Revista Cultura y Ocio

Etapa Imperial de la Revolución Francesa

Por Enrique @asurza

Napoleón, Primer Cónsul y luego Cónsul Vitalicio, se hizo proclamar Emperador por el Senado el 18 de Mayo de 1804, con la aceptación de casi todo el pueblo francés, iniciándose de esta manera la etapa imperial. "Desde entonces, imponer su cetro a Europa entera y alcanzar la monarquía universal fue el sueño dorado del coloso de Córcega". Napoleón Bonaparte estaba destinado a caracterizar, no soló con sus campañas militares, sino con todas sus múltiples obras, una edad de la historia europea y, asimismo, una edad de la Historia Universal. Fue Napoleón, asimismo, el "más grande capitán del mundo, notable, igualmente, por la vastedad de su genio y de sus aptitudes".

Apogeo Napoleónico

Napoleón, como emperador, inauguró un gobierno personal, autocrático y arbitrario, con un ilimitado poder. La monarquía imperial no fue, en adelante, más que una monarquía absoluta, en la que la dirección del gobierno estuvo sola y exclusivamente en manos del soberano. Ni la constitución ni las leyes ni la majestad de los otros poderes del Estado fueron respetadas; suprimiéndose, igualmente, la libertad individual y la libertad de pensamiento.
El emperador se rodeó de una numerosa y elegante corte integrada por sus familiares y generales, a quienes otorgó títulos nobiliarios. Sin embargo, Napoleón se preocupó de dar gran impulso a la cultura, al fomento de la industria y el comercio; habilito numerosos puertos y embelleció París y otras ciudades, a la vez dictó sabias leyes que le han dado celebridad; y, finalmente, soñó con hacer de Francia: La primera nación del mundo.
Este apogeo cultural y económico alcanzó su cima, su plenitud, gracias a las brillantes victorias que lograra contra sus enemigos (Austria y Prusia), en gloriosas batallas que inmortalizaron su nombre y que hicieron de Francia la primera nación de Europa y del Mundo con una fuerza que parecía en verdad invencible. Le faltaba solamente eliminar a Inglaterra, su implacable rival, su mortal enemiga; entonces, se embarcó en la dura empresa de combatirla en forma tenaz y por todos los medios, pero sin resultados favorables. La historia del reinado de Napoleón fue, por ello, la de una guerra permanente contra Inglaterra, guerra permanente que traería como epílogo el derrumbe definitivo del poder napoleónico.

Principales acciones militares libradas durante la Etapa Imperial

fueron:

a. Batalla de Trafalgar

Con el propósito de invadir Inglaterra, su mortal enemiga, Napoleón preparó una expedición formada por 150,000 soldados y 2000 barcazas. Dicha flota, que se hallaba comandada por el Almirante Villeneuve, se hizo a la mar rumbo a las costas británicas, pero fatalmente no pudo lograr sus objetivos debido a la celosa vigilancia enemiga, siendo, finalmente, destrozada por la escuadra inglesa comandada por el Almirante Nelson en la batalla de Trafalgar, (29 de octubre de 1805). En dicha acción combatió la escuadra española como aliada de Francia, y alcanzó la gloria el célebre Almirante Horacio Nelson, quien antes de sucumbir heroicamente arengó a sus tropas con estas memorables palabras: " Soldados, Inglaterra espera que cada uno cumpla con su deber!".

b. Batalla de ULM (1805)

Cuya victoria le facilitó a Napoleón la ocupación de Viena.

c. Batalla de Austerlitz (1805)

Donde Napoleón derrotó completamente a los ejércitos austro-rusos, considerablemente superiores. Fue su "batalla modelo", por la formidable táctica empleada que le permitió obtener la más brillante victoria de su extraordinaria carrera militar.

d. Batalla de Jena (1806)

Cuyo triunfo le permitió al emperador francés hacer su ingreso triunfal en Berlín, capital de Prusia, desde donde decretó el bloqueo continental contra Inglaterra.

e. Batalla de Friedland (1807)

Favorable a los franceses y obtenida frente a ejércitos rusos. Poco después, se firmaba la Paz de Tilssit, de la que surgió la alianza Franco-Rusa.

