Revista Opinión

Estoy en contra de las primarias abiertas en los partidos políticos (I)

Publicado el 31 enero 2014 por Liberal

En las últimas semanas, se ha disparado un debate en España como nunca se había visto entre los jóvenes que siguen la política. Visto desde fuera, se percibe que España es un país cuyo estado democrático y social está fallando a los más jóvenes que lo ven como cada vez más irrelevante o incluso antidemocrático en el peor de los casos. Bien, no es mi labor en esta entrada comentar sobre si España es democrática o no porque eso es otro debate muy complicado. Lo que sí diré aquí es que me opongo totalmente a la opinión que veo se ha extendido entre los jóvenes — primarias para seleccionar los candidatos del partido político. Me opongo. Explico por qué a continuación.

Para mí, los partidos políticos deben actuar siempre como “porteros” o “guardianes” de un Parlamento y en consecuencia también para los demás ministerios. Su función es especial. En las profesiones liberales y científicas, existe casi siempre un departamento centrado en el control de calidad. Estos departamentos dedican recursos para fichar a los candidatos laborales utilizando ciertos barómetros transparentes y objetivos.

El proceso para convertirse en un diputado, sin embargo, es algo exclusivamente político. Normalmente, en una democracia el criterio suele ser la popularidad que pueda tener un candidato con los electores. El que tenga más probabilidades de ganar. Junto a ese criterio, la idelogía interna de un partido, sus rivalidades y alas también pueden jugar cierto papel.

En la tradición británica tradicional, este proceso de control de calidad se conocía como “preselección” de candidatos o “endorsement”. Estos mismos términos suponen algo obvio: el proceso quedaba exclusivamente en manos del control de los partidos políticos. Asumen un cuerpo coherente de candidatos, fácilmente identificable como “el partido”, dando su sello de aprobación para que entonces esos candidatos se persentan a los electores en el nombre del partido. En el mundo occidental, para mí este es el mejor modelo, el británico, sin lugar a dudas. Inglaterra, a pesar de sus muchos otros fallos, sí tiene dos ventajas sobre su hijo americano, los Estados Unidos: el Partido Conservador británico no tiene los locos extremistas que pululan y contaminan a mi partido en EEUU y no tienen primarias. Por eso en EEUU, cada vez que escuchan hablar a un político británico, todos dicen “madre mía qué elocuencia y qué nivel intelectual al lado de los políticos americanos”. Comparen por ejemplo la elocuencia de Blair con Bush o la de Thatcher con Reagan. A mí me gusta Bush (los dos) y Reagan, pero ni de lejos se pueden comparar intelectualmente con una Thatcher o un Blair. Ningún líder americano además tiene la capacidad para enfrentarse a unas agresivísimas preguntas en un Parlamento hóstil – eso requiere mucho cerebro y mucha sangre fría.

En Estados Unidos, la selección de candidatos queda fuera de las manos del partido en casi todos los estados y está en manos del electorado general. A través del mecanismo de las primarias abiertas, la selección de candidatos en USA es, sin lugar a dudas, muchísimo más abierta y hasta más político o politizado que en otros países. Por eso en EEUU, el partido político no significa casi nada, porque no hay un programa coherente entre los candidatos que les unan. A nivel federal pueden existir ciertas tendencias parecidas. Por ejemplo, la mayoría de los republicanos estamos totalmente en contra de subir el salario mínimo de los trabajadores porque pensamos que eso genera más paro y lo importante es volver a darle valor al dólar, no a la cifra de sueldos. La mayoría de los republicanos estamos en contra de darle papeles automáticamente a los inmigrantes ilegales y por lo general normalmente defendemos los intereses empresariales, de la banca, de Wall Street. Pero eso no significa que tengamos un programa coherente ni mucho menos. No existe unidad universal en el partido sobre nada. Lo mismo ocurre en el Partido Demócrata. En EEUU, el partido no es más que una pancarta publicitaria bajo el cual compiten los candidatos individualistas.

Esto no es así en la tradición anglosajona ni europea continental tampoco. Tampoco fue así en EEUU en sus inicios. Un sistema de primarias hubiese sido “herejía” a oídos de los fundadores blancos protestantes en esta república de origen puritano. En la tradición europea, el partido se entiende como un “club” en el que los miembros comparten las mismas ideas, con una jerarquía unida bajo las costumbres y leyes del partido, la costumbre asociativa, reconociendo derechos en común y obligaciones definidas en la constitución de los partidos (algo que RARA vez se invoca en EEUU) y es MUY INUSUAL que un partido expulse a un miembro. El concepto casi no existe como existe en Europa.

Este concepto del partido, orgánico, de miembros emanando de la sociedad civil parece que ya cansa a los españoles de todas las tendencias ideológicas. Esto posiblemente se debe (aparte de la crisis política en España) a una crisis de antes en la política – un declive de miembros, la centralización de sus actividades y que se percibe un poder ejercido por un puñado de administradores profesionales o líderes políticos alejados de sus bases. Entre los más extremistas, dicen que los partidos políticos son un cartel. Mirad el caso del PSOE en España: ¿Qué tendrá que ver Zapatero, que estuvo desde el primer momento a las órdenes de la víbora Angela Merkel, con sus bases en España, normalmente obreras, populistas, y también homosexuales y personas de color de piel oscura que suelen votar a la izquierda? NADA NADA NADA. Ante tal panorama, es lógico que la gente se desespere y pida primarias ya que no se sienten para nada representados en los partidos españoles.

