de las construcciones colaborativas más impresionantes acababa de nacer para nosotros, y estaba a solo unas dos horas y media en coche. La madre de todas las Inteligencias Colectivas, una plaza construida colectivamente por los vecinos de un pueblo, aguarda once meses esperando, repartida en las casas de esos mismos vecinos para ser levantada solo durante un mes al año. Y nosotros estábamos allí para verlo.
Si pensáramos que las casualidades no existen, entonces creeríamos que era el destino el que nos había llevado a México, un destino cuidadoso al arrastrarnos hasta Guadalajara y sentarnos en una mesa concreta de un restaurante específico esa noche en especial. Un destino meticuloso para hacernos coincidir en el espacio y en el tiempo, para que tuviéramos a mano visitar la”catedral de petate” y hacernos sentir en el sitio adecuado en el momento más oportuno.
Y con esas sensaciones mezcladas, mitad plomiza por la captura de “El Chapo”, mitad eufórica al sentirnos los elegidos por La Petatera, llegamos por fin a las doce de la mañana a Villa de Álvarez, un pueblo de fiesta pegado literalmente a Colima. La carretera principal estaba cortada por una marcha, desfile o procesión, así que para llegar a los recintos feriales tuvimos que dar una vuelta, se respiraba polvo, calor y mar en un pueblo que está a una hora del Pacífico. Aparcamos junto a otros cientos de coches y ya se oía música, los caminos peatonales eran de tierra seca, el sol apretaba y todo el mundo llevaba puesto sombrero ranchero. Se compartía el tránsito entre caballos y puestos de ferias, sobre todo grandes taquerías y parrillas con cientos de mesas. Una feria en toda regla y allá entre casetas y puestos, al final de los caminos en polvareda, emerge majestuosa La Petatera.
Una grada circular de 60 metros de diámetro, construida con orcones de madera ensamblados de manera inteligente. Sobre ella, unos toldos de grandes dimensiones con estructura de otates se descuelgan atirantados por mecates atados y anudados formando la cubierta. Bajo ella, un espacio en sombra también se acondiciona como zona archipública. La grada se compone de gajos o sectores, numerados como en los estadios o las plazas de toros más convencionales. El número que las ordena se dibuja sobre un petate, esterilla vegetal tejida en zigzag que también se utiliza para el resto de los cerramientos, para los toldos, para construir la fachada y los dobles techos. Cada sector tiene su acceso a través de una escalera de madera maravillosa, que parece que está a punto de desmoronarse continuamente y en realidad aguanta recia. Cada sector es responsabilidad de una familia que lo almacena compacto en la bodega de su casa durante todo el año, esperando para montarlo durante el mes de Febrero. Cada sector se apoya en sí mismo y a su vez en los sectores del resto de las familias, y así año tras año.
El tejido vegetal de los petates permite no solo dar sombra, sino mejorar las corrientes de aire que atraviesan transversalmente la construcción. Una brisa acaricia a los visitantes que pueden estar bajo el sol del Oeste disfrutando de una agradable sensación térmica, en parte por los materiales con los que está construida la plaza y en parte por los litros de chela helada que corren por los pasillos interiores. Todas las uniones y ensambles utilizan materiales locales, ligeramente modificados, unidos entre sí mediante técnicas específicas pero no excesivamente especializadas, lo que permite que casi cualquier persona pueda arrimar el hombro para el montaje o el desmontaje.
La Petatera es una plaza que se construye entre muchos para un bien común. Y es esta característica la que la hace ser como es, puesto que todos los detalles y materiales que se emplean, todas las técnicas constructivas, los sistemas de gestión, los espacios y niveles que surgen, responden de manera específica a esa primera condición. La complejidad del enunciado de esta plaza se responde en la petatera con complejidad simétrica y a esto se llega por acumulación de colaboraciones. Cuantas más personas participan, mejor es la plaza, porque a más preguntas responde. Se le añade el camino por donde entran los animales, se le añaden los accesos desde los puntos de venta, se le añade el espacio inferior para que quepa más gente, el puente que asciende al otro lado de los establos, los palcos, y el resto de implementaciones y cualquier cosa no hace sino mejorarla. Lo increíble es que el sistema en realidad es muy sencillo, en base a orcones, petates, otates y mecates, pero está diseñado con tal rotundidad que favorece la participación ad infintum sin perder ni un ápice de frescura y calidad a cualquiera que jugando con estos elementos implemente en un nuevo uso el espacio. La Petatera es un proyecto nítido, pero no por simplificación de conceptos sino por hacer un cocktail perfecto de toda la complejidad que gira a su alrededor. Muchos ingredientes combinados entre sí por un común maravilloso.
Vimos La Petatera construida y levantada, tal y como deseábamos. Hoy casi un mes después de ese día, desde Europa la pensamos, y somos conscientes de que estaba bonita, pero más bonita está ahora. Divida en partes que esperan para un día volver a juntarse, y cada parte guardada en la bodega de las familias que participan de ella.
