Revista Psicología

Ética, pensamiento crítico y psicoanálisis

Por Yanquiel Barrios @her_barrios
Ética, pensamiento crítico y psicoanálisis

En el presente artículo me propongo conectar estos tres campos disciplinarios mencionados en el título, partiendo de la sospecha de que existe una conexión o, más bien, una copertenencia entre los mismos.

Podemos empezar definiendo a la ética como la razón aplicada a la facultad de desear, aunque con esta definición simple no podamos todavía distinguirla de la moral. Para Kant la realidad objetiva de una voluntad pura está dada por la ley moral no empírica sino formal que es tomada como un hecho (no cuestionable). Esa ley moral posee un carácter legislativo, ordena la voluntad o el deseo (a esta altura indistinguible de la voluntad). Hay una renuncia del amor a sí mismo (egoísmo) por amor a la ley en tanto ley. Se trata del deber ser. Hay moral porque hay libertad. En el orden natural, no hay margen de indeterminación. El hombre en su fenomenología es juzgable en función de ese noúmeno que habita en él y que no es determinable desde la naturaleza.

Ahora bien, la ética se desprende de la moral en el punto donde no apela a la gestación de una máxima universal (imperativo categórico). Ético es sinónimo de singular. Qué acción es la más conveniente en esta situación concreta, específica, única e irrepetible. Inclusive, cuál es el modo de actuar más conveniente dentro del marco de estas posibilidades. ¿Cómo he de vivir (y no cómo se debe hacerlo)? Antiguamente a la aparición de la gran religión monoteísta occidental, en Grecia y en Roma existían prácticas de sí que buscaban el auto-cuidado. Era una manera de ejercer el gobierno propio y de los otros pero que respetaba la particularidad de cada individuo.

El pensamiento crítico por su parte, podemos entenderlo como una manera posible de responder a esas preguntas. Supone partir de una concepción del hecho social en tanto injusto a causa de la acción egoísta del hombre, además de sostener que es menester transformar esa realidad social así definida, mediante la acción intelectual pero también a través de una praxis. El pensamiento crítico es fundamental, pesimista, desconfiado, incrédulo y negativo en el sentido de enfocarse permanentemente en lo invisibilizado. Pensar críticamente es pensar meditativamente, reflexionar de la manera más amplia y compleja posible una coyuntura determinada, individual o colectiva. El pensamiento crítico implica un análisis riguroso de todos los caminos posibles para la formalización de dicha circunstancia de modo tal que su resolución (de ser la misma posible) se enmarque dentro de cierto planteo racional, sin sacralizar el uso de la razón, es decir, contemplando su falla irreductible y su tendencia a la irracionalidad. Podemos pensar que en un primer momento el pensamiento crítico analiza para en un segundo tiempo, pronunciarse, hacer su movimiento, su jugada. Su lógica exige no dar por acabada ninguna realidad. Parte siempre de la idea de que la realidad es una construcción inacabada. Según lo dicho, podemos pensar que el pensamiento crítico puede operar como una ética, como un ethos, un estilo de vida, una manera de posicionarse en la existencia.

Finalmente, el psicoanálisis es una práctica terapéutica, un conjunto de teorías y un método de investigación. Podríamos agregar que es una praxis y un discurso en tanto modo de lazo social. Al igual que el pensamiento crítico, supone un aspecto intelectual y otro aspecto práctico. También conlleva la vertiente analítica de cara a un acceso a la verdad, siempre en la búsqueda de una consideración realista de la existencia. El psicoanálisis es un pensamiento crítico puesto que busca desterrar las ilusiones humanas que obturan la aceptación de la apertura, de la falta, de la fragilidad propia del mundo humano para poder transformarlo y potenciarlo. Otra característica común es que tanto el pensamiento crítico como el psicoanálisis, demandan tomar la palabra y conducen hacia el desasimiento de toda autoridad última y definitiva. Sin caer en una concepción antropocéntrica, son campos que denuncian la inevitable tendencia del hombre hacia la adoración de un Otro completo, el cual justamente y volviendo al inicio, no deja lugar para lo ético.

El Otro con mayúsculas es el dueño de la verdad y su Tú debes es el imperativo kantiano del que el pensamiento psicoanalítico hace la orden de gozar. El deseo, que no es la voluntad ya que ésta en esencia es voluntad de goce (perversión), no se vincula a la ley moral sino a la ley paterna, es decir, a una ley dialéctica que supone cierto encadenamiento significante y no la mera inercia caprichosa del deber por el deber en sí.

En la actualidad, el Tú debes de Kant ha deslizado su sentido. Se trata hoy día del empuje a endeudarse más y a pagar la deuda que el capitalismo financiero neoliberal ha introducido en la vida de cada uno de los ciudadanos de esta Polis mundial deudora, cuyo Amo acreedor maneja los hilos del mercado detrás de una computadora o un teléfono celular. El deseo quizá juegue más por el lado de un rechazo de ese fanatismo de la productividad que el sistema aconseja. Un rechazo incluso del trabajo como categoría nodal del pensamiento capitalista.


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