Revista Opinión

Europa amurallada

Publicado el 14 octubre 2013 por Jcromero

Aún no es definitivo el recuento de cadáveres cuando las oficiales lágrimas de cocodrilo y las peroratas compungidas, se han guardado hasta la próxima tragedia. Pasados unos días, se vuelve a lo de siempre: indiferencia, amnesia y algún paripé institucional para que todo siga igual. La Europa amurallada tiene responsabilidad cuando cierra fronteras o convierte en ilegal y punible el auxilio al náufrago que carece de visado para entrar en su territorio. ¿Dónde estaba la honorable, democrática, culta y humanitaria Europa cuando por ley, uno de sus estados miembros, derogó las leyes de auxilio en el mar? ¿Dónde estaban y qué hicieron nuestros representantes en las instituciones europeas? ¿Dónde estábamos nosotros, los ciudadanos? 

Ante la pobreza, el hambre o la persecución política, ¿hacemos lo suficiente? ¿Hacemos algo? En estos días miramos hacia Lampedusa, Italia o a la obscena Unión Europea. Y sin embargo, aquí, tenemos un muro virtual con una fosa repleta de muertos en el Estrecho de Gibraltar, Ceuta y Melilla valladas y un ministro que prepara una modificación del Código Penal para que, quienes presten asistencia humanitaria a inmigrantes, en situación administrativa irregular, puedan ser multados y castigados incluso con pena de cárcel.

Ya no nos asusta la tragediani nos conmueven los muertos; solo nos asustan las cifras. Acostumbrados al goteo incesante de víctimas: una, dos, tres, cuatro…, la muerte no impresiona ni llega a las portadas de los principales medios. Nos hemos familiarizado tanto con su frecuencia, que le volvemos la espalda y seguimos con nuestras rutinas. Acostumbrados al horror, para que la muerte nos estremezca, tiene que producirse por centenas mejor que por decenas o unidades.

En muchos aspectos, las diferencias entre los dos partidos que se alternan en el Gobierno de España son similares y, en determinadas materias, cuesta trabajo diferenciar bajo qué siglas se tomaron algunas decisiones. Pero en inmigración, por ejemplo, aún hay contrastes. Cuando la derecha española, tan católica como arrogante, tan amnésica como frívola, estaba en la oposición, reducía el problema a un simple eslogan político: El efecto llamada. ¿Recuerdan? No admitían otra explicación que la incapacidad y complicidad de Zapatero con los inmigrantes. En Italia, el fenómeno pilló a la derecha en el poder y legisló, para hacer del inmigrante una persona sin derechos y criminalizar a quien le prestara ayuda.

La historia de la humanidad, es la historia de las migraciones y del mestizaje. ¿Se puede explicar la historia de América sin considerar el constante flujo de africanos, asiáticos y europeos? Nuestra lengua, nuestra historia y cultura están impregnadas por el eco de todos los pueblos que por aquí pasaron y con los que nos relacionamos. Sin embargo, los legisladores suelen equiparar al ser humano con el edificio que hunde sus cimientos en la tierra para anclarse al suelo o con el árbol que extiende sus raíces para alimentarse y crecer. Proceden como si las personas carecieran de piernas o ignorando que siempre las usó para buscar alimentos, para huir de la miseria o para encontrar un lugar más seguro en el que refugiarse de la brutalidad de otros hombres. No quieren comprender que, mientras existan necesidades, guerras y persecuciones no habrá frontera, muro o legislación que impida el tránsito.

Resulta significativo que ahora, en la era de la globalización, capitales y mercancías puedan viajar por donde generen beneficios, los animales por donde les lleve el instinto, pero los pobres y los perseguidos por sus ideas, los parias y los necesitados, siempre tropiezan con muros, con vigilantes armados hasta los dientes y en la mochila, por si acaso, un código penal o nuestra indiferencia.

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