Dedicamos varias horas a la semana a navegar en internet sobre el tema, leemos revistas, comentamos en blogs y vivimos en un alerta constante analizando los modelitos que nos encontramos alrededor. Pero si creemos que todo el mundo está tan al día de la tendencia como nosotros, estamos equivocadas. Y esto termina derivando en que ese estilismo con el que te creías que ibas tan divina, resulta que termina despertando las miradas escépticas de los que te rodean.
El momento padre es muy importante. Alerta cuando te pregunte si se supone que eso que llevas es bonito. Aunque terminará cediendo porque si tú eres la que tiene el blog, tu sabrás, no entiende que unos zapatos amarillos sean la tendencia para la próxima primavera. Ni que se lleven porque Olivia Palermo los pasea por Manhattan. Para él, simplemente, son feos.
Las abuelas también suelen alucinar con las tendencias que nos colocamos encima. Aún recuerdo cuando, en plena fiebre del corte imperio, la mía me preguntó por qué me empeñaba en llevar ropa de estar en estado. Creo que tampòco le vale como explicación que Miuccia Prada y Marc Jacobs hayan coincidido en sus colecciones con ese corte. Para ella es, simplemente, ropa que sienta mal.
Luego están las tendencias difícil de entender en sí mismas, como el oversize. Tú caminas por la calle, o vas a la oficina con esa chaqueta XL que hace parecer que vas de prestado, pero tú te sientes recién salida de una edito de la Vogue. Y un señor te mira en el autobús con cara rara. Para él, simplemente, te has comprado una chaqueta dos tallas más grandes de la cuenta.
Y es que los diseñadores a veces nos lo ponen complicado. Por ejemplo, cuando deciden que el tema pijamero es el trend de la temporada. Gente que te mirará como si te hubieras escapado de un anuncio de colchones, o a lo mejor, de una chirigota de carnaval. O que andabas por casa y has salido a medio arreglar a comprar el pan y bajar la basura. Tú te ves en el Sartorialist. Ellos, simplemente, te ven en pijama.
Hace unos días estrenaba toda feliz mi vestido de Primark con aires Miu Miu, que además me había costado súper tirado, pero evidentemente algo falló cuando tres personas me dijeron que parecía una monja arrepentida. Para mi era el vestido de tendencia, incluso un poco pasadita ya. Para ellos, un vestido monjil.
Todo esto se soluciona, evidentemente, con un poquito de personalidad y seguridad en una misma cuando empiezan las miraditas. Pero en el fondo me hace gracia imaginar que andarán pensando los que se te quedan mirando con cara de intriga… Como para cruzarse con una Carrie Bradshaw de la vida!
¿Cuál ha sido el estilismo más incomprendido que has llevado? ¿Te atreviste a repetirlo? ¿Cuántas veces te han preguntado si eso que llevas es bonito?
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Autor:
Cameron
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