Revista Viajes

Estoy enamorada

Por Bbecares

Estoy enamorada. Enamorada de la vida, de esta que escogí vivir. De una llena de sorpresas inesperadas en las que gran parte de las veces, cuando me levanto por la mañana, no sé dónde, en qué ciudad o en qué autobús, acabaré durmiendo por la noche.

Es la vida del viajero.  Esa en la que mejor no se organizan los viajes. Un consejo: deja que surja lo que tenga que venir.

Si hubiera planeado esta última semana, ahora no estaría en la preciosa villa de Salento, en el Eje Cafetero colombiano, tras unos días en Ecuador. Hace dos días llegué a la frontera con Colombia, ya por la noche, sin que hubiera billetes de autobús a ninguna ciudad del país, más que a una. En ese momento no tuve opción y a esa ciudad, Cali, me fui. Ya la conocía así que trabajando desde Cali, en un ordenador, decidí irme a Salento. 4 horas más de autobús, tras las 9 de la noche anterior, y tras las 8 de la anterior y las 5 del día previo. Si hubiera planeado algo no habría llegado a Salento, ni me habría encontrado con una amiga por la calles de este pueblo, mientras buscaba mi alojamiento, de casualidad, ni me habría apuntado a ir con ella a una ruta de montaña alrededor del (maravilloso con mayúsculas) Valle del Cócora.

Si no improvisara, no habría acabado transportándome desde Salento hasta el comienzo del Valle en la parte trasera de un jeep, sujetándome con fuerza a los barrotes para no caer en las curvas del trayecto. Ni habría podido gritar con mi amiga lo felices que somos. Ni habría llegado al valle, hermoso, y subido 5 kilómetros a ver colibrís revoloteando a una altura de casi 3.000 metros, ni seguido subiendo, puteada bajo el calor, para ver un bosque inmenso de árboles medio cubiertos por la niebla. Ni habría bajado esa misma montaña hasta llegar a ver uno de los paisajes más bonitos que he contemplado en mi vida, de prados verdes inmensos, con esas larguísimas palmeras de cera que hacen del lugar un paisaje único.

Ni habría conocido a un señor británico que vive en un velero alrededor del mundo. Ni a una familia de bretones de Francia que viaja con sus hijos de 12 y 14 años, alrededor del mundo durante un año. Los niños estudian por Internet y aprenden muchos más que sus compañeros, sin duda.

Así que, aunque ayer la idea era ir para Bogotá, esa ciudad que me hace bastante infeliz por su caos y su tráfico y su contaminación y sus interminables calles de cemento, resulta que hoy estoy feliz y maravillada de las montañas que rodean Salento.

Colibrí en el Valle del Cócora

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La subida puede resultar cansada, pero la recompensa es buena

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Vistas

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Palmas de cera.

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