El Bloqueo Contra Inglaterra

Napoleón, no pudiendo someter a Inglaterra por las armas mediante el ataque a su territorio, decretó el llamado bloqueo continental, por el cual prohibía a los franceses y a sus aliados todo intercambio comercial con Inglaterra, es decir, cerraba a los ingleses los puertos y los mercados europeos. Con esta medida pensó el emperador francés arruinar a su rival, sometiéndole por hambre, porque "aislarlos era matarlos". "Trozo de hierro y de hulla", país industrial y comercial, decía Napoleón, Inglaterra no puede vivir si no es con la condición de que ha de hallar en el continente salidas para sus mercancías y para los productos de sus fábricas; por ello, el bloqueo significaría una catástrofe para Inglaterra.
A causa de que no toda Europa se sumara al bloqueo, lo que obligó entonces al emperador a anexar otros territorios tales como los Estados de la iglesia, Holanda y la costa alemana del Mar del Norte con Bremen y Hamburgo como a intervenir, asimismo, contra la soberanía de Portugal, España y Rusia, conducta que la acarrearía, finalmente, el derrumbe de su poder y hegemonía en Europa.
Efectivamente, como el Papa Pío VII no secundara el bloqueo, Napoleón ocupó como represalia los Estados de la iglesia, encarcelando luego al Sumo Pontífice en Fontainebleau. Poco después, en entendimiento con ciertas malas autoridades españolas, tropas francesas invadían Portugal, sometiendo así en forma pacífica a este país, pues su soberano, Juan VI, que había negado a adherirse al bloqueo y logró huir a su colonia del Brasil. Entonces, Napoleón dirigió sus miras hacia España.

La Invasión de España (1808 - 1814)

El emperador de Francia, Napoleón Bonaparte, en su afán de dominar Europa y el Mundo, tuvo que librar larga y penosa lucha contra Inglaterra.
Con el fin de derrotar a los ingleses el Emperador había conseguido la adhesión de varios estados de Europa, incluso España era su aliada; no así Portugal que había demostrado más bien preferencia por Inglaterra. Ello determino que Napoleón la ocupara militarmente pasando por territorio español.
A comienzos de 1808 un ejército de 100,000 soldados franceses al mando del Mariscal Murat, ocupó las principales plazas de España, aparentemente sin propósito de agresión, aunque el verdadero objetivo era, pues, apoderarse de la Nación Hispana.
Los escándalos de la corte y la presencia de tropas extranjeras en el país, agudizaron el descontento y la reacción del pueblo español, dando, así, origen al motín de Aranjuez (17 de marzo de 1808), motín que obligó a abdicar a Carlos IV en favor de su hijo Fernando, siendo expulsado, asimismo, el ministro Godoy. Pero poco después Napoleón, que maquinaba en secreto, consiguió, en la entrevista de Bayona, que ambos contrincantes, padre e hijo, renunciaran la corona de España en favor suyo, después de lo cual entregó dicha corona a su hermano José, quien fue proclamado Rey de España e Indias con el nombre de José I.
Los españoles, al conocer tales acontecimientos, se levantaron como un solo hombre contra los usurpadores en defensa de su libertad e independencia. El exaltado patriotismo hispano unido a su tradicional valor, como a su singular modo de combatir (guerras de guerrillas), más la ayuda que les brindó Inglaterra, cuyos efectivos eran comandados por el duque de Welligton, convirtieron a esta guerra de la independencia en una lucha sin cuartel, en el esfuerzo extraordinario y titánico de un pueblo contra los invasores. Toda España se transformó, así, en un campo de batalla, batalla que constituyó para Napoleón uno de los reveses más grandes de su carrera militar.
La Guerra de la independencia duro de 1808 a 1814,y en ella, como ya dijimos, los españoles lucharon con singular valor y heroísmo, alcanzando brillantes victorias como las de Bailén y Cintra (1808). El triunfo definitivo se logró en la Batalla de Vitoria (1813), con la ayuda de los ejércitos ingleses en Wellington, después de cuyo desastre Napoleón devolvía la corona de España a Fernando VII.

