Revista Opinión

Estoy enferma

Publicado el 08 octubre 2014 por Carmentxu

Ando enferma estos días. Los síntomas son los propios de la rabia, que debe ser probablemente la enfermedad que arrastro. No tengo protocolo, nada está escrito. Solo me queda esperar que pase, que podría ser nunca, o hacer algo. Escribo ahora como paliativo, ya que queda más de un año para que pueda llegar el antídoto. Los síntomas, por si hay un médico en la sala que me pueda echar un protocolo, son irritación, aturdimiento, estupefacción, ira, impotencia: un cuadro clínico propio de una república bananera.

Cuando el protocolo, ese modelo escrito que se busca en archivos olvidados cuando no se sabe qué hacer en el plano de la acción, se sigue a rajatabla y, al tiempo, una enfermera que había estado en contacto con dos enfermos de ébola empieza a tener los primeros síntomas (fiebre) y se la envía de vacaciones a su casa, es que algo rechina. Sanidad achaca el desaguisado a un fallo humano: la culpa, de nuevo, del maquinista. La incompetencia, la inutilidad, la improvisación y el sálvese quien pueda de ministros sin la mínima dignidad para dimitir de un cargo para el que no están preparados, como es el caso de Ana Mato, no entran en ese protocolo, impoluto de tan poco uso.

Excalibur no debe morir

Excalibur no debe morir por la ignorancia de Sanidad

Mientras languidece en un hospital no preparado para tal reto la enfermera experimentada que acudió al hospital a las primeras de cambio con los primeros síntomas de la enfermedad y recibió por respuesta Paracetamol y unas vacaciones, las redes arden contra la ministra de color naranja (#AnaMatodimisión) y contra la intención de sacrificar a su perro Excalibur. De matar al animal, Sanidad debería asesinar también a su marido y a todas las personas que hayan podido estar en contacto. Excalibur no debe morir si no está contagiado. Pero Mato y su cuadro de asesores sí deben ser sacrificados, al menos políticamente.

Pero los sacrificios van por barrios. Que el ébola no nos impida ver el bosque: el juez Elpidio José Silva ha sido desterrado de la judicatura: 17 años, seis meses y un día de inhabilitación por meter en la cárcel a los corruptos Miguel Blesa (Caja Madrid, etcétera, etcétera) y a Gerardo Díaz Ferran (ex presidente de la CEOE y de Viajes Marsans). El antídoto es el recurso ante el Tribunal Supremo.

(Nota: Mientras escribía, he enseñado la palabra ébola al corrector ortográfico de WordPress. No la conocía hasta ahora y, como buen político, paliaba su desconocimiento sustituyéndola por otras que daban al texto un aire poco menos que absurdo. Ya ha aprendido qué debe hacer antes y mejor que muchos políticos.)


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