Tomlinson
Creemos que conocemos a la saciedad a quienes vemos diariamente, pero no es así.
Observamos y conversamos con condiscípulos, compañeros de trabajo, vecinos, pero no sabemos cómo son a profundidad. Es más, en ocasiones te sorprendes al saber de acciones insólitas e inesperadas de quienes tienes cerca.
Incluso el propio individuo no llega a saber a plenitud todas sus cualidades, a medida que pasan los años quizás se conoce paulatinamente a sí mismo, pero nunca diáfanamente como límpido cristal.
Conocer una persona es tener la concepción de su personalidad, describir sus rasgos, poder pronosticar su comportamiento, descubrir su protagonismo en acontecimientos dados. Por ello, si se pretende llegar a un criterio suficientemente fundamentado, se impone seguir los principios metodológicos y procedimientos generales que garanticen la más estrecha cercanía a la verdad.
La complejidad en el estudio de personas comienza por el hecho de que las cualidades de personalidad, integradas sistémicamente, se ubican como el eje estructural "central" de su psique, caracterizándolo y definiéndolo. Es un conglomerado de tendencias, suficientemente grabadas como para ser "sello" personal del individuo.
Sin embargo, estos rasgos o cualidades, no se expresan directa y nítidamente, no se "dejan ver" de manera "pura" como una costumbre, hábito o deseo, sino que se filtran a través del comportamiento, y, por ende, mezcladas y matizadas por influencias del entorno socioambiental. Por consiguiente, solo por medio del comportamiento podemos inferir su personalidad. En otras palabras, la personalidad regula al individuo como "telón de fondo" de su manifestación visible, concreta, directa. Cada cual actúa de acuerdo con la situación en que se encuentra, pero siguiendo siempre su patrón interno. En consecuencia, cada persona es diferente a todos los demás.
A ello se agrega que, a pesar de su arraigo y relativa estabilidad, se transforma desde el nacimiento hasta el último día de la vida. Es por ello la complejidad en el estudio de personas, porque todo momento es único e irrepetible. Como expuso Heráclito de Éfeso, filósofo de la antigua Grecia, nadie se baña dos veces en el mismo río.
Si una persona hace o dice algo que ofende a otro, el ofendido puede llenarse de ira, pero no actuar en consecuencia. Se halla también quien se irrita, pero reacciona de manera violenta, otros se entristecen, atemorizan o avergüenzan. Incluso lo dicho puede ser ofensivo, o no, de acuerdo con la actitud y sensibilidad de quien recibe el mensaje. No falta quien lo recibe con hilaridad, desprecio o indiferencia.
Imaginen un niño en la playa, el cual, habiendo levantado un montículo de arena, le deja caer desde arriba y con una pequeña vasija un fino hilo de agua. El líquido al correr hacia abajo deja senderos, que se convierten en canales por donde tienden a correr nuevas corrientes de agua, vertidas por el niño una y otra vez. Ese mismo proceso constituye la formación y transformación de la personalidad en los seres humanos, son los senderos marcados por la vida del individuo y por medio de los cuales tiende a reaccionar. Su conducta no tiene lugar libre y anárquicamente, sino según tendencias de modo y dirección específica, y a través de canales preestablecidos.
Estudiar la personalidad de un individuo supone su investigación, análisis y conclusión, tomando en cuenta que el pasado explica el presente, y este a su vez permite pronosticar, con determinado margen de error, el futuro."Pensar y obrar, obrar y pensar, he aquí el éxito de toda sabiduría"
Goethe - Wilhem Meister
Entre los principios a seguir en el estudio de una persona, se encuentran los siguientes:
Nuestras sentimientos y deseos intervienen en la certeza de nuestros juicios y conclusiones, aunque no nos percatemos. Por ello es necesario ser lo más imparcial posible. La persona debe ser estudiada como se observa " un insecto a través de un microscopio ", detenidamente y con ausencia de toda afectividad. Ante cada estudio se debe carecer absolutamente de información previa sobre el sujeto estudiado, y desde luego, ser "fríamente" indiferente ante lo encontrado.
Un antiguo cuento narra cómo se pidió a un grupo de ciegos que dijera como era un elefante. Uno tomó la cola, otro la trompa, otro una pata, y cada uno continuó palpando una porción del animal. El resultado fue que cada uno describió al elefante como lo tocaba.
