Revista Filosofía

Ética y moral II

Por Juanferrero
¿Quién manda aquí?
La diferencia entre hechos y valores es esencial para comprender en qué consiste la conservación de grupos de distinto tamaño. De nuevo al igual que hemos hecho en entradas anteriores, el mito de Prometeo que Platón relata en el Protágoras nos sirve de ilustración que permite introducir el tema. En el mito cuando a los humanos les es concedido la sabiduría de las artes y el fuego se les concede la capacidad de producir, de fabricar, pero se encuentran con dificultades para conservar la trama que los mantiene juntos. El sistema de acciones necesariamente ha de cambiar en comunidades más capaces técnicamente porque aumenta el número de miembros, y se vuelve más compleja la consistencia de este sistema de acciones, lo que convierte a la consistencia en un problema que ha de resolver esa comunidad que se extiende en número. La expresión sistema de acciones consistente puede ser sustituida por la expresión sistema de valores, aunque no sean exactamente equivalentes, un sistema de valores, en tanto que remite a una narración o algún tipo de discurso tiene un plus de ficción que al sistema de acciones no se le puede atribuir. Este sistema de valores, (la dialogización del sistema de acciones podría denominarse) ha de aparecer en comunidades extensas como un problema, como algo que "constantemente" hay que resolver, a diferencia de los mitos y cuentos que en comunidades pequeñas se mantengan. La diferencia discursiva entre comunidades y comunidades extensas no es clara, pero la propuesta consiste en que el paso de la una a la otra es asumir que los valores se convierte en un problema. Por tanto, la clave es encontrar algún medio para que acciones útiles para la conservación de la comunidad se repliquen. De este modo se puede comprender que inventos como el dinero, el Estado, el mercado o la escritura aparezcan cuando estas condiciones están dadas. Aparecen para permitir la réplica de tales acciones (aquí podría insertarse la noción de meme de Richard Dawkins).Además esta cuestión reflejan unas condiciones muy específicas,y es que el paso de comunidades reducidas a comunidades extensas sólo es posible si es un proceso contemporáneo en distintos grupos por lo que no sólo cambian las condiciones internas, sino que cambian también las relaciones externas. El sistema de acciones no sólo se pone a prueba internamente para conservar el grupo, sino que la prueba con el exterior es quizá el paso decisivo. Aparece cierta uniformidad de acciones entre grupos sino no se entendería la aparición del dinero o el mercado que permite relaciones intergrupales. Y una consecuencia inevitable es que el sistema de valores que regula el propio grupo aparecerá ya con un componente ficticio que, necesariamente, deberá de ser contemplado por los individuos que forman parte de ese grupo.Visto así el problema del poder queda intimamente asociado al problema del sistema de valores. Y es un problema dinámico precisamente porque alberga la semilla de que cualquier individuo termine advirtiendo su carácter ficticio. Está claro que la dramatización antigua de este proceso es la Apología de Sócrates. Y claro está también que algunos miles de años atrás que preparan esta dramatización por parte de Platón.En todo caso la relación entre hechos y valores, depende de la relación entre hechos y acciones que es más básica, o natural, frente a la convención que podría ser definida (provisionalmente) como el empeño de justificar, delimitar un sistema de acciones que funciona, e incluso aunque con el tiempo este se empeñe en mostrar su decadencia. A este respecto los sistemas de acciones nunca entran en crisis, sólo lo hacen los sistemas de valores y en cierto modo sólo lo hacen en tanto que su establecimiento depende del discurso que los explicita.La pregunta a quién manda en las comunidades extensas depende mucho de lo codificado que esté el discurso del sistema de valores, y la libertad por parte de los individuos de ejercer su capacidad de acción. Si no fuera forzar los términos en exceso, el primero correspondería a la capacidad de legislar, y el segundo a la capacidad de llevar acciones (ejecutar en sentido más laxo) no sólo por los que gobiernan sino especialmente por los gobernados. Por ejemplo cuando Hume se pregunta en sus Ensayos políticos por la razón de la obediencia que debemos prestar al gobierno. No hay respuesta más inmediata que la de conservar la sociedad, pero en época de Hume, se había alcanzado una extraña síntesis (al menos lo reflejan así algunos teóricos como Spinoza, Kant o el mismo Hume) y es que la legislación de un gobierno debe atender cada vez más a la libertad de acción de los individuos (ideal republicano en realidad). Sin olvidar en ningún caso que la naturaleza del sistema de valores es expresiva y por tanto, la libertad de juicio y expresión es una pata más de cualquier sistema político.
¿Qué es una constitución?
En este orden de cosas la pregunta por la constitución es especialmente pertinente, y un par de cosas diré. En primer lugar, una constitución puede ser visto como el retrato de un pretendido sistema de valores codificado, lo que hace a un constitución un documento de carácter ficticio (no por ello inútil). Incluso doblemente ficticio, primero porque es reconstrucción discursiva del sistema de valores, que es de naturaleza discursiva y ya de por sí ficticia. Y en segundo lugar, como documento reflejo de un sistema de valores tiene como objeto constatar una serie de hechos (y que debería de evitar su recomposición poética y verosímil, aunque por la misma naturaleza de una constitucción parece difícil, la antigua contraposición entre historia y poesía o filosofía de Aristóteles). Pero si algo debe recoger una constitución cualquiera, es que son los individuos, los protagonistas de las acciones, los que ponen en crisis los sistemas de valores, y mediante esas acciones tenemos la única manera de saber en lo qué consiste lo que permite conservar a esa comunidad extensa, y que como ya decíamos un poco más arriba encuentra problemas tanto internamente (en forma de nacionalismo por poner un ejemplo) como externamente (por lo que respecta a asociaciones estatales). De cualquier forma ya sea hacia adentro o hacia fuera desde estas variaciones proponemos que cualquier discurso sobre valores tenga como objetivo garantizar la libertad de acción de los individuos (y como consecuencia la de pensamiento y expresión, y si ponemos la de libertad de acción en primer lugar, es porque es la que nos encara inmediatamente con los hechos, y principalmente con el hecho de la conservación y su posibilidad siempre cierta de disolución de cualquier sociedad).

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