Revista Cultura y Ocio

Estructura política de América Colonial

Por Enrique @asurza

Durante el siglo XVI, la Corona controló América a través de adelantados y gobernadores, sujetos a fiscalización y disciplina, y a través de los visitadores del Consejo de Indias.
El adelantado era, por lo general, un capitán que mandaba por orden del rey aunque, dada la lejanía, poseía poderes discrecionales.
Pronto se ocuparon del gobierno de las colonias dos organismos hispanos: la Casa de Contratación de Sevilla y el Consejo de Indias. Desde la Península adoptaban disposiciones generales, pues las particulares recaían en los adelantados.
Una vez conquistada toda América, los gobernadores sustituyeron a los adelantados y se responsabilizaron desde entonces de la organización legal, administrativa y política.

El Virrey

El cargo más relevante de la administración española lo ostentaba el virrey, que hacía las veces de rey. El primer virrey, Diego Colón, hijo del Almirante, dirigió desde Santo Domingo la colonización de 1509 a 1526, año en que desapareció este virreinato, dada la magnitud de México.

Virreinatos de América

Las Indias quedaron organizadas en cuatro virreinatos:

Virreinato de la Nueva España

El virreinato de la Nueva España (México) abarcaba desde el norte de Guatemala hasta el oeste y el medio oeste de los Estados Unidos actuales, enorme extensión de difícil control, subdividida en tres provincias y doce intendencias.

Virreinato del Perú

El segundo en extensión e importancia, el virreinato de Perú, se extendía por parte de la costa americana del Pacífico, capital en la ciudad de Lima y con ocho intendencias.

Virreinato del Río de la Plata

El tercero, el virreinato del Río de la Plata, con capital en Buenos Aires, ocupaba lo que es el actual Cono Sur (Argentina, Uruguay y Paraguay) y parte de Bolivia.

Virreinato de Nueva Granada

El cuarto y último virreinato, el de Nueva Granada, comprendía los futuros países de Panamá, Colombia, Venezuela y Ecuador, y estaba dividido en ocho provincias.

Capitanías Generales

Las capitanías generales, territorios de menor importancia, las gobernaba un capitán general, cuya autoridad sólo la superaba el virrey.
Existían cuatro capitanías generales: capitanía de Caracas (que en la práctica se independizó del virreinato de Nueva Granada), capitanía de Guatemala (situada al sur del virreinato de Nueva España), capitanía de Chile (muy alejada del virreinato de Perú) y la capitanía de Cuba que incluía a las islas del Caribe.

En aquellos lugares donde por determinadas circunstancias la autoridad del virrey o del capitán general no llegaba, la ejercía el presidente de la Audiencia. Se crean entonces tres presidencias: la de Quito (entre los virreinatos de Perú y Nueva Granada), la de Cuzco (al sur de Lima) y la de Charcas (en Bolivia).

La Real Audiencia

La Corona instaura la Real Audiencia para el desempeño de actividades judiciales, administrativas y gubernamentales.
Organismo judicial del más alto nivel, su poder se situaba por encima del virreinal, hasta tanto el Consejo de Indias no se pronunciase sobre cuestiones de carácter importante, en las que su decisión era inapelable.
La más antigua Audiencia se creó en Santo Domingo, a partir 1511, de la cual surgieron la de Panamá (1538), y las de Lima y Guatemala (1542). La última, la de Bogotá, se estableció a mediados del siglo XVI.
Su importancia fue fundamental, pues en las presidencias, el cargo de gobernador estuvo ocupado por el presidente de la Audiencia.

La jerarquía de estos organismos era acorde con la importancia del territorio en que se enclavaran. Así, destacaban las audiencias de los virreinatos, a las que seguían las presidenciales y después, las subordinadas y pretoriales.
De todas ellas, disfrutó de mayor poder la de Santo Domingo, la cual en realidad, fungía como avanzada del Consejo de Indias en el continente. Su estructura radicaba en un presidente, varios oidores, un fiscal y un alguacil mayor.
Por lo general, la máxima autoridad civil del territorio presidía la Audiencia de su región, aunque se tratase de un cargo meramente formal y representativo, ya que en el Consejo no contaba con voz ni con voto.

