Revista Opinión

Europa o el devenir sin Asterix

Publicado el 14 marzo 2012 por Carlosrodriguez @CarlosRguezPrez
Europa o el devenir sin Asterix
Con un porcentaje de euroescépticos creciendo exponencialmente cada mes que pasa, las instituciones comunitarías deben alejar del imaginario colectivo la idea de que el “cielo europeo caerá sobre nuestras cabezas”. Si el poblado galo de Asterix y Obelix echaba mano de su “poción mágica” cada vez que recibía algún ataque, la Europa actual desconoce fórmula alguna que frene a los mercados y especuladores financieros. Si fue un reducto imposible de conquistar, la Europa democrática está a merced, como mera marioneta, y sus continuos rescates no detienen la sangría de deuda soberana sobre los PIGS y el contagio al resto de sus miembros de la zona euro. La Unión Europea sigue su agónica travesía para sacar a flote el problema económico. Sin embargo, desde su exilio existencial y con una situación tensa y plagada de dudas, hay países, como Croacia o Serbia, que pretenden adherirse. Un sex appeal europeo que todavía tiene poder de seducción.La ampliación europea se realizó sin horizonte claro, como forma de aunar países sin confluir en políticas progresivas hacia una unión política, económica o social. Un eje que ha perdido el norte con la llegada del primer seísmo a escala continental. La Unión Europea crecía a ritmo de intenciones particulares como principio evolutivo que, no obstante, han propiciado grandes avances: el espacio Schengen, el euro, o el espacio de libertad, seguridad y justicia. Pero todavía son muchas las rencillas individuales que hacen fracasar las acciones comunitarias. La escasa profundización en las acciones comunitarias es visible en la ausencia de empresas y entidades paneuropeas; en la renuncia a combatir los paraísos fiscales afincados en Europa, como Suiza, Gibraltar o Luxemburgo; en la amputación de una política económica y fiscal común, necesaria pareja de baile de toda la política monetaria. Esto irremediablemente, hace que este ser vivo esté cojo y dé traspiés ante cualquier bache imprevisto.Una oportunidad no desaprovechada por los movimientos políticos populistas tendentes a los extremos radicales que abogan por la erradicación de todo espíritu comunitario donde cada uno debe buscar su propio salvavidas, aunque sea ahogando a otro compañero. Un debate generado en el seno de la Unión Europea con el dilema sobre si es conveniente ayudar a los griegos o dar la espalda a la cuna de la civilización. Es necesaria una respuesta común para un problema circunscrito a toda Europa. Pero la solución no puede conducir a la inexorable pérdida de la europa social y del estado del bienestar. Sin embargo, las instituciones europeas no han dado con el caballo ganador, y es más, sus instituciones son vistas como parte del problema y no como parte de la solución. En parte, por su nula capacidad de decisión, eclipsadas por el eje franco-alemán y las decisiones individuales. En vez de erigirse como líderes europeos que se anteponen a los problemas tienen la imagen de matasanos por su carencia para prevenir. Sus recetas de austeridad han alentado a los críticos en la imagen de una Europa anclada en la Edad Media donde los teóricos doctores desangraban al paciente para conseguir su curación. Otros asemejan sus decisiones en un escalón superior, aún dentro del sótano evolutivo. El despotismo ilustrado del siglo XVIII donde “todo es para el pueblo pero sin el pueblo” y unas decisiones que responden a los planteamientos de unas compañías y corporaciones no democráticas.Europa echa en falta un nuevo Jean Monnet capaz de conducir el poderío económico europeo por la senda común del crecimiento. Un Asterix que con su conocimiento y virtud guíe la fuerza de Obelix con el fin de recuperar el menhir de la construcción europea por y para los ciudadanos.

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