Have a little help from my friends or DIWO
La colectividad como “Ser Urbano”. Un grupo más o menos informe de ciudadanos que comparten una afición, una pandilla de amigos proactivos, una asociación de vecinos ruidosa, incluso una etérea comunidad nunca nombrada de habitantes de una misma ciudad. Un conglomerado de agentes urbanos humanos como “ente inteligente” capaz de ponerse de acuerdo de formas pactadas y tácitas al intervenir solidariamente en la adaptación de su espacio urbano para un disfrute común.
Pero antes: El “espacio público” como concepto, es un invento de urbanistas y políticos que bajo el buen nombre de lo que es público, regularon y ordenaron lo que podía o no pasar en esos espacios del procomún que se solían llamar sencillamente la calle o la plaza o la alameda, para así anular la capacidad de estos ciudadanos-usuarios de actuar sobre las mismas con su proceder desordenado y caótico. De esta manera introduciendo el concepto “espacio público” le quitaron al ciudadano la responsabilidad de cuidar de esos espacios (que solían ser híbridos y flexibles entre públicos y privados) creando servicios de limpieza y planes especiales, y con ello el derecho a actuar sobre ellos y lo que es peor, la creencia en ese derecho. Otro ejemplo más de cómo la manipulación lingüística orquestada desde el poder crea conceptos que nos suenan buenos o lógicos para desproveernos de nuestra natural y elemental perspectiva crítica. Asi, como diría Manuel Delgado, el espacio público no existe.
Y sin embargo: Siempre hay pequeñas aldeas de irreductibles que resistirán al margen de la ley escrita, caminando en la cuerda floja de la misma o incluso en alianza con la ella, que todo es posible. Sin valorar cuestiones estilísticas, diríamos que la capacidad de actuar sobre nuestro entorno urbano de unos muchachos que se juntan para autoconstruirse un skatepark y la de los casals fallers de Valencia y su legitimidad ancestral para crear nuevos contextos urbanos participados, es la misma. Diríamos también que sus lógicas ecosistémicas del bien común para el bien individual, del “cuanto mejor le vaya al vecino mejor me irá a mi” se aplican de igual manera en la solidaridad vecinal que muestran los miembros de las comunidades de la isla de Chiloé en sus mingas de Tiraduras de casa así como en la construcción del coso compartido La Petatera en el estado de Colima, México, objeto de este artículo que servirá de puente entre las Estéticas Urgentes y las Guías Turísticas de Inteligencias Colectivas.
La recuperación, transmisión, uso y mejora de técnicas de construcción ancestrales, el elevado porcentaje de código abierto en los diseños implementados y la reunión con un objetivo común de amigos y vecinos ayudándose en red es común a todos ellos y son conceptos para el urbanismo qué viene.
Y es que en IC admiramos las cosas que se llegan a hacer con la ayuda de tus amigos.
Un hoy por ti mañana por mi, un lo hacemos todos lo disfrutamos todos. Y reivindicamos la generación de normativas complejas y flexibles para devolver al ciudadano los derechos y deberes de serlo, y en el futuro una prospera alianza con las administraciones y sus técnicos para jugar todos juntos en el terreno de juego de la natural conflictividad.
La sobrenormativización mató la ciudad del s.XX.
San José, patrón de todos los carpinteros, mañana hay cremà.
Guías I.C. Informal Planet [por fascículos]
¿No os pasa lo mismo que a nosotros? ¿Que las Guías Turísticas del tipo Lonely Planet no os muestran todo lo que os interesa de las ciudades que visitáis?
Nosotros no nos reconocemos en esa esa visión sesgada y genérica de la realidad de las ciudades que se describe en estas guías y en las que “lo informal” se relega a un plano secundario (si es que se menciona).
La razón de ser del proyecto Inteligencias Colectivas es rastrear en cada lugar del mundo el repertorio de espacios o proyectos, detalles o acciones inteligentes que le es propio y característico. Por lo tanto pensamos que el blog de La Ciudad Viva puede ser el contexto donde generar una nueva línea editorial que sea una guía de viajes de lo emergente.
Ésta será una guía ensamblada, hecha por muchos agentes [with a little help from my friends] y que al ser de código abierto se modificará, mejorará y crecerá a lo largo del tiempo.
Creemos que será una guía que servirá tanto al ávido viajero como al local. Nos ha pasado, a menudo, recomendar sitios a gente local que ellos o no sabían que existían o simplemente no se habían parado a pensar en el valor que tenían. Podríamos decir que es el claro ejemplo de la visión “fresca” del que viene de fuera, pero también la manera de ver de alguien que está obsesionado con este tipo de dispositivos o arquitecturas. Nos gusta llamarlo las gafas de inteligencias, una forma de mirar las cosas de manera diferente o de explorar la ciudad de otra manera, al igual que como lo hacía la guía de bogotá bizarra o el geocaching.
Lo que nos interesa es hacer una guía especializada para los exploradores de lo inteligente. Es lo que nosotros podemos aportar. Dar la legitimidad y el valor a esos espacios inteligentes, poner a la altura del Museo Soumaya del D.F. el Monumental de La Petatera.
Próxima Guía I.C. Informal Planet: Lagos. Con los comentarios de nuestros más afamados lectores-colaboradores: El Turista de la pista, Mr. Tunji “Mainstream Outlooker”, Federico “El Critiquitas” y Enola Gay “Técnico hasta morir” y Master Crumble “Adicto al Panorama”.