El Consejo de Indias

El organismo supremo de administración y control de toda la América española, el Consejo de Indias, se creó en 1511, aunque hasta 1524 no contó con un reglamento coherente. Sin embargo, no fue sino hasta 1574 (durante el reinado de Felipe II, con las colonias ya consolidadas) que se promulgaron las Reales Ordenanzas que fijaban definitivamente las funciones inherentes a su competencia, a pesar de haberse contemplado ya en las Leyes de Indias.
Su poder dimanaba del rey y se ejercía en representación suya, a través de su delegado, el presidente del Consejo, cargo que en ocasiones recaía sobre un eclesiástico.
El Consejo de Indias abarcaba en una sola institución los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Aprobaba o rechazaba nombramientos de altos cargos, dictaba leyes, influía en la designación de los altos prelados eclesiásticos, etc. Los funcionarios de la administración colonial debían rendirle cuentas e informarle periódicamente de la marcha de sus circunscripciones.

Estructura

Poseía una estructura administrativa vertical formada por presidentes, oidores, asesores y cronistas; y en la parte técnica, por marinos, geógrafos, cartógrafos y demás profesionales relacionados con las actividades de ultramar.
Cuando se planteaba algún problema de difícil solución o cualquier situación conflictiva nueva de cierta magnitud, el Consejo enviaba un visitador como su representante máximo; quien con poder delegado por el rey, podía someter a cualquier persona, incluso al virrey, a los juicios de residencia, en los que cualquiera podía verse involucrado por denuncia de un súbdito contra un funcionario, por humilde que fuera el acusador. El visitador debía escuchar las razones expuestas en el juicio e instruir una causa contra el procesado, lo cual se remitía al Consejo para que éste dictaminara sobre la justeza de la reclamación. Sin embargo, los juicios de residencia nunca surtieron un efecto verdadero, ya que los poderosos eran pocas veces blanco de la gente sencilla. Buena y democrática iniciativa del cardenal Cisneros que, como tantas otras de la colonia, quedó solo en el papel.

Abolición del Consejo de Indias

La larga vida del Consejo sufrió bastantes transformaciones. Con la administración ilustrada de los Borbones, el Consejo se convirtió, a la usanza de Francia, en un Ministerio de Indias, abolido por las Cortes revolucionarías de Cádiz en 1812, para resurgir con la restauración de Fernando VII. Finalmente, desapareció en 1834, poco después de la muerte del rey, cuando España sólo contaba ya con las Filipinas, Cuba y Puerto Rico, como restos de su imperio.

Poder municipal

Los ayuntamientos indianos gozaron de la mayor importancia en la fundación, consolidación y posterior administración de los territorios locales de las colonias. Estos ayuntamientos, denominados cabildos, desempeñaban funciones sobre todo urbanísticas, ya que se ocupaban de la ubicación de los edificios públicos y privados de la ciudad, de sus aguas albañales, de la limpieza general del burgo y de la defensa cuando ésta se requería.

El cabildo

El cabildo o concejo lo constituían los vecinos más influyentes y adinerados de la localidad. Pero con el tiempo, los cargos pasaron de representativos a subastados y adjudicados al mejor postor.
Los regidores, funcionarios que debían ser elegidos por votación, no pudieron desenvolverse satisfactoriamente hasta después de la independencia.
Las reuniones de los cabildos podían adoptar el carácter de cerradas o abiertas. En estas últimas se abordaban temas de importancia, y a ellas acudía todo el pueblo de la villa y zonas colindantes. En estos cabildos abiertos se tomaban las decisiones populares, pues en ellos votaban todos los participantes. En los cerrados se trataban los asuntos menores y cotidianos, carentes de repercusión general.

