Una voz rota y, aun así, recia. Que saca de lo más hondo la pena para transformarla en quejío. Para tocar el alma de las piedras. Que se arranca las entrañas para ponerlas en bandeja a un corazón herido. Que apura el último soplo de vida herida para robarle un segundo a la muerte.
Esto es el flamenco.
Y así lo demostró Estrella Morente ante su padre muerto. Con el dolor en la garganta. Masticando el más amargo bocado de la pena, pero aun así, elegante, poderosa, señora. Flamenca.
Reconozco que no soy gran conocedora de Enrique Morente. No lo fui mientras vivía y dudo que llegue a serlo después de muerto. Pero algunos temas como éste, grabado en el teatro onírico y sublime de la Alhambra, me llegan a los centros.
Descanse en paz, Enrique Morente. Y que el duende se multiplique en la garganta de su hija. Elegante, poderosa, señora. Flamenca. Estrella.