Revista Psicología

Estrés como fundamento de la atención psicológica en la epilepsia

Por Yanquiel Barrios @her_barrios

Estrés como fundamento de la atención psicológica en la epilepsia

Epilepsia, Psicología Clínica

En un inicio, el estrés fue conceptualizado como respuesta adaptativa del organismo frente a los estímulos o situaciones nocivas que amenazan su estabilidad. Por ejemplo Claude Bernard, subrayó que en ese caso es imprescindible que el organismo mantenga un equilibrio interno frente a los cambios que acontecen en el medio externo. Por su parte Walter Cannon fundamentó que ante situaciones de amenazas que ponen en peligro el equilibrio interno cabe esperar que los individuos desarrollen respuestas de huída o de ataque y Hans Selye definió el estrés como respuesta inespecífica que da el organismo a toda demanda específica que le llega y precisa que la misma transcurre a partir de la ejecución de 3 fases básicas: alarma, resistencia y agotamiento.

En general estos autores ignoraron el carácter activo del ser humano y lo valoraron como un ente pasivo fatalmente expuesto a las contingencias ambientales.

Con posterioridad, otros autores mostraron interés por establecer el valor relativo de los estímulos o eventos vitales que provocan esta respuesta, al ser percibidos por el organismo como una amenaza o fuente de peligro. En ese contexto aparecen diversas escalas que, con mayor o menor acierto, estudian los eventos vitales como la Escala de reajuste social de Holmes y Rahe, Escala de medida del estrés vital de Sarason y Escala de valoración de los eventos vitales de Brown y Harris. Sin embargo estos autores al enfatizar en la importancia del estímulo que origina el estrés obviaron al individuo y construyeron sus instrumentos pues suponen que los cambios vitales provocaban estrés por sí mismos, ignorando la deseabilidad del evento experimentado. Cuantificaron los cambios de manera universal sin tomar en cuenta que los sujetos difieren grandemente en como son afectados por los distintos eventos. Los acontecimientos que ocurren en la historia individual de un sujeto no pueden ser identificados como valores estándar, pues su carácter estresante dependerá en última instancia de los recursos personales de cada cual.

Se muestra que la concepción del estrés como proceso transaccional es mucho más abarcadora y funcional. Su creador Richard Lazarus planteó que las causas del estrés no podían ser buscadas ni en el individuo ni en el ambiente, sino que estaban vinculadas a la relación entre ambos. De esta forma define el estrés psicológico como una relación particular entre el individuo y el entorno que es evaluado por este, como amenazante o desbordante de sus recursos y que pone en peligro su bienestar. Se consideró que en el estudio del estrés se debe partir de dos procesos esenciales para la comprensión del mismo: la evaluación cognitiva y el afrontamiento.

Este enfoque superó la tendencia mecanicista que imperaba anteriormente en el estudio del estrés y rescató el papel activo del individuo ante la realidad. Esto además ha repercutido en la creación de modelos interventivos efectivos dado que si el estrés no es la respuesta ni el estímulo que lo produce sino que incluye procesos a perfeccionar en el individuo como la evaluación y el afrontamiento, entonces las deficiencias del individuo pueden superarse.

Para el tratamiento del estrés es preciso disponer de un enfoque multidimensional, dada la complejidad de este fenómeno. La intervención educativa y psicoterapéutica debe estar dirigida a ayudar a los sujetos a diseñar estrategias para modificar sus interpretaciones de los agentes estresantes, a elaborar tácticas para reducir sus reacciones psicofisiológicas excesivas y a desarrollar técnicas adecuadas de expresión y utilización de las respuestas al estrés.

En Cuba se han generado aproximaciones interesantes a esta problemática. El Programa mínimo para el conocimiento y dominio del estrés, parte de definirlo como un estado vivencial displacentero, sostenido en el tiempo y acompañado en mayor o menor medida, por trastornos psicofisiológicos que aparecen en un individuo como consecuencia de la alteración de sus relaciones con el ambiente, que impone al sujeto demandas o exigencias que objetiva o subjetivamente resultan amenazantes para él y sobre las cuales tiene o cree tener poco o ningún control.

La vulnerabilidad de los sujetos ante el estrés se vincula a la confluencia de un conjunto de factores que potencian el desarrollo de un perfil de seguridad o de riesgo. Se incluyen características personales, experiencias y vivencias, elementos ambientales y estilos de evaluación cognitiva y de afrontamiento. El perfil de seguridad está integrado, en primer lugar, por la autoestima, la que se relaciona con el estilo de evaluación cognitiva y con los patrones de afrontamiento que tienen los sujetos. En los pacientes con epilepsia es ese uno de los aspectos más seriamente afectados, lo que ha motivado el diseño de programas educativos que intentan desarrollarla. El control es otro elemento esencial que afecta las estrategias de afrontamiento. En estos pacientes ocurre una evidente pérdida del control emocional y físico.

La fortaleza personal, el estilo de vida adecuado y el afrontamiento constructivo, son otros elementos del perfil de seguridad que constituyen quimeras en la epilepsia. Basta señalar que los estudios acerca de la calidad de vida del paciente con esta afección indican la prevalencia de la inseguridad y el pesimismo, un manejo inadecuado de las tensiones, la tendencia a una vida sedentaria, dificultades en el sueño, escasas distracciones, el consumo de sustancias como alcohol, y una mala distribución y aprovechamiento del tiempo. Además, en esos pacientes no prima el realismo en la búsqueda de soluciones y, muchas veces, se trazan objetivos que rebasan sus posibilidades.

El apoyo social, también integrante del perfil de seguridad y modulador del estrés, es otro elemento deficitario en la epilepsia ya que el rechazo psicosocial durante años ha dejado huellas indelebles que, generalmente, alejan y entorpecen el carácter facilitador que debe tener el medio social. Si se toma en cuenta que el perfil de seguridad no es más que el estado óptimo de los factores analizados, y que en última instancia expresa la correlación entre la valoración y significación de las consecuencias que un evento tiene para el individuo y la valoración que este hace de los recursos de los cuales dispone para afrontarlo, se puede concluir que en el caso de la epilepsia hay baja tolerancia al estrés, lo que aumenta la vulnerabilidad individual y las posibilidades de descompensarse.

El dominio del estrés es una habilidad que puede ser desarrollada en los sujetos y propiciar así que logren constituirse en sus propios agentes de cambio y se responsabilicen con su autocuidado. Requiere, ante todo, adoptar una filosofía y actitud de solución y enfrentamiento a problemas y dificultades de la vida cotidiana, para lo cual el paciente, debe entrenarse en estrategias de afrontamiento aplicables y debe ensayar y consolidar las habilidades adquiridas sobre el conocimiento del estrés, sus causas y manifestaciones.

Valorar el concepto estrés implica, para quienes se aproximan al mismo desde la psicología un redimensionamiento de la relación entre el hombre y su entorno no solo natural y social, sino además consigo mismo. Profundizar en como regula su comportamiento en función no solo de sus recursos personales sino además acorde a las características de su cultura y del momento histórico en que se desarrolla constituye la piedra angular de un quehacer terapéutico que facilite la transformación del hombre y lo dote de recursos que faciliten su adaptación activa y creadora al medio.

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