Cuando se estudia una persona hay que hacerlo tomando en cuenta todos los marcos en que se desenvuelve; hogar, centro laboral, vecindario, escuelas, lugares de distracción. Incluso cómo se comporta ante una u otra persona, y muy especialmente cómo se comporta con su, o sus, parejas. Como duerme, y si se puede conocer también sus preferencias y hábitos sexuales. En fin, todos los ángulos de su existencia. Por ello es error garrafal extraer conclusiones sobre un individuo a partir de una conducta específica y en un lugar concreto y particular; de hecho, el comportamiento no está dado por rasgos específicos, sino que es la resultante, la sumatoria, de todos los componentes de personalidad.
No obstante, la experiencia práctica permite desarrollar habilidades para delinear con una relativa eficacia a un individuo a partir de un gesto, expresión verbal o incluso postura corporal, aunque estas impresiones solo deben tomarse hipotéticamente, encauzadas a su comprobación o refutación.
Conocer una persona, inferir si pudo haber llevado a cabo una acción dada o no, pronosticar sus actos futuros, aproximarse a cómo reaccionará en una u otra situación, solo cursa a través de conocer su pasado, y extender esa indagación hasta el momento del nacimiento. Si es posible, tomar en cuenta los antecedentes familiares, puesto que aportan información sobre factores educativos, genéticos y ambientales del investigado.
Se requiere estudiar los rincones esenciales del individuo, no quedarse en la superficie, lo que se observa a simple vista, porque ese límite no ofrece verdadera información; de hecho, la palabra "personalidad" proviene de idioma antiguo, y significa "máscara". Se requiere llegar al fondo de los móviles de su actuación, es conocido que las cosas no siempre son lo que parecen, y no por simple opinión u acto se pueden hacer inferencias que no son más que conjeturas abstractas.
El estudio de persona exige "ponerse en sus zapatos", es decir situarse en su misma posición para entender lo que piensa, siente, desea. Algunos tienden a juzgar a los demás a partir de parámetros propios, sin hacer ningún esfuerzo por comprender su posición, y es grave error. No pocas veces se hace una afirmación basado en un criterio unilateral, y se cometen equivocaciones.
Cada cual hace su propia realidad, y cada cual interpreta, decide y actúa según el contexto donde se halla inserto. Se debe comprender que el prisma de visión de cada cual no facilita comprender la realidad del sujeto estudiado, si el contexto donde se inserta el investigador difiere significativamente. La opinión política de un individuo, por ejemplo, es determinada por el sistema de referencia en donde se desarrolla. Si se estudia una persona la cual se desenvuelve en un ambiente muy alejado y diferente de donde se encuentra quien lo estudia, le será difícil llegar a una conclusión certera si no toma en cuenta esa diferencia. Hay que situarse en el tiempo y espacio de quien se estudia.
Nadie es igual en todo momento, ni nadie se comporta de la misma manera, los individuos actúan y hablan según quien tengan de frente, la situación en que se encuentren, o lo que estén haciendo. Solo tomado en cuenta la gama de sucesivos y diferentes escenarios se pueden extraer conclusiones sobre las aristas de personalidad de un individuo, la probabilidad de actos cometidos, y el pronóstico de lo que puede suceder.
"Divide las dificultades que examinas en tantas partes como sea posible para su mejor solución" Renato Descartes¿Como y hacia donde dirigimos el estudio de la persona? ¿Como lo hacemos? Los objetivos están en función del proceso judicial e investigativo. Inicialmente se define el fin perseguido. ¿Por qué debe ser estudiado? Son variados los índices que ofrecen información y permiten definir un perfil de personalidad, pero la exploración se ajusta al tipo de sujeto, como, por ejemplo, si es un testigo, presunto culpable, informante secreto, sospechoso involucrado de alguna manera con los hechos, sospechosos no involucrados, o simplemente la visión y recuerdo de un residente del vecindario.
No obstante, en general se requiere conocer en un sujeto de estudio, si posee cualidades que lo impulsen al delito, si lo cometió realmente, ha sido instrumento de otros sin saberlo, fue víctima de conspiración, está mintiendo y posee significativa habilidad para ello, incluso saber si su estado mental explica su conducta.
Siempre es necesario enmarcar al sujeto en su marco social, su contexto, si es de clase media, alta o marginal. Conocer ocupación, familia, su descripción, y muy importante son sus relaciones amistosas o interpersonales en general, con quien se reúne en el vecindario, centro laboral, con quien demuestra acercamiento; en fin, todo lo que ofrezca una idea preliminar del individuo.