El Corregidor

Como jefe de los cabildos figuraba el corregidor, con función similar a la de los alcaldes actuales, máxima autoridad local de la villa. Llegó un momento en que todos los cargos se subastaron, pues la Corona se veía necesitada de fondos. Así se sacaron a subasta los cargos públicos, que se transformaron, con el tiempo, en oligárquicos. Sólo con la independencia se modificó esta estructura poco democrática (dada la prohibición de que formaran parte de ella los artesanos, jornaleros y esclavos), que se mantuvo durante toda la colonia y constituyó un privilegio.

Los reyes habían dispuesto que toda la tierra que no hubiese sido repartida, quedase como pasto comunal o como baldía y propiedad de la comunidad, administrada a través de los cabildos. Con esto aplicaban la política de poblamiento de la Corona en las regiones que recuperaba del Islam durante la Reconquista.

La estructura eclesiástica

La Iglesia, abanderada espiritual de la Conquista, destacó en la defensa del indio ante los desmanes de muchos conquistadores y el sistema de las encomiendas.
Fray Bartolomé de las Casas, sacerdote en Santo Domingo, Cuba y México, recibió de los reyes el título de Protector de los Indios y argumentó sus tesis en múltiples escritos, en los que denunció las tropelías cometidas. En la actualidad se le considera un precursor del anticolonialismo.

Los Dominicos

Entre las ordenes que más destacaron en las labores humanitarias se encuentra la de los dominicos, a la que pertenecían Las Casas, fray Antonio de Montesinos (ambos dedicados a ejercer control sobre las huestes militares) y el Cardenal Cisneros.

Otras ordenes y santos

Otras órdenes, los franciscanos y capuchinos, llevaron a cabo una política cristiana y cultural extraordinaria.
Como legislador de Indias debemos mencionar la labor jurídica del padre Francisco de Vitoria, coautor de las Leyes de Indias. El franciscano catalán fray Junípero Serra logró evangelizar toda California e instaurar el sistema de misiones, que aún hoy persiste.
Los negros encontraron un defensor en el jesuíta fray Pedro Claver, al que la Iglesia elevó a los altares en 1887. El mulato fray Martín de Porres, también santificado por la Iglesia, se destacó como adalid de los huérfanos y niños desposeídos de Perú. Entre otros prelados ilustres, defensores de los desheredados, contamos con San Francisco Solano, fray Juan de Zumárraga, la escritora mexicana Sor Juana Inés de la Cruz, y Santa Rosa de Lima (la patrona de América).

Misiones de la Iglesia

Las misiones de la Iglesia en América siguieron dos vertientes diferentes. Por un lado se dedicaron a propagar la religión católica entre los indios y, por ello, contribuyeron en gran medida a su alfabetización, volcando sus esfuerzos en esta labor dominicos, franciscanos y capuchinos por igual.
La otra vertiente, más completa e integradora, la asumió la Compañía de Jesús, cuyos miembros no sólo evangelizaron y alfabetizaron a los aborígenes, sino que organizaron, colonizaron, administraron e incorporaron tierras a la agricultura, para uso de las tribus indias recolectoras.

Los Jesuitas y su labor comunitaria

Destacaron los jesuítas en las llamadas reducciones, que en número de treinta y cinco fundaron para los indios guaraníes en Paraguay, el sur de Brasil y el norte de Argentina, organizando las labores de los indios como si, formasen una comunidad religiosa medieval, autosuficiente y consagrada al trabajo y a la gloria de Dios. Los padres se erigieron en únicas autoridades de territorios que descollaron por sus excelentes resultados económicos y su espíritu humanitario. El experimento tuvo tanto éxito, que despertó recelos en la Corte y en Carlos III quien, por diversas razones, dispuso la expulsión de los jesuitas de las misiones y reducciones. El rey incautó los bienes de los jesuitas en España y en las colonias, y los obligó a marchar al exilio. Es probable que algunos sacerdotes sembraran ideas que no convenían a los intereses de las Corona y en cierta medida, se anticiparon a los aires indenpententistas que comenzaron a soplar en el último tercio del siglo XVIII en algunas colonias meridionales.

Las Parroquias

La unidad básica de la organización eclesiástica en las Indias similar al cabildo, la constituían las parroquias, bajo la tutela espiritual del párroco, aunque sometidas a la autoridad eclesiástica superior de los obispos y arzobispos, que velaban por las diócesis, las cuales abarcaban varias parroquias.