La Campaña de Rusia (1812)

Como Rusia tampoco se sumó al bloqueo continental, pese a su aparente entendimiento y amistad con Francia, Napoleón concibió la ocupación de este país, gobernado, por el Zar Alejandro I.
Efectivamente, al mando de un ejército de 400,000 soldados de diversas nacionalidades (llamado el "ejército de las veinte naciones"), y contando igualmente con más de mil cañones, Napoleón invadió Rusia. La campaña fue sumamente difícil y llena de mil penurias y sacrificios debido a lo dilatado del territorio, la tenaz resistencia de los cosacos que luchaban con salvaje tenacidad y valor, y a causa, asimismo, de los rigores de un invierno extremadamente rudo y cruel.
En esta contienda, los rusos habían resuelto no presentar batalla formal al enemigo, sino que optaron por retirarse y asolar al país empleando la táctica de lla "tierra arrasada", esto es, que devastaban su propio territorio, privando, así, de víveres y de otros recursos al invasor. "Nada de batalla, decían. Huir, retroceder siempre, barriendo las poblaciones; haciendo el vacío ante los franceses, arrastrándolos todo lo posible hacia el interior; confiar al espacio, al invierno y a la falta de subsistencias, el cuidado de la defensa". Y, en verdad, pese a que Napoleón consiguió ocupar Moscú, ciudad que fuera incendiada por los naturales, no logró someter al valeroso e indómito pueblo ruso. Entonces, el emperador de los franceses tuvo que emprender una penosa implacable ataque de los aguerridos cosacos, que se hallaban comandados por el valeroso general Koutousof, comenzaron a diezmar a los ejércitos de Napoleón, hasta convertirse dicha retirada en un verdadero desastre, de una magnitud nunca antes vista por las cuantiosísimas pérdidas que experimentaron los invasores. El 16 de Diciembre de 1812 consiguieron por fin entrar en Polonia, después de haber perdido unos 330,000 hombres.
Las principales acciones militares que libró Napoleón en la campaña de Rusia, fueron:

a. Batalla de Moscowa (7 de septiembre de 1812)

Al sur de Borodino, a 150 kilómetros de Moscú, donde la victoria favoreció a los franceses que tuvieron una pérdida de 30,000 soldados en tanto que Rusia, 40,000. Esta victoria facilitó a Napoleón la ocupación de Moscú, la capital sagrada de los rusos.

b. Batalla de Beresina (Diciembre de 1812)

Donde los reducidísimos ejércitos invasores, que se hallaban en retirada, tuvieron que soportar la furiosa embestida de más de 140,000 hombres, pero que, sin embargo, pusieron abrirse paso después de luchar en forma valerosa y heroica.

Batalla de leipzig (1813)

De regreso de su infortunada campaña de Rusia, Napoleón tuvo que hacer frente a un poderoso ejército de 500,000 hombres formado por ingleses, rusos, prusianos, suecos y austríacos. Se libró, entonces, la batalla de Leipzig (Alemania) o batalla de las naciones, donde la victoria favoreció a los coaligados, quienes invadieron Francia y ocuparon seguidamente París. El 6 de Abril de 1814, Napoleón vencido y abandonado por sus generales, tuvo que abdicar la corona de Francia (Primera abdicación). Ese mismo día el senado francés proclamó rey de Francia a Luis XVIII, hermano de Luis XVI. Entretanto Napoleón tuvo que aceptar la humillante designación de soberano (rey) de la pequeña isla de Elba (Mediterráneo).

Fin del Imperio Napoleónico

No obstante su aislamiento en la isla de Elba, Napoleón se mantuvo al corriente de la situación política de Francia y de Europa. Sediento todavía de gloria y de dominio, no se resignó a su derrota, pues soñó con volver a ser el amo de Europa. Debió comenzar por recuperar su trono.
La impopularidad de Luis XVIII facilitó el retorno de Napoleón a Francia. El primero de Marzo de 1815, después de burlar la vigilancia de las potencias aliadas, el gran corzo consiguió desembarcar en territorio francés. Poco después hacía su ingresa en la ciudad de París en medio de júbilo popular. Luis XVIII huyó a Bélgica. Napoleón permaneció en el poder solamente cien días.
Las potencias europeas le declararon "fuera de la ley, como enemigo y perturbador de la paz del mundo", y se comprometieron, asimismo, a combatirlo hasta lograr su definitiva derrota.

