Pasados 20 años a los voluntarios se les realizó una resonancia magnética y pruebas destinadas a evaluar sus capacidades mentales.
Al analizar los datos los científicos concluyeron que las personas, cuyos índices de tensión arterial diastólica y frecuencia cardiaca durante el ejercicio eran altos, a los 60 años tenían "un cerebro disminuido".
Este cambio debe al mal estado físico y la vida sedentaria que provocan los problemas vinculados con el sistema cardiovascular y aneurismas que aceleran el envejecimiento del cerebro.