En su esencia, un sistema de primarias permite a gente sin ninguna conexión ni compromiso con el partido votar a quién quieran que representen a ese partido. Estas desafortunadas primarias tienen sus raíces en las prácticas que evolucionaron en EEUU durante el siglo XIX. No podemos ignorar las consecuencias prácticas y reguladoras que provoca este sistema. En EEUU, los partidos políticos desde principios del siglo XX han estado muchísimo más controlados por el Estado y regulados que en cualquier otro país del mundo democrático occidental. Aquíi, son las leyes estatales y no las normas del partido lo que determinan quién es miembro y bajo qué condiciones puede ser miembro. En el sistema estadounidense, los partidos son etiquetas porosas en vez de entidades definitivas.

La idea de unas “primarias” conlleva también una redefinición radical sobre lo que significa “el partido” y sus “miembros”. En EEUU, no existe “miembros” de un partido político en el sentido estricto europeo. Se reduce a una afiliación débil. Pido que mis lectores europeos lean bien esto — porque es radicalmente distinto aquí:

En EEUU, el acto clave para asociarse o afiliarse a un partido político NO ES afiliándose como hacéis en Europa y pagar cuotas anuales. Aquí se reduce a declarar, cuando te apuntas a un partido u otro, que aceptas la etiqueta “demócrata” o “republicano”, pero no conlleva cierta ideología ni mucho menos tienen principios concretos que defender. Aquí cualquiera puede afiliarse y participar en el partido, incluso ser candidato sin cumplir ideas “comunes” al partido. Para el resto del mundo, esto no es afiliarse a un partido político. Como mucho, es un acto de auto-identificación.

Las primarias, desarrolladas aquí en EEUU, han servido para debilitar el poder de los partidos políticos a favor de una política centrada en candidatos y personajillos de todo tipo. Por eso apenas existe el concepto de “disciplina de partido” en su sentido europeo. La cultura americana actual es hostil a los partidos fuertes y organizados. “Ideológico” es una palabrota en EEUU. Generalmente hablando, el americanito “típico” es mucho más indiferente que nosotros los europeos a lo “ideológico”. No es un pueblo muy dado a las ideologías porque son más pragmáticos.

Para los europeos, el partido es un organismo con fronteras definidas. Cuando está en campaña, se dirige a los “suyos” como si de un anuncio de sopa o cierta marca de café se dirige a los consumidores de tal o cual marca.

En EEUU, los partidos son débiles relativamente hablando y llevan mucho tiempo siendo entidades poco definidas. Algunos ven esto como un aspecto positivo, mientras que otros dicen que esto genera una ausencia de responsabilidad colectiva, sobre todo en el gobierno nacional.

En el caso de EEUU, soy defensor del “caucus” que se da en algunos estados aquí.

El “caucus” es una reunión electoral, cuesta muchísimo menos que unas cutres primarias que son mas bien un “show” de personajes y considero que es un método más responsable que las primarias.

En los “caucuses”, el partido estatal lo controla todo, dándole una gran autonomía en el proceso, mientras que las primarias son administradas y controladas por el estado en sí mismo.

Cuesta mucho menos que unas primarias. Solo basta con que los partidos alquilen espacios en iglesias, casas o colegios. Los que trabajan en los “caucuses” son voluntarios. Las primarias exigen muchísimo más y mobilización increíble. ¡Y encima con miles de empleados a sueldo aunque sea de forma temporal! Pero, ¡carísimo!

En resumen, el “caucus” tiende a favorecer votantes que son “activistas” del partido, con mucho más tiempo y que se dedican más al debate.

En las primarias participa más gente y eso tiende a “moderar”, pero cuidado – porque en un “caucus” a nivel nacional, aunque un extremista gane en Iowa, no significa que se llevará todos los estados y eso es lo que me interesa que no ocurra. El “caucus” nos permite ver quiénes son los extremistas pero tampoco les facilita una victoria general ni mucho menos nacional.

El “modelo” que me gusta es el de Iowa — que fallen en los candidatos no significa que el modelo sea malo sino simplemente que Iowa tiene más extremistas o “ultras”.

Por si te interesa, este es el proceso de los “caucuses” de Iowa.

¿Queremos tener partidos en los que sus miembros trabajan para elegir candidatos que defendan políticas que hemos decidido colectivamente, en consenso, o ejércitos privados dentro del partido divididos en facciones que deben su lealtad a políticos individuales financiados por intereses muy particulares en cada caso?

En EEUU, se da el fenómeno indeseable que si surge una facción poderosa con dinero para un candidato y éste gana las elecciones, al final acaba debiéndoles todo su poder y solo trabaja para ellos. Es el caso del nuevo alcalde Bill de Blasio en Nueva Yoork — él le debe todo a los sindicatos de profesores y trabaja exclusivamente para ellos en las cuestiones educativas. A mí sin embargo me gustaba lo que decía Bloomberg en esto: “Soy billonario, no estoy atado a nadie menos mal”.

Pero no solo los sindicatos ganan con las primarias. Las mega-empresas también.

Nuestro compañero Pedro dice que en España eso no pasará pero eso es una fantasía. Es una fantasía pensar que con un sistema tremendamente individualista como son las primarias, no surgirá el tema monetario, salvo que se prohíba por ley y entonces eso limitaría bastante más el sentido de las “primarias” que tan de moda está defender ahora en Europa.

Creo que esto es un debate que debemos tener y no me “cierro” a nada, pero mientras más analizamos las primarias, más podemos ver cómo no son tan “democráticas” como parecen a primera vista.

Os recomiendo el artículo de Pedro porque ofrece una perspectiva distinta y otros razonamientos. En la próxima entrada de este análisis preliminar, procedo a rebatir los argumentos de Pedro en la cuestión de las primarias abiertas. Recomiendo que lean su artículo primero y luego comparen que partimos de bases distintas en esto. Él quiere “democratizar” a los partidos, y yo creo que las primarias son democratistas, pero no “democratizan” necesariamente, sino al revés en no pocos casos.


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