Los Patronatos

Para regular las relaciones entre la iglesia y el Estado, íntimamente ligados en aquellos tiempos, existían los Patronatos, cuyos miembros los designaban la Corona, receptora directa de este privilegio a través del Vaticano.

La inquisición

Sin embargo , un aspecto que vela la buena labor de las iglesia en América lo constituye la existencia del Tribunal del Santo Oficio, institución religiosa policial que se conoce con el nombre de Inquisición. Este brazo armado de la iglesia cobró un inusitado auge a partir de 1569, año en que el rey Felipe II comenzó a utilizarlo como un elemento coercitivo más del absolutismo. En América residió en dos sedes, una en México y otra en Lima. Los inquisidores se dedicaron a perseguir protestantes, hugonotes franceses, judíos o criptojudíos y, también, algunas costumbres escandalosas, como la bigamia y la blasfemia.
A diferencia de la Península, el Santo Tribunal no fue aceptado en América, dada la tolerancia que los españoles tuvieron que ejercer en una sociedad de varias razas, lenguas y religiones. Los procesos se produjeron en una medida mucho menor que en España durante la segunda mitad del siglo XVI.

El aporte cultural de la Iglesia

Además de la enseñanza moral, social y humana que la doctrina cristiana implicaba, la alfabetización que realizó la Iglesia manifestó un carácter elitista y selectivo, pues continuaron sin alfabetizar la mayoría de los campesinos españoles pobres, los indios encomendados y los esclavos negros.

Fundación de universidades

Muy pronto irrumpió la educación superior en América, como fruto del esfuerzo combinado de la Corona y de la Iglesia, la cual regentaba en exclusiva todo el movimiento cultural universitario.
México se benefició con una Universidad, fundada por Real Decreto en 1551; en el mismo año le siguió la de Lima. Trece años antes, en 1538, Santo Domingo contaba ya con la Universidad de Santo Tomás de Aquino, que seguía las directrices y modelos de la salmantina.

Fundación de escuelas

Desde principios de la colonización, los sacerdotes dominicos y franciscanos establecieron escuelas primarias para niños y adultos. En 1505, fray Hernán Suárez comenzó la enseñanza elemental en el convento de la orden de San francisco, destinada a los hijos de españoles y de indios nobles, sobre todo en Perú y México. Fundó el Colegio de San Francisco en 1523 y, en 1525, el Colegio Imperial de la Santa Cruz, para caciques e indios notables, a fin de ganarlos para la causa del emperador y del cristianismo, y hacerlos interlocutores válidos entre la masa indígena.

La cultura

La sociedad civil contribuyó en gran medida al fomento de la cultura en América. Las dos ciudades más pobladas, México y Lima, competían en adelantos culturales.
Le cabe a la ciudad de México el honor de haber sido la primera de América que, desde 1535, contó con una imprenta llevada por el virrey Mendoza, con la anuencia del emperador Carlos V. A este logro siguió la construcción, a fines del siglo XVI, de la catedral, que tardó casi tres siglos en levantarse y continúa incólume en el centro de la ciudad de México que, por entonces, constituía la mayor de toda América, tanto por el número de sus habitantes como por la riqueza de sus edificios. Lima se benefició de la imprenta a partir de 1583.

Escritores de la Colonia

A fines del siglo XVI y principios del XVII, América comenzó a contar con excelentes escritores. Entre ellos destacan la monja mexicana Sor juana Inés de la Cruz (poetisa y ensayista), el peruano Inca Garcilaso de la Vega (famoso por sus Comentarios Reales, admirable relato sobre la conquista de Perú) y el dramaturgo hispano-mexicano Juan Ruiz de Alarcón (La verdad sospechosa). Con el tiempo, esta aportación se acrecentara y enriquecerá la lengua castellana con infinidad de giros y nuevos vocablos, y dará universalidad a un idioma que hasta el siglo XVI se circunscribía solo a España.


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