En esa fase preliminar se revisan sus documentos y todo cuanto ofrezca de modo directo o indirecto información, se observan meticulosamente fotos y videos del presente, y las adquiribles del pasado. Se entrevistan, u obtienen sutilmente en el vecindario, centro laboral, bares y lugares de distracción frecuentes, opiniones sobre el estudiado, y hechos y asuntos significativos que se le relacionen.
A ello le continua, con cualquier propósito que fuera, la observación penetrante del sujeto a evaluar, en su conducta diaria, sus conversaciones y expresión verbal, a quien y como mira. Postura y posiciones corporales, hábitos, costumbres. Observar también aspectos internos como deseos acuciantes, motivaciones determinantes en su vida y sus aspiraciones. Desde luego, se requiere también inferir carácter, especialmente rasgos de emotividad, sensibilidad afectiva, impulsividad, entre otros. Se agregarían ribetes de su ideología, religión, opiniones sociales y políticas, sus capacidades, inteligencia, destrezas laborales.
Por otra parte, existen posturas físicas que son percibidas comúnmente como consecuencia inexorable de vivencias afectivas, expresadas por sentimiento, emoción, estado de ánimo. Por ejemplo, el torso inclinado hacia delante se considera como dado por ansiedad o agresividad. Sin embargo, hacia atrás es propio de decepción, o, por el contrario, serenidad emocional. La cabeza inclinada hacia delante indica depresión o ensimismamiento en los pensamientos.
Las expresiones faciales constituyen otra fuente de conocimiento de expresión afectiva. Comúnmente podemos conocer con alta probabilidad una persona en estado de cólera, melancolía o depresión. Además, el tono de voz ofrece por sí mismo abundante información.
La expresión de su conducta, gesticulación, lenguaje verbal, y rostro, permite conocer signos de tensión, ansiedad, ira, terror. La emoción es el proceso psíquico de mayor vinculación con las estructuras biológicas del ser humano debido a su propia naturaleza primitiva y preponderante en especias anteriores en la evolución. El sentimiento, aunque posee carácter superior en la evolución y es exclusivo del hombre, no por ello deja de manifestarse también al exterior. Cada individuo posee un patrón relativamente estable de manifestación de emoción y sentimiento; aunque pueden sufrir transformación. Por ejemplo, ante el miedo un individuo se pone pálido, otro comienza a sudar, otro realiza determinados gestos.
Un aspecto muy importante es definir su temperamento. El colérico es el manifestado por personas que se caracterizan por marcada impulsividad, en ocasiones pueden ser irreflexivos, reaccionan rápida e intensamente a cualquier estimulo, se encoleriza fácilmente y son muy emotivos. Se enfrentan a la actividad con gran fuerza o intensidad, son altamente impresionables y los estímulos tienen resonancia afectiva en ellos.
Los sanguíneos son dinámicos, entusiastas, activos, pero inestables, poco profundos, tienden a tomar los acontecimientos a la ligera. Los melancólicos no son impulsivos, pero tienen gran resonancia afectiva, por lo cual puede ser retraídos, y tienden a reprimir sus disgustos y alegrías. Son propensos a la tristeza y depresión, en muchas ocasiones son lentos en sus acciones y no reaccionan con rapidez.
Los flemáticos, por el contrario, son individuos poco impulsivos, pero a la vez, poco impresionables, tienden a ser fríos y calculadores. No obstante, no podemos encontrar una persona que manifieste un tipo de temperamento absolutamente puro, además la acción de la sociedad y la propia actividad del individuo modifica siempre en alguna medida el temperamento.
Pero lo principal no es describir lo observado, en su persona ni por los documentos, sino contrastar el momento presente con el pasado, si ha habido cambios y por qué. Qué hechos o vivencias ha tenido, o han ocurrido, en su entorno y cuál ha sido su incidencia sobre él. Quien, cómo y hasta donde, le han influido. Conocer las más profundas características de una persona es prácticamente imposible en su totalidad. La personalidad es infinita, por ello siempre dejaremos de conocer una faceta u otra. Esta limitante no se refiere al estudio del "otro" sino incluso a nosotros mismos, nos aproximamos, quizás a medida que se avanza en edad, pero no podemos llegar a conocernos completamente.
Estos conceptos, aquí explicados, constituyen una idea somera de lo que es el estudio de personas, lo cual será profundizado en próximos artículos según las técnicas a aplicar, propósitos a cumplir, y situaciones en que se realice el estudio.
Hergenhahn, B. R. & Olson, M. H. (2007) An Introduction to Theories of Personality (7th). London: Pearson/Prentice Hall