Este manifiesto político, nos dice que las decisiones económicas que toma una dirección colegiada ajena al sufrimiento humano nos llevan a la derrota. Recomiendan precipitar la unión política para dar cobertura al control económico europeo y así evitar situaciones desagradables como las que vive, en particular, el sur de Europa.
Lo primero que llama la atención es la facilidad con la que estas masas encefálicas olvidan que es precisamente esta unión la que toma las decisiones que llevan al sur de Europa a la barbarie. Tampoco tienen la memoria a corto plazo bien afinada al ignorar cómo los actuales dirigentes son los que han propiciado esta situación. No olvidemos nosotros que el malvado Gran Capital, supuestamente sin nombres y sin cabezas visibles, se mueve en un ambiente jurídico y político dado. Parece que las Furias pusieron una pistola en la cabeza a los consejeros de las cajas de ahorros españolas o a los políticos griegos. Ni una sola mención a que la legislación en estos países viene, en grandísima medida, de lo que aprueba el Parlamento Europeo.
Un Parlamento Europeo que nos resulta lejano, incómodo y ajeno. Basta comprobar el nivel de patetismo de las elecciones europeas, que se convierten en reválidas de caracter nacional, o basta ver que no existen partidos a nivel europeo, para descubrir el tamaño de la estafa. No mencionaré esa mala costumbre de los eurodestructores de cambiar el nombre a los tratados para que se aprueben sí o sí. ¿Y estos filósofos-humoristas apelan a la democracia ateniense y al derecho romano? Hoy Europa es justo lo contrario.
No solo no se apela a los dos pilares fundamentales de Europa, la cultura política grecolatina y el fundamento ético judeocristiano, sino que se ignoran con rotundidad, afirmando que en el planeta todo merece respeto. Apelando a un diálogo con otras costumbres que son el caos, la barbarie y la muerte.
Pienso que me están robando la cartera estos filósofos-humoristas, cuando mencionan los actos de genocidio de la ex-Yugoslavia y pasan por alto que aquella destrucción sólo pudo acabar cuando intervino la Fuerza Aérea americana (recordemos que la guerra acabó, cuando los militares americanos encerraron —literalmente— en un cuarto a los líderes balcánicos y no les dejaron salir hasta que les enseñaran un mapa consensuado por todos; ésta Europa jamás haría algo así).
Su crítica sobrevuela la falta de democracia en este rumbo que ha tomado Europa. Poderes ocultos toman decisiones en la sombra contra la voluntad y la felicidad de millones de europeos, sin embargo, nada dicen del intento de marginar al Reino Unido cuando deciden replantearse democráticamente si les conviene o no seguir en la Eurocosa. La Europa idealizada sólo funciona con ciertas salvedades. Ciertas notas al pie que hacen saltar las alarmas.
Ahuyentar al lobo usando sus métodos. Tal es la solución que nos plantean estos cerebros. Europa debe ser más democrática, estar más unida, aunque para ello a ti te cerremos la boca y a ti te podamos hacer a un lado. Lo siento, pero no compro esta mercancía averiada. Conmigo, para este filoeuropeísmo alienígena, que no cuenten.
¿O es que acaso los problemas que se derivan de la mala praxis de unos deprimentes estados-nación serán resueltos creando una nueva entidad mayor? ¿No tiene sentido pensar que agrandar la capacidad de solucionar un problema también agranda la capacidad de empeorarlo o crear problemas aún mayores?
Si vamos a lo concreto, un proceso de construcción supranacional de arriba a abajo, resultará en una cosa todavía más anómala y extraña. Poco se habla de que la tendencia a la concentración de poder sólo sería aceptable aproximando de abajo a arriba. No es que grandes poderes financieros impidan la construcción europea, es que para hacer Europa te tienes que cargar el estado-nación. No se puede esperar que bajen las musas y diseñen un nuevo tablero de juego, si antes no empiezas por vaciar de poder al estado-nación.
La facilidad con la que algunos miran un mapa y deciden cómo deben ser las cosas, me asombra. Puedo aceptar que algunos estados existen por azar (hola, Moldavia), pero otros no son simplemente trozos geográficos de una zona del mundo que se puedan unir y desunir a otros pedazos de mapa. No se puede pasar por alto con alegría lo que siglos de historia —y la historia es esencialmente sangre derramada— han hecho.
No se puede tomar en serio a alguien que nos diga que los eslovacos y los gallegos pertenecemos a una misma cosa si no se menciona por ningún sitio que rezamos al mismo dios. No se puede saltar a la torera la raíz de las cosas. Si se pretende crear una Europa unida con escuadra y cartabón, poco recorrido tendrá.
Aunque la mayor crítica puede hacerse desde una perspectiva teleológica. No hay ni una sola persona que sea capaz de explicarme qué quiere ser Europa de mayor. Los filósofos-humoristas nos dicen cómo debemos ser para nuestro propio bien, pero no nos explican para qué. Responder a esta pregunta es lo más básico que se puede exigir.
Curiosamente este problema no lo tienen otros que no se meten en zarandajas de diseños artificiales. Por puntos:
- Mundo islámico. Se reconoce un mundo islámico, con un idioma y una religión mayoritarias.
- Mundo anglosajón. Muy homogéneo, con tendencia a la holización de sistemas económicos y políticos. También cuenta con un idioma común y una religión mayoritaria.
- Mundo hispánico. Más heterogéneo que el anglosajón y que tiende a imitar a este. También cuenta con una lengua y una religión comunes (tengo mis dudas sobre incluir a Italia aquí).
- Mundo eslavo. Heterogéneo, aunque cuenta con una religión mayoritaria y un pasado de horribles dictaduras en común.
- Mundo chino. Con una filosofía común y una serie de «lecciones aprendidas» que logran que en los dominicales que leen las amas de casa se le considere «la fabrica del mundo».
La unidad europea sólo sirve como necesidad de otros mundos geoestratégicos. Es como la abuela que invitas a comer para que cuente batallitas mientras te llevas a tu cuñado al baño a vomitar.
Quien ha viajado, sabe muy bien de qué va esto. En el mundo chino o en el mundo anglosajón, estás en planetas alienígenas. Sin embargo, cuando llegas a tu mundo, aunque no sea tu estado-nación, la perspectiva de las cosas cambia. ¿Nos pasa esto cuando visitamos Oslo o Copenhague? No me refiero a la comida, arquitectura o paisajes, sino a los tratos personales y los tiempos de las personas.
Esto no quiere decir que estemos condenados a mirarnos el ombligo. La mezcla es deseable y enriquecedora. Ahora bien, no existe un ingrediente «europeo» que podamos mezclar con otros.
Conclusión
¿Es metafísicamente imposible la existencia de la unidad europea? Sí. ¿Es políticamente imposible la existencia de la unidad europea? No. Europa se puede unir, pero mucho ojo con no tener claro el para qué, el cómo y el hasta dónde. Y por supuesto, quemando en la plaza del pueblo a todos los que griten «Europa porque sí y no hay más que hablar».