El día 16 de octubre fue el Día Mundial de la Alimentación. Y el día siguiente, el 17 de octubre, el Día Internacional por la Erradicación de la Pobreza, los que me seguís ya sabéis que no soy nada fan de celebrar estas fechas concretas que marca la ONU, que solo intentan limpiar nuestras conciencias. Y las de los políticos con la intención de que amenos un día estén presentes esos temas en la Agenda Pública. Pero este año quiero aprovechar la coyuntura para hablaros sobre la pobreza y la exclusión social. La situación más dura que puede vivir una persona, solo superada por los síntomas de algunas enfermedades. Aunque sea hoy, de manera intencionada, diez días después.
Vivimos en un mundo que esta construido sobre la desigualdad. La pobreza es un término comparativo, uno es pobre o rico en función de con quien se compare, por lo que para que haya ricos, tiene que haber pobres. Esa es el pilar sobre el que se cimienta todo. Muchas veces caemos en el error de pensar que nosotros, que nos situamos en el medio, en la mal llamada clase media, no somos los responsables. Nos autoengaños creyendo que lo único que hacemos es sobrevivir como nos dejan, matarnos a trabajar para vivir un poco desahogados. En cierto modo tenemos razón, pues es el único camino que nos dejan recorrer. Pero eso no nos excusa de no hacer nada para que esto cambie. En nuestra mano esta intentar que todas las personas puedan vivir en igualdad de condiciones e intentar que dentro de las injusticias, al menos a nuestro alrededor todo sea un poco más justo. También es cierto que ir contracorriente es una decisión complicada y difícil de tomar.
Estos días se ha hablado mucho del ébola, que no deja de ser una manifestación más de las dinámicas exclusógenas de nuestro modelo de sociedad. La enfermedad fue descubierta en el año 1976 en el Zaire (actualmente, República Democrática del Congo), más adelante se extendió la cepa a Sierra Leona, Liberia y Nigeria. Desde entonces se ha intentado controlar mediante la cooperación internacional de Médicos sin Fronteras y otras oenegés. Mientras las grandes farmacéuticas, esperan al momento en que llegue a este lado del mundo para así asegurarse la rentabilidad de la investigación de un posible medicamento. No digo que no hayan investigado en estos años, que seguro que si, además de que han contado en Africa con un montón de individuos para la experimentación y las pruebas clínicas con humanos, sin casi restricciones. Lo cual nos lleva a otro ejemplo de desigualdad.
Como vivimos en un mundo donde todo es negativo. Solo hay que leer un periódico, ver un telediario, buscar por internet, salir a la calle, pasarse por el IASS, por los Servicios Sociales del ayuntamiento, etc. Es el momento de ser positivos, ya que al final la verdadera riqueza no es la capacidad económica de cada uno, sino aquellas actitudes personales que en nuestro día a día contribuyen a que esto cambie y con las que entre todos logramos que nuestra sociedad, nuestro entorno más cercano, vaya dando pequeños pasos que nos acerquen a la Justicia Social. El verdadero cambio siempre vendrá desde abajo, nunca desde arriba. La solución es compartir lo poco que tenemos, y no solo se trata de lo material, sino también de compartir nuestro tiempo con los demás, facilitar las cosas, regalar sonrisas, regalar abrazos. Así es como se inician las revoluciones.