Batalla de Waterloo

Acto seguido, los aliados movilizaron grandes efectivos militares, pero la principal acción se libró en Waterloo (Bélgica), el 18 de Junio de 1815, entre un ejército anglo-prusiano de 220,000 hombres al mando de Wellington y Blücher, respectivamente, formaban la vanguardia de la coalición en Bélgica, sus fuerzas reunidas se elevaban a 220,000. Napoleón resolvió ir a buscarlos, arrojarse sobre ellos y destruir el uno después del otro.
Reunió 124,000 hombres, atravesó el Sambre y, el 16 de junio, batió al ejército prusiano de Blücher en Ligny, pero sin conseguir destruirlo completamente.
Wellington se había atrincherado fuertemente al sur del pueblo de Waterloo, sobre meseta del Monte de San Juan, interceptando el camino a Bruselas (Bélgica).
El 18 de Junio de 1815 se libró la batalla. La víspera se había desencadenado una violenta tempestad, para que el suelo, por el que la artillería no podía maniobrar, tuviese tiempo de afirmarse un poco bajo los rayos del sol, fue preciso retardar el principio de la acción hasta por la tarde. Este retardo perdió a Napoleón, porque dejó tiempo a los prusianos de llegar al campo de batalla antes que el ejército fuese roto.
En efecto, los prusianos, habían logrado escapar de un ejército francés que los perseguía, y desde las dos de la tarde 30,000 prusianos atacaban la derecha napoleónica. Agotadas las fuerzas de hombres y caballos, fue preciso abandonar la meseta. Napoleón había tenido que emplear contra los prusianos casi toda su reserva de infantería.
Rechazados los prusianos, el Emperador intentó el ataque supremo con los batallones de la guardia. El ejército francés, extenuado y cargado constantemente por la caballería prusiana, se sobrecogió bruscamente de pánico, se declaró en derrota, y fue perseguido y acuchillado por los prusianos.
Derrotado Napoleón, abdicó entonces por segunda vez la corona de Francia (Segunda Abdicación), trató luego de embarcarse rumbo a los Estados Unidos, pero al no conseguirlo se entregó a los ingleses, quienes lo condujeron a la isla de Santa Elena (Océano Atlántico), como prisionero de guerra (allí murió en 1821). El imperio y Napoleón habían llegado a su fin.

Causas de la caída de Napoleón

Las tres causas principales de la caída de Napoleón fueron:
1. Su enemistad mortal a Inglaterra que le acarreó la tenaz hostilidad de una nación invulnerable a las acometidas directas de los ejércitos imperiales y que, por su hegemonía en el mar, podía en todo momento hacerle frente y auxiliar a los países que contra él luchaban.
2. Su agresión a España y Portugal, que provocó la guerra de la independencia española, fatal para el prestigio de Napoleón y que produjo un gran desgaste de los ejércitos franceses.
3. La invasión de Rusia en 1812, que consumió toda su potencialidad bélica, dejándole agotado, a merced de toda Europa coaligada en su contra.
Otra de las principales causas, de decisiva influencia en los destinos del gran Corzo, fue, a no dudarlo, la ocupación de los Estados de la iglesia y el consiguiente encarcelamiento del Sumo Pontífice, actos que le crearón a Napoleón un ambiente de gran animadversión entre los católicos.

El Congreso de Viena

Fue la reunión en la ciudad de Viena, de 1814 a 1815, de los representantes de las principales potencias enemigas de Napoleón y de la Francia Revolucionaria (Inglaterra, Rusia, Prusia, Austria, etc.). Tuvo como propósito trazar una nueva demarcación de los países de Europa, cuyas fronteras habían sido modificadas por las guerras napoleónicas.
Destacaron como figuras preponderantes en este Congreso, el canciller austríaco Metternich y Talleyrand, ministro francés. Entre las resoluciones adoptadas por el congreso de Viena tenemos:

  • Inglaterra, continuó como la "reina de los mares", con numerosas colonias en Asia, África, Oceanía y América. Convertida en la primera potencia del mundo.
  • Rusia, se apoderó de Finlandia, de Besarabia y del Ducado de Varsovia.
  • Bélgica, quedó incorporada a Holanda; Noruega, a Suecia.
  • Francia, volvía a los límites que tuvo antes de la revolución.
  • Austria, adquirió el reino Lombardo-Veneciano. El congreso de Viena satisfago únicamente las ambiciones de las grandes potencias (sobre todo de Inglaterra) que habían combatido incansablemente a Napoleón.

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