Si es cierto que Sarkozy y Merkel, Merkozy para los amigos, culminan su noviazgo en boda, aunque sea pactada entre sus respectivas familias, sin amor, sólo por interés, deberán invitar a todos. No vale que, con la excusa de que estamos en crisis y no hay dinero para todo, se queden unos fuera por invitar a otros, compromisos ineludibles que quieren sentarse al festín. Deberían recordar estos dos novios y sus exportaciones que los que queden por el camino difícilmente volverán a coger el tren del consumo de sus productos y servicios. De ahí al acabóse sólo hay un paso.
Ramón, hoy en El País
La Unión Europea dejaría de tener sentido: ni unión, ni europea. Llámenlo de otra manera. El problema es que también hay falta de flexibilidad a la hora de poner nombres a las cosas. Todo empieza cuando, desde el principio, no se dicen las cosas por su nombre o se ponen al tun-tún antes de saber exactamente para qué sirve la nueva máquina. Luego, cuando se ponen en marcha, no es casualidad que elegido no se corresponda con la función y ahí empiezan los problemas y los malentendidos, acentuados por ocasionales problemas de traducción. Cuando las palabra dejan de tener sentido y se ahogan entre la carcajada atroz de los mercados, Merkozy apuesta por echar lastre y desprenderse de lo que les pesa para echar el vuelo. Perdidos todos entre las voces impersonales y atónicas de los intérpretes que anuncian la próxima salida del Hindenburg.