Una mañana, mientras andaba de camino hacia el trabajo, leí un cartel en un coche, decía: “exceso de equipaje”. No me paré a comprobar si era un anuncio de una empresa o de una película. Sin embargo me trajo a la cabeza la cantidad de “peso extra” que llevamos a nuestra espalda.
Sin ser conscientes llevamos una mochila cargada de convicciones, juicios, opiniones, deseos, creencias… Son cargas que acarreamos, y muchas veces desconocemos que las llevamos. Pensamos que muchas cosas “son así” y ya está.
Desde pequeños escuchamos las opiniones de los mayores, opiniones sobre nosotros, sobre el mundo, sobre “cómo son las cosas”, sobre lo que es cierto y lo que no. Algunas de esas opiniones se vuelven valores, es decir, principios por los que se rige nuestro comportamiento.
Otras opiniones, o valoraciones sobre nuestro comportamiento, se vuelven lastres, pesos muertos que acarreamos sin más, porque nunca los cuestionamos.
Cada uno lleva sus propias cargas, derivadas de su historia personal. Las creencias que rigen nuestras vidas, que conforman la manera de actuar en cada instante están dentro de la mochila. A veces son principios irrenunciables, reglas de actuación, porque así lo hemos decidido de acuerdo con esos valores morales. Otras veces son piedras, creencias limitantes sin más sentido que haber sido repetidas durante mucho tiempo.
Actuar de acuerdo con nuestros valores nos hace sentir bien, precisamente porque hemos apreciado esos valores como principios morales. No siempre lo hacemos.
Los valores además son apreciables por los demás, como principios que deberían regir la conducta en sociedad. Cada uno aprecia más unos que otros, y reconoce algunos en sí mismo como más importantes: honestidad, confiabilidad, rectitud, trabajo, valentía, disciplina, generosidad…
Si bien es cierto que estos valores se transfieren de padres a hijos (incluso a esos adolescentes que no te hacen caso), con posterioridad durante la vida se moldean de acuerdo con cada persona.
Pero dentro de la mochila también hay piedras, opiniones o pensamientos de otros, que tampoco cuestionamos, y que en lugar de orientar nuestro comportamiento, lo que hacen es limitar nuestra capacidad de actuar: “no puedes hacer eso”, “volar es peligroso”, “los perros muerden a los extraños”, “para ser bueno en algo tienes que haber empezado a practicar de pequeño”, “si no tienes pareja serás infeliz”…
También son propios de cada uno, y también limitan a unos más que a otros.
Claro que eres libre de mantener esas piedras ahí, tal vez su peso te haga sentir cómodo, y al sentir que te impiden correr encuentras la excusa perfecta para no salir de tu zona de confort, y dejar de hacer aquello que te gustaría.
También podrías cuestionar “quién dice que eso es así”, o si es así para todos, o si ha habido alguna vez en que no haya sido así.
Las preguntas son importantes porque significan que esa piedra en la mochila está dejando de ser tan absolutamente real.
Las respuestas dependen de ti, de si quieres cambiar, o no.