Me viene a la mente la famosa frase de Gramsci "cultivemos el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad". Porque creo que muchos jóvenes entusiasmados por el éxito de las convocatorias del 15-M y por su prolongación en las acampadas en las plazas de España, han pretendido ver, en este movimiento, borrachos de optimismo, lo que fue la Comuna de París, quizás por la cercanía a su ciento cuarenta cumpleaños. La Comuna finalizó sus días con el desfile de los ataúdes de los comuneros fusilados, panorama que afortunadamente no es comparable más allá de la represión de la policía, como ocurrió en Barcelona. Bien es verdad que la Comuna surgió igual que este movimiento de forma espontánea, nadie la preparó de modo consciente y sistemático. Al principio en la Comuna, el movimiento era también muy heterogéneo y confuso. Pero se daba una situación de miseria y de indignación muy superior a la actual. La ruina de la situación de 1871 no es comparable con la crisis económica de 2011, mucho menos en países como el nuestro. Para lanzarse a la calle con desesperación, el sistema tiene que ahogarte más de lo que lo hace el actual y ellos, los banqueros y los que tienen el poder económico, lo saben. En la Comuna de París estaban los padres, aquí fundamentalmente están los hijos. En la Comuna de París eran los obreros lo que se tiraron a la calle y cogieron el timón del gobierno, aquí los sindicatos en el mejor de los casos están expectantes, pero no asumen como en esta época la vanguardia de la clase trabajadora. Los teóricos marxistas lo tuvieron claro a la hora de analizar la Comuna: para que una revolución social pueda triunfar, necesita por lo menos dos condiciones, un alto desarrollo de las fuerzas productivas y un proletariado preparado para ella. En 1871 se carecía de ambas condiciones. En 2011 la que falla es la segunda opción, porque incluso hasta el disfraz de "obrero" nadie sabe quién lo tiene y el concepto de clase se intenta liquidar a fuerza de remodelar la Historia. De momento el 15-M ha servido, eso sí, para politizar durante un cierto tiempo a la ciudadanía, pero faltan treinta y ocho pasos, o más... para que alguien, con todo el optimismo del Mundo diga que esto es la Comuna, poeticamente diría que aún no he escuchado el tronar de los